EL EMPERADOR POETA
Era una tarde de octubre del año 1858. De forma discreta el ejército colonial británico había dispuesto una comitiva de tres carruajes provistos de palanquín y servidos por cuatro caballos. Una guardia militar formada por un ciento de soldados acompañaría a trece prisioneros que se acomodaron en los carruajes. Todos, menos dos, eran mujeres. Uno de los varones destacaba por su extrema delgadez, carece de dientes y luce un aire de extravío en su mirada. Era poeta, practicaba el misticismo islámico de los sufitas y hasta que los ingleses le detuvieron fue emperador. Su nombre Bahadur Sha, tuvo el amargo privilegio de convertirse en el último de los emperadores mogoles. Una dinastía que se mantuvo en la India durante trescientos años y que controló prácticamente todo el subcontinente, incluido Pakistán y Afganistán. Bahadur Sha fue la cabeza visible de la mayor rebelión de hindúes y musulmanes contra la dominación británica antes de su independencia definitiva, ya en el siglo XX. Derrotados tras un sangriento conflicto con abundantes atrocidades por ambos lados, fue sometido a juicio, no sin antes verse obligado a presenciar el fusilamiento de tres de sus hijos (tuvo más de cincuenta), incluido el heredero. Exiliado a Rangún, en la vecina Birmania, sus vigilantes se ocuparon especialmente de que no pudiera disponer de pluma, tinta ni papel alguno en el que pudiera reflejar sus pensamientos, expuestos en forma de poema, aunque al parecer conseguía garabatear breves versos ayudándose de trozos de madera quemada sobre las modestas paredes de su casa.
Desgraciadamente los pormenores del Imperio mogol son desconocidos en su mayor parte en Occidente, pero baste decir que mucho del imaginario e iconografía tejido en torno a la riqueza y sensualidad de la reciente historia de la India fue elaborada por esta secuencia de 18 emperadores, incluido uno de los monumentos más significativos de la India: el Taj Mahal, una lagrima en la faz del tiempo [1]. Bahadur Sha fue el último emperador de un linaje guerrero cuyas raíces hay que buscarlas en Babur (1483-1530) fundador de la dinastía y heredero del mismo Tamerlán y Gengis Khan. Los mogoles abrieron y cerraron su ventana sobre la historia con sendos personajes inclinados a la recreación poética; Babur era un buen escritor, que sentía un profundo amor por la literatura. Su biblioteca era una de sus posesiones más preciadas y siempre la llevaba consigo, siendo los libros objeto de afán en las nuevas tierras conquistadas. De hecho, su legado intelectual quedó fijado en una autobiografía conocida como Baburnama. Babur fue el fundador de esta dinastía, mas no nos engañemos, ello no le hizo especialmente pacífico: guerrero, cazador (fomentó las grandes matanzas de animales salvajes que tanto escandalizaron a los hindúes), enérgico, hiperactivo, cruel y borracho. Solo dos años antes de morir intentó controlar su alcoholismo, pidiendo que se le castigara, pero solo cuando estuviera sobrio. Su hijo Humayun (1508-1556), también lo fue, y también el hijo de su hijo; Akbar (1542-1605), el más grande emperador de toda la serie. Los mogoles fueron señores de la India, pero con toda su grandeza y poder terminaron esclavos del alcohol y los narcóticos. Es esta dependencia, junto a las formidables dimensiones de sus harenes, la que en parte les ha señalado un lugar incomodo, y cierto que injusto, en la historia, y llevaría al imperio a una decadencia que se aceleró con la colonización británica. Bahadar Sha el 18 emperador lo fue solo nominalmente porque los ingleses, por mediación de la Compañía Comercial de las Indias Orientales, un engendro mercantil en el que la corona británica había delegado la gestión de su imperio, lo mantuvieron recluido prácticamente en el Fuerte Rojo de Agra, un palacio fortaleza. Aquí se hizo rodear de destacados poetas dedicándose a la producción literaria, muy consciente de la decadencia de su dinastía, quejándose de la triste herencia recibida, pues no debería haber aceptado una corona tan miserable, resignado a una supervivencia melancólica no exenta de ciertos lujos y rituales heredados que pasaban por utilizar tres toallas diferentes para las abluciones diarias; una para secarse la cara, otra la nariz y otra los pies. Estos mismos pies que eran masajeados todos los días después de comer, a fin de estimular su circulación y procurarle relajación. Tuvo al menos 52 descendientes y solo el agua destinada a su consumo personal tenía nombre. por agua de la vida era conocida.
