China. La vida cotidiana de un emperador.


vida diaria de un emperador chino en la ciudad prohibida


Un día en la vida de un emperador chino


 Si un observador extraterrestre llegara a la Tierra se encontraría con dos grupos humanos: uno pertenecería al ámbito de lo que conocemos por China, y otro, al resto de la Humanidad. De hecho, creo que las leyendas chinas, cuando establecen el origen del primer ser humano, solo admiten categorizar en esta especie  al hombre chino. Esta efectivamente es la importancia de China en el contexto global, aunque la comparación pueda parecernos exagerada los cuatro mil años de antigüedad de China la hacen merecedora, en parte,  de esta  relevancia. Si bien un estudio pormenorizado de esta cultura nos llevaría a establecerse importantes matizaciones a esta continuidad, en líneas generales, los 450 emperadores de este país han forjado una sucesión institucional que nos lleva a considerar a China como la nación más antigua del mundo. Pues bien, la idea que tenemos elaborada sobre cada uno de estos autócratas se nutre de aspectos tenidos por ciertos, pero que en buena medida no obedecen a la rutina diaria de un emperador. Cierto que estaban revestidos de un poder absoluto, cuyos actos,  no estaban sometidos a jurisdicción ni control alguno. Su poder se ejercía sobre un colectivo impreciso de súbditos despersonalizados a los que incluso el feroz protocolo privaba del rostro e identidad, toda vez que al emperador no se le podía mirar de frente. De hecho un observador occidental creía que cuando el emperador chino se desplazaba por sus tierras pareciera que lo hiciera más bien por un país conquistado que sobre su propia nación. La clemencia y la moderación eran platos extraños al ejercicio del poder y frecuentemente sus días transcurrían en una sucesión perversa de excesos de todo orden, lo que deparaba  personalidades patológicas y paranoides. Pues bien, esto es cierto, pero no nos da una imagen completa de su acontecer diario. Es más, hay un dato que en parte puede explicar esa naturaleza alienada de muchos soberanos; los emperadores chinos son, de todos los gobernantes que ha habido en la historia de la humanidad, los que estadísticamente han vivido menos tiempo, evidencia cierta de que el ejercicio del poder en China era más un riesgo que un placer. 

    Siempre se ha dicho que China ha pervivido en el tiempo gracias a la existencia de una sofisticada administración, hasta el punto de que se la ha llamado «imperio funcionarial» vista la procelosa densidad de cargos y estamentos oficiales mantenidos por el imperio. Es así que la dignidad y la autoridad imperial estaba de alguna manera mediatizada por esta extensa colonización funcionarial, hasta el punto de que el mero sentido común nos lleva a considerar que el propio emperador debía ser cuidadoso en el ejercicio de su autoridad respetando de alguna manera las reglas del juego, si no quería ver comprometida su seguridad. Con todo,  como he dicho, muchos emperadores tomaron una deriva despótica y cruel hacia sus subordinados, empujados al exceso, bien por taras mentales, bien por un sistema que se ocupaba de deshumanizar a sus súbditos. Además, al mero cuerpo de funcionarios profesionales de estricta disciplina confucionista, se agregaba un tipo particular de servidor publico: los eunucos cuyo perfil siempre fue ambiguo, oscilando entre la obediencia jerárquica y el compromiso corporativo hacia aquellos que participaban de sus mismas limitaciones físicas. Los eunucos fueron particularmente proclives a la intriga. El enfrentamiento entre funcionarios, eunucos, círculos de poder trabados en torno a las concubinas y el propio ejercito, menguaron la figura despótica de los emperadores convirtiéndoles con frecuencia en el primero de los funcionarios, cautivos con frecuencia en esa tormenta perfecta de intereses, ambiciones y crueldad.

    Esta puede ser más o menos la fotografía diaria del trabajo de un emperador chino:


Primer Despertar 4.00 horas

El emperador despachaba los asuntos más urgentes a instancias de sus consejeros. Hecho lo cual, el emperador volvía a descansar nuevamente.


