La ciudad sagrada de la India: Benarés
Es imposible eludir en nuestro periplo Varanasi [Benarés], la ciudad santa, en la que un mar de hindúes aguarda con su último aliento vital el tránsito hacia una nueva reencarnación. Una urbe en la que el olor se confunde con la fuerza de la imagen; no es efectivamente lugar para personas sensibles, y eso que infinidad de niños juguetean en los mas de 100 gahts de Varanasi dispuestos en la orilla occidental del río. Los gahts son las escalinatas que permiten acceder a las aguas del sagrado río, pulidos los peldaños por el roce de millones de pies durante centenares de años. Situadas en la zona superior de estas escalinatas se alzan lo que fueran auténticos palacios en avanzado estado de abandono, su ubicación privilegiada en este santuario tanatológico se ha hecho insoportable.
Buda efectuó en las proximidades de Varanasi sus predicaciones conocidas como las Cuatro Verdades en torno a las que vertebra la existencia del dolor en todos los aspectos de la vida humana como el principal obstáculo para la felicidad. En general es el deseo el detonante de este dolor, deseo por la reencarnación, por la felicidad, deseo por el otro, la vida es un constante e insatisfecho deseo. Si hace dos mil trescientos años hubiéramos paseado por sus orillas habríamos encontrado también a Majavira, el fundador del jain, una doctrina acodada en la extrema paradoja del ateísmo en dialogo con el alma universal y que respetan toda forma de vida orgánica Majavira practicó en las proximidades de este río el desconcertante mensaje de la no violencia. Hace de esto unos veintiocho siglos por lo que el osado testimonio se hace doblemente valioso, exigiendo la renuncia a la inveterada costumbre por impartir la paz a bastonazos. Es casi milagroso que esto pudiera acaecer en los tiempos oscuros pero no se trata del único evento peculiar; el templo tibetano de Kanthwala también a su manera lo es, se le conoce como el templo de madera porque el exiliado rey del Tibet Raba Bahadur Shah [1775-1806] se ocupó durante su exilio en la ciudad de erigir un lugar de culto en el que solo se utilizó material del Tibet, particularmente un tipo de madera tan resistente que no hay trazas de termitas en toda su estructura, y esto a la vista de la perniciosas climatología del lugar es, en efecto, un prodigio.
Varanasi en una de sus imagenes más populares |
Ineludiblemente el hinduismo, ese árbol que se nutre de tantas raíces, alimenta su doctrina con una espesa trama de leyendas, tradiciones y escuelas del pensamiento que toman al olor o ghanda como una de las 17 gunas de la existencia. Bharatvarsha, tal y como algunos textos llaman a la India, es un país que derrocha fragancias, el aroma se captura desde los mismísimos rayos solares; cierto escritor sostenía que los iniciados y pacientes santones son capaces de hacer atravesar el cristal de un lupa para fijarlos sobre la superficie de un pañuelo con preciados matices a jazmín, violetas, attar de rosas y transparentes esencias florales del Tíbet.
Los olores son su tarjeta de presentación y Varanasi en este sentido parecer detestar tanto el vació olfativo que en el brete entre la anosmia y la pestilencia se inclina por este último, de esta manera muchos viajeros manifiestan un primer impulso de huida ante la frenética tormenta ofrecida a las narices por los senderos apelmazados con arena y boñigas de vaca, estas ultimas elementos importantes como veremos en la arquitectura de algunos preparados aromáticos (Acerca del perfume y el olor. J. García). La agresión no termina ahí y llega a abofetear nuestro sensible y étnico olfato ante los abundantes collados en los que la ciudad abandona sus residuos sólidos mientras que una colación pestilente semilíquida abandonada la bíos urbana, vertiéndose incontroladamente en las orillas del Ganges. El río Ganges es un universo humano que compite con el Indo, si en aquel se gestiona la inmortalidad de las almas este puede considerarse el origen de la civilización India; el Indo es el río cívico, mientras que el Ganges es el religioso.
Pero los ghast no son solo plataformas para acceder con mas comodidad a las orillas de la corriente sagrada, haciendo abstracción del paisaje deteriorado y sucio de la ribera, son también una puerta hacia la rencarnación y en el mejor de los casos a la liberación definitiva del ciclo de rencarnaciones de sus hombres mas santos conocido como Moksa. Durante todos los días el año, y teóricamente las veinticuatro horas del día, albergan en sus escalinatas un rosario incandescente de piras funerarias destinadas a consumir los restos de aquellos que determinaron en su última voluntad ritualizar su inhumación de esta manera. Con el fin de evitar que las bochornosas y húmedas temperaturas del país aconsejen una rápida eliminación de los cadáveres, lo que impediría satisfacer los últimos deseos del finado fallecido en zonas alejadas, es relativamente frecuente que sean trasladados, aún agonizantes, a la ciudad para que así el óbito ocurra en el interior de la urbe. Esto es lo que permite afirmar que el fuego que alimenta las piras de los ghast de Varanasi no se ha extinguido desde que hace unos 3000 años se utilizara por primera vez. La ceniza que se adhiere a los sudorosos cuerpos puede causar una desagradable sensación a los profanos, habida cuenta el mas que evidente origen orgánico de la misma.
