VIDA Y AVENTURAS DE UN PULPO
Hemos heredado la idea de que los animales son autómatas que carecen de sentimientos y sensibilidad, que están ahí solo a nuestro servicio; para contemplarlos, preferentemente recluidos en un zoológico; o para maltratarlos con más frecuencia de la deseada, pero sobre todo como fuente alimenticia. La relación y el respeto para con todos los seres vivos no es una categoría acuñada en fechas recientes por los movimientos ecologistas o animalistas; posee una larga tradición, ha llegado a perfilar grandes culturales y articular formas de comportamiento de elevada espiritualidad (Ver Juicios y procesos a animales durante la historia). Todos hemos oído hablar de la pacífica convivencia de San Francisco con sus pajarillos, informando la eticidad del cristianismo cuyo mensaje se hace extensivo a todos los seres vivos, o nos hemos sorprendido por el eterno deambular de los santones hindúes a través de los caminos de la India, apartando con una pequeña escoba las hormigas que se encuentran en el sendero para evitar pisarlas. Las religiones animistas, consideradas como las más elementales articulaciones religiosas, son tan pródigas en el panteísmo que encuentran información vital no solo en los animales, sino también en las cosas mismas. ¿Mas qué sucede cuando existe un animal que no parece de este mundo? ¿Cómo manejamos ante él nuestra afectividad?
Tal animal existe. Vive en las profundidades marinas y su aspecto impone un cierto temor. Las películas fantásticas lo presentan como un depredador voraz armado con numerosas patas provistas de ventosas. Están entre nosotros desde antes de que los dinosaurios habitaran la Tierra. Hoy vamos a hablar de un animal que parece sacado de una película de ciencia ficción. Un ser extraño, ya que su cabeza se encuentra situada más o menos donde nosotros tenemos el torso, el lugar de la cabeza lo ocupa su sistema digestivo, en tanto la boca se aloja más o menos allí donde nosotros disponemos de nuestras axilas. Plinio el Viejo sostenía que era el animal más cruel con el que un ser humano podía enfrentarse. Aristóteles lo tenía como estúpido, y los marineros de todas las culturas lo han temido, estimulada su fantasía por las profundidades abisales capaces de sugerir un ser de proporciones irreales, pero cuya inquietante imagen ha sido diseñada a partir de la realidad misma: el Kraken. Hablamos del pulpo.
Hasta hace bien poco el pulpo ha sido tenido sencillamente como una fuente de vitaminas, famoso por la textura de su carne que, algo insípida, debe venir acompañada por adobados y condimentos extras. Prácticamente se aprovecha todo de él, con excepción de su pico; es un invertebrado y su parte más dura es la boca; el pico del pulpo, una estructura córnea indigerible que es común entre casi todos los miembros de esta familia: los cefalópodos. Los coreanos piensan que el consumo del pulpo proporciona una gran energía, siempre y cuando se consuma vivo o fresco. El pulpo se trocea y se consume aún con los tentáculos en movimiento. Este peristaltismo de sus patas es un comportamiento propio del pulpo, como veremos más adelante, pero ello hace que todos los años varios coreanos paguen con su vida esta práctica, debido al bloqueo de sus vías respiratorias, ya que las patas del pulpo pueden adherirse a las paredes de la tráquea, impidiendo así la respiración. Países como España han sido grandes consumidores de este cefalópodo, Actualmente los caladeros españoles se han agotado, la superexplotación de las pesquerías ha exterminado su población de las costas españolas. No hay ya pulpo español. Las 500.000 toneladas que se extraen todos los años se ciñen al África occidental, costas de Mauritania y Senegal, de donde, temiéndolo mucho, y de seguir la sobreexplotación, también desaparecerá pronto.