Segundo Despertar 7.00 horas

El emperador desayunaba a las 7 de la mañana en primavera e invierno y a las seis en verano. De una bandeja que le presentaban los eunucos escogía el nombre de los funcionarios que recibiría durante el día. Tras el desayuno abría el memorial que le presentaban para la jornada los funcionarios . Abre y lee el memorial y efectúa sus observaciones si es conveniente. Muchos emperadores hacían uso del buen saber de sus funcionarios, pero otros autócratas no admitían objeción alguna a sus deseos, la más leve contrariedad era castigada con una humillante ración de azotes.


Mediodía 11 a 12 horas

A esta hora podía realizarse una segunda audiencia si la jornada había sido fructífera. Sus deberes principales consistían en leer y hacer las correcciones oportunas a los memoriales presentados. Cada día podían llegar a palacio más de cien memoriales de todas las regiones del Imperio


Almuerzo 13 a 15 horas

Hora de asueto, tras la comida el emperador se podía relajar, bien paseando por los jardines bien componiendo poemas. Una comida tipo podía ser esta, teniendo en cuenta de que una de las pocas restricciones a la dieta venia de la prohibición del consumo de carne de buey pues se consideraba inadecuado el consumo de bestias de carga:

  • Una olla caliente elaborada con pato asado o carne asada
  • Una olla caliente con sopa de pato o ñame chino
  • Plato de ensalada de hierbas silvestres
  • Espinacas salteadas
  • Raíz de loto al vapor con loto
  • Tofu guisado con champiñones
  • Pollo troceado con salsa de soja
  • Rollitos de bambú
  • Bollos al vapor rellenos de cordero y calabaza
  • Pollo estofado con frijol
  • Encurtidos
  • Arroz cocido
(Almuerzo servido al emperador Qianlong (1711-1799). Dinastía Qing)

Como se ve la relación de platos es abundante, pero no exagerada, Además, su composición es sencilla y están elaborados con productos vegetales, sobre todo. La moderación alimenticia, al menos de forma oficial, era un elemento primordial en el entramado salud-espíritu al que la idiosincrasia china es tan proclive. Con todo, la noticia debe ser tratada con cierta prudencia, a la vista de los gustos sencillos de este emperador. Por contra, el derroche culinario practicado por la emperatriz Cixi (1835-1908) no tiene límites; se le preparaban unos 140 platos al día, de los cuales, solo probaba dos o tres, en parte, por su miedo a ser envenenada.


Tarde de 15.00 a 19.00

Continua el despacho de memoriales. Al final de la tarde el emperador firmará las órdenes con tinta roja. En realidad la mayoría de los emperadores estaba asistido por una nube de consejeros, pero la naturaleza autocrática del sistema podía hacerlos fácilmente prescindibles, como de hecho lo fueron. Sus competencias eran, en muchos casos, limitadas o nulas. Nepotismo y corrupción fueron una constante, las raras excepciones fueron muchas veces recompensadas con el exilio o la muerte. La preocupación fundamental del emperador era la de asegurar su vida y la de sus herederos. Con el fin de salvaguardar en lo posible la integridad de estos últimos se mantenía en secreto la identidad del elegido para sucederle en el trono. Con este fin el emperador firmaba por duplicado un decreto: uno lo conservaba en su poder, el otro se guardaba en una caja sellada que se colocaba sobre el trono imperial.


Noche a partir de las 20.00

Los deberes del emperador han terminado. A partir de esta hora, y tras una cena ligera, puede retirarse a sus habitaciones.  La Ciudad Prohibida de Pekín posee unas dimensiones extraordinarias, pero de sus 720.000 metros cuadrados,  el emperador eligió habitualmente para su descanso una alcoba con unos 20 metros cuadrados. En esta estancia se dispone el lecho, de unos 3,5 metros de largo, oculto tras una gasa, y otros tres enseres más: un orinal, una escupidera y una bañera lacada en rojo. Esta estancia solo era utilizada para el descanso del emperador. Cuando así lo precisaba, se disponían varias salas para mantener una intimidad con las concubinas, aunque por razones de seguridad una sola de aquellas estancias era utilizada. Los emperadores chinos, en general, mantuvieron y fomentaron una constante cautela, observando medidas de seguridad extremas. En muchos casos, y  con el fin de asegurar su integridad,  mantuvieron una disposición hostil y paranoide hacia su entorno. El tamaño de su alcoba puede responder a esa desconfianza hacia todo, inclinándose por espacios pequeños fáciles de vigilar.