La India moderna lo considera uno de sus primeros pioneros, alguien que se opuso activamente al dominio británico.
Mantuvo una disposición alejada de severos compromisos religiosos incluido el islam, mostrándose abierto a la herencia hindú y practicando algunas de sus costumbres. Aunque la titularidad del imperio era un edificio en ruinas, de hecho Bahadar Sha y su padre[2] solo eran conocidos como reyes de Delhi, el prestigio de la dinastía se conservaba aún en el imaginario colectivo y todos los reyezuelos procuraban granjearse su reconocimiento. Conscientes de la particular personalidad de Bahadar Sha; el emperador no estaba, ni podía estarlo, interesado en la guerra ni en ampliar sus dominios, pues las inquietudes de Bahadar estaban fuertemente inspiradas por una inclinación natural a la bondad. Amable y cortés para con todos, incluidos sus carceleros británicos. Su vida, a través de la poesía, escribía bajo el seudónimo de zafar, era un proyecto de redención personal. Era un sufí: nadie ha vivido ni vivirá eternamente, solo las acciones de los justos huelen dulcemente en el polvo
Pudiera haber disfrutado de una existencia cómoda y rutinaria si la odiada Compañía Comercial de las Indias Orientales no hubiera hecho todo lo posible por granjearse la enemistad de todas las confesiones existentes en la India, hindúes y musulmanes principalmente. Además, la corrupción reinante había llegado a ser de tal naturaleza que el desvío de alimentos ante la hambruna causo la muerte de millones de indios. Unido a la desastrosa gestión económica, el desprecio de la Compañía por la cultura y tradiciones locales, así como la imposición de moda y enseñanzas extrañas alimentaron una confluencia de agravios que sirvieron de detonante a la rebelión de los cipayos, el ejército indígena al servicio de la metrópoli. El hecho puntual que activo irremisiblemente la rebelión vino marcado por el tipo de munición empleado en el nuevo armamento proporcionado a las tropas locales, balas que debían ser mordidas para cargar la fusilería y que al parecer habían sido lubricadas con grasa animal de cerdo y vaca lo que debido a la estricta normativa religiosa de hindúes y musulmanes sirvió para encender una rebelión ya latente entre las tropas indígenas. La rebelión se inició en Bengala, pero pronto se extendió a toda la India. La figura del emperador mogol fue asumida por ambas comunidades como el elemento aglutinador. Reacio en un principio a aceptar el liderazgo, pronto se dio cuenta de que el destino le había puesto ante un dilema del que dependía no solo la dignidad de su crepuscular dinastía, sino también la decencia de un país que empezaba a reclamar su destino. Bahadar Sha era el único personaje capaz de simbolizar el mestizaje complejo de la India, ya que su madre en una princesa india rajput[3]. Pronto la rebelión tomo una deriva indeseable, procedimientos extremos de los amotinados, atrocidades y matanzas generalizadas de blancos, un menú difícil de aceptar para un hombre afable y con la que sin embargo se vio obligado a condescender, atrapado por la injusta colateralidad de los conflictos. Este fue un hecho que determinará los acontecimientos posteriores, cuando los ingleses fueron capaces de aplastar la rebelión. Uno de sus últimos versos apunta a un mayor compromiso con la dolorosa realidad del subcontinente, tiñéndose con matices sociales: Mientras los indios tengan aunque sea una pizca de honestidad y dignidad... [ ] Hasta entonces la espada del Indostán brillará ante el trono de Londres. Una precoz llamada a la independencia de la India que no tardaría un siglo en demorarse. El rey poeta supo elegir su lugar en la historia, aunque lo hiciera sacudiendo ya unos estandartes ruinosos y apolillados del Imperio mogol. Antes de partir para su exilio se ocupó de proporcionar lugar seguro a la más valiosa de las reliquias del Imperio, tres pelos de la barba del Profeta conservados en el interior de una cajita de marfil.
Bahadar Sha se fue apagando en su exilio de Rangún, y murió en el año de 1862 acompañado por su esposa favorita.
[1] Rabindranath Tagore
[2] Akbar Sha II (1760-1837)
[3] Castas guerreras de la India