Comerse vivo a un animal es algo que repugna a nuestros sentidos, pero es que el pulpo hasta hace bien poco era solo visto como una fuente de proteínas que no padecía, ni sentía. Poco a poco el pulpo se va convirtiendo por derecho propio en una especie con unas particularidades muy determinantes, por ejemplo, la de su notable inteligencia. Un pulpo sueña, escapa de laberintos y puede abrir objetos y resolver acertijos .Su inteligencia está al nivel de nuestros perros o la de un niño de tres años y es capaz de interractuar con los humanos según ha sido puesto en evidencia por los biólogos marinos. Aunque no cambian de color como los calamares y sepias pueden expresar un cierto estado de ánimo en la tonalidad de su piel, pueden saborear y hasta oler con cada uno de sus tentáculos. Es apropiado afirmar que dispone de ocho cerebros, uno en cada una de sus patas, el setenta por ciento de sus neuronas están localizadas en sus patas, de tal manera que cada una de ellas puede perfectamente especializarse en un cometido mientras las demás ignoran esta habilidad, esto le permite afrontar empresas diversas y simultaneas. Cada uno de estos tentáculos puede sobrevivir una hora a la muerte del animal, de hecho pueden regenerarse como el rabo de las lagartijas. Las patas tienen movimiento y pueden seguir recogiendo comida, aun con el animal muerto, colocándosela vanamente en la boca. Esta motilidad permite explicar en parte el riesgo de ingerir tentáculos de cefalópodos vivos o recién sacrificados, pues el peristaltismo tentacular facilita adherencias en las paredes del tracto respiratorio
tiene tan alto contenido de cobre en sangre que esta queda pigmentada con una peculiar tonalidad azul
Suelen vivir en el fondo marino, dejando a sus primos lejanos, los calamares, las aguas abiertas y superficiales; los calamares nadan la mayor parte del tiempo por lo que se convierten así en presa favorita de los depredadores, en tanto ellos, merced a su camuflaje inteligente, se confunden con el fondo marino. Pueden llegar a vivir hasta a cinco kilómetros de profundidad (Meet the Octopus: Educational Version Caitlind L. Alexander) Aunque probablemente todos los pulpos tengan algún tipo de sustancia venenosa, esta no es suficientemente agresiva para causar lesiones al ser humano. Hay una excepción, el pulpo de anillos azules de Australia, almacena tanto veneno en su cuerpo que sería capaz de matar a 30 personas.
El pulpo vive en un sustrato bastante cruel, el mar no da tregua. Su vida es solitaria y cuando el instinto le impulsa a establecer relación por imposiciones reproductivas con un congénere, la cópula tiene algo de dramática, el macho muere en cuanto fertiliza a la hembra. El destino de esta no es mejor, cuida obsesivamente de los centenares de miles de huevos que ponen, deja de comer incluso, pero cuando sus alevines eclosionan la madre ya no estará para atenderles, agoniza ante la eclosión de vida, lo que deja al azar la supervivencia de aquella abundante prole. La reproducción del pulpo es pues dramática y trágica a la vez, ninguno de sus tres corazones le permitirá verificar su éxito reproductivo. El diseño de su naturaleza así lo ha determinado, aunque ignoramos el motivo, menos de una hora después de su nacimiento las crías ya buscan refugio entre las rocas.
The deep and Ambrosius. La peculiar relación entre un hombre y un pulpo
Decíamos al principio que no compartimos ninguna de las características físicas con los pulpos, pero estábamos equivocados. El inmenso y complejo engranaje de la naturaleza nos hace participes a todas las especies de los mismos complejos formatos en los que la vida se presenta. Los pulpos se nos hacen presentes pese a las diferencias: disponemos de un esqueleto ellos no, respiran en medios acuáticos, nosotros no, ahora bien, compartimos una parte que sí contribuye a asignar al animal un cierto nivel de inteligencia: los «genes saltarines» o transposones, responsables del aprendizaje en humanos, y que están también presentes en el cefalópodo. O sea que cuando apalices a un pulpo para ablandar sus fibras ten conciencia de que estas golpeando algo que tiene más de ti de lo que imaginas (1)
(1) https://rdcu.be/dI53s
Leer: Otras mentes. El pulpo, el mar y los orígenes profundos de la consciencia. Peter Godfrey-Smith