La ciudad pasa por ser una gran consumidora de maderas aromáticas y potentes soluciones inciensales, pero ni esa abundancia enmascara las emanaciones de la carne quemada, fuera de toda lógica el hindú se inclina por la inhumación tradicional obviando la potencia mecánica de las grandes incineradoras modernas. Polvo de sándalo y almizcle se vierten sobre el cadáver cuyo cráneo llega a estallar por efecto del calor, momento en el que se supone que el alma abandona el cuerpo. Las maderas olorosas que se utilizan para la combustión de los cuerpos a veces son escasas, su alto precio no permite adquirir grandes cantidades a los familiares del difunto. Se precisan de 300 a 500 kilos de leños desde la más estimada y cara, el sándalo, hasta la mas habitual, el mango, cuya madera es utilizado en polvo como desodorante desde tiempos inmemoriales, también se utiliza el estiércol de vaca para incinerar a los mas modestos. Una cierta cicatería en el empleo del combustible vegetal puede determinar que los cuerpos quedan consumidos a medias. Así son lanzados al río, mezclados los huesos con las cenizas (Acerca del perfume y el olor. J. García).
La amplitud del Ganges parece capaz de asimilar en el dominio de sus aguas estas notas acres, pero no es verdad del todo, centenares de años de peregrinación y millones de fieles y cadáveres han sido capaces de enturbiar hasta tal punto sus aguas que presenta incluso especies únicas, cuales son las tortugas carnívoras que devoran los restos de los cadáveres. Santones y niños son entregados directamente a la corriente sin ceremonia crematoria previa, considerando que los primeros han concluido el ciclo de la reencarnación, mientras que a los segundos se les supone una pureza infantil que perfectamente puede prescindir de ritual lustral alguno.
La amplitud del Ganges parece capaz de asimilar en el dominio de sus aguas estas notas acres, pero no es verdad del todo, centenares de años de peregrinación y millones de fieles y cadáveres han sido capaces de enturbiar hasta tal punto sus aguas que presenta incluso especies únicas, cuales son las tortugas carnívoras que devoran los restos de los cadáveres. Santones y niños son entregados directamente a la corriente sin ceremonia crematoria previa, considerando que los primeros han concluido el ciclo de la reencarnación, mientras que a los segundos se les supone una pureza infantil que perfectamente puede prescindir de ritual lustral alguno.
Estos mojones pétreos se conocen como Lingam. Al fondo una escultura del dios elefante Ganesa |
El traslado de los cuerpos antes de su incineración se efectúa por las callejuelas de la ciudad vieja de Varanasi, sobre unas parihuelas cubiertas con una mortaja en la que predomina el color azafrán, símbolo de la virtud y la verdad. Antes de ser entregado a las llamas se practica una primera ablución del cadáver en las agua del Ganges, tras lo cual, solo queda esperar algunas horas, hasta que el cadáver se seque para proceder a su cremación. La subcasta de intocables de los doms es la encargada de vigilar que la madera de las hogueras no se apague, para ello han alimentado las llamas con manteca y mantequilla, solo ellos son insensibles a la naturaleza contagiosa de la muerte debido a su propia impureza. Este nocivo trabajo permite agregar a sus emolumentos, por lo general, una porcentaje en especie de la madera utilizada en la pira, con los implantes de oro de las dentaduras y otras valiosas piezas no retiradas al cadáver y resistentes a la acción del fuego. Su baja consideración social se compensa con un estricto monopolio que deriva en saneados ingresos procedentes de las comisiones obtenidas de los comerciantes de la madera, y la extorsión emocional realizada sobre los familiares de los difuntos. Tienen la suficiente habilidad en su trabajo y la experiencia de siglos como para explotar al máximo un carga escasa de combustible, si esta no es suficiente, el cuerpo se entrega a las aguas del rio semicarbonizado. Solo los criminales y suicidas quedan privados de este ceremonial purificatorio, el destino de sus almas es terrible: penaran en un suplicio de 500 años de Brahma. Puede no parecer mucho, pero es que cada año de Brahma equivale a 86.000.000 de siglos.