¿A qué olía tu padre?
Dicen que Napoleón prácticamente se bañaba todos los días en «Agua de Colonia», aficionado a las friegas reconstituyentes solía llevar consigo una botella de esta solución aromática incluso en las batallas, tal es así que los más veteranos soldados de su «Vieja Guardia» incorporaron el olor de esta solución, elaborada por un italiano residente en la ciudad de Colonia, al imaginario colectivo de sus más afines partidarios. Efectivamente hay algunos productos cosméticos, como las aguas aromáticas, que se han fijado en nuestra memoria. Se trata de esos productos ligados a nuestro pasado, objetos o experiencias sensitivas, como las del olor, capaces de desatar una tormenta de recuerdos y evocaciones muy intensos ¿Quién de nosotros no ha sido sorprendido por una ráfaga de olor tremendamente familiar que desencadena en nuestra memoria una reexperimentación melancólica del pasado?. ¿A qué olían nuestros padres? ¿A qué olía nuestro padre?
Aprovechando que el pasado es aquel lugar en el que se fijan a fuego los recuerdos queremos recuperar un producto de nombre añejo, pero al que muchos asociamos con la masculina autenticidad de nuestro padre: «Varón Dandy». Un agua perfumada que se vendía por litros y que se utilizaba generosamente después del afeitado causando un ardor en la piel que solo el sufrido y resistente ánimo de nuestros progenitores toleraba. Se comercializó en 1919 como producto estrella de la casa Parera, fundada por Joan Parera Casanovas, aunque el producto data del año 1912, incorporaba las refrescantes notas de los cítricos en su composición, y esto, junto al alcohol, era lo primero que estallaba en las narices pues no en balde se utilizaba como aftershave. Poco trabajada, no era en modo alguno un perfume con glamour, pero era justa en su masculinidad, de hecho, la publicidad llegó a presentarla como «el más alto blasón de la elegancia varonil» con el fin de resaltar su naturaleza viril. Recordemos que el hombre español de mediados del siglo XX era un sujeto sin matices, duro, dicen que sufrido, parco y con frecuencia autoritario. Las etiquetas al uso colocaban al hombre en una categoría en la que cualquier hermoseamiento del cuerpo era impropio a su carácter. «Varón Dandy» se convierte en la loción estrella de la postguerra española acompañando el pestazo a tabaco negro y aguardiente con el que muchos de nuestros padres estaban familiarizados y que tanto ilustraron nuestras narices.
Varón Dandy el agua de colonia más veterana de nuestro país en cerrada disputa con otro clásico del tocador femenino: Alvarez Gómez |
Una evolución del «Varón Dandy» lo encontramos en la marca «Brummell», un sello con aspiraciones pero que definitivamente ha quedado relegada a los estantes de los supermercados donde no hay malas colonias, pero claro, solo hay eso: colonias. Parece que la casa Puig quiso auspiciar una marca odorífera con mayor distinción y un punto de jovial modernidad, su éxito queda reflejado en el hecho de que ya veteranos usuarios de «Varon Dandy», un tanto fatigados de los acordes del clásico, evolucionaron hacia esta etiqueta, aunque en general responde ya a las expectativas de una nueva generación de hombres nacidos en los sesenta. El producto fue lanzado en 1975, con lo que cronológicamente se corresponde ya con la siguiente generación de varones. Son la generación de la transición española, aquellos que quieren dar un paso hacia la modernidad pero sin desafectarse en sus gustos de un punto de distinción. El nombre elegido, Brummell, se define por ese aspecto de exclusividad. Brummell cuyo nombre completo era George Bryan Brummell [1778-1840] y que fue conocido en su época por el sobrenombre de «beau Brummell» [le hemos dedicado una entrada en este mismo blog], fue un diletante inglés conocido por marcar la moda de su país durante parte del siglo XIX. Embebido de su soberbia, ocurrente y faltón, oso llamar «gordo» al mismo rey de Inglaterra Jorge IV lo que le valió el exilio de la Corte y su caída en desgracia. Brummell, como casi cualquier producto de similares características, incorpora cítricos, pero los toques amaderados le dieron una particular personalidad.
Tabac, un producto de la perfumería alemana |
Una peculiar evolución lo encontramos en otro clásico que ha conseguido permanecer joven: Tabac y su inconfundible packaging de principios de los años 80, un envase de vidrio blanco, aporcelanado, en el interior de una caja amaderada. Se presento en el año 1959 siendo el producto de perfumería más afamado de Alemania [excepción hecha del «agua de colonia» claro y la incombustible 4711]. Es un material más trabajado que los anteriores, aunque esto no necesariamente se traduzca en mayor calidad. La presencia del almizcle combinado con otros exótica: el sándalo por ejemplo, y acompañado por la hoja de tabaco la hacen inconfundible. Este, sin duda, es el olor de mi padre.