Recipiente para recoger el "precious" |
Antes de continuar, el Knifer (carnicero, cirujano, barbero) preguntaba al paciente si seguía decidido a proceder con la castración. Si el sujeto apuntaba el más mínimo gesto de duda o tibieza la intervención se suspendía, si la respuesta era positiva el tipo era retenido por tres personas y el Knifer seccionaba los testículos desde su base. El hombre no podía orinar entonces durante los tres días siguientes, ni beber liquido alguno. La agonía de estas jornadas es inenarrable, si pasado este tiempo tenía una micción correcta sobreviviría, en caso contrario, la muerte vendría precedida de una dolorosísima agonía. Para evitar que se cegara la uretra en los siguientes meses, debía introducirse un pequeña sonda que tenía que retirarse antes de la micción.
En este cartel se describe el proceso de la castración |
La herida era esterilizada o quemada con cenizas ardientes. Más tarde sería tratada con cera, sésamo y pimienta en polvo durante unos tres meses. La cera taponaba la herida y la pimienta mejoraba la circulación sanguínea, previniendo de esta manera la formación de coágulos. A su vez el sésamo actuaba contra hongos y bacterias, además de aportar un abanico de vitaminas que, probablemente, la medicina china desconociera teóricamente, aunque no en la práctica. El sésamo y la pimienta son productos regenerativos de la dermis, todo lo cual ofrecía, para una amputación tan brutal como esta, un índice de supervivencia superior al 85 por ciento.
Dentro de un recipiente sellado el eunuco conservaría durante toda su vida los restos de la amputación; lo cual requiere una precisión, toda vez que un hombre no puede entrar incompleto en el cielo según la doctrina taoísta si no quiere verse reencarnado en mulo. Ya en un nivel más prosaico, el tarrito y su contenido, se utilizaban dentro de la jerarquización del grupo de eunucos para establecer un modelo de dependencia entre ellos. Si recuerdan la película El último Emperador, cuando los eunucos son expulsados del Palacio Imperial se niegan a hacerlo hasta que no les sea restituido el recipiente con los restos de su sexo amputado, al que denominaban "precious" (tal y como se puede ver en la imagen de entrada). Los eunucos acabaron por convertirse en una especie de casta en los palacios imperiales
Como se ve, pertenecer a este colectivo implicaba grandes ventajas pero al precio de notables riesgos. La mutilación era un requisito imprescindible para acceder a este linaje, de tal forma que la impronta funcionarial -los chinos fueron sin duda los inventores de esta figura- debía estar amparada siempre con los testimonios físicos de la eviración, sólo ellos permitirían prosperar. Si se le extraviaba o le era hurtada podía hacerse con otra, aunque no fuera la propia, bien hurtándola, bien acudiendo a los Knifer (cirujanos o barberos encargados de la mutilación). Estos Knifer disponían de un pequeño negocio de "precious" ad hoc para utilizar en estos casos, y por los que probablemente pidieran una considerable cantidad de dinero.
Un abundante chorro de orina a las 72 horas de la operación eran siempre una buena señal, significaba que el sujeto se salvaría. Al cabo de tres meses podía pasar al servicio de Palacio, seguramente bajo la tutela de algún maestro del cual aprendería un oficio: cocina, lavandería, jardinería, etc. Los mas apreciados por las damas y concubinas de palacio eran los más pequeños, en torno a los diez años. Eran considerados casi como niñas y se les permitía un acceso a la intimidad de las mujeres mucho mayor que al resto de los eunucos. Se les denominaba como “eunucos puros”, una especie de criaturas angelicales a las que se les suponía esencialmente inmaculados, incapaces de pensamiento pecaminoso alguno. Conforme crecían, sin embargo, eran apartados de ese círculo de intimidad femenina y sustituidos por otros más pequeños.
A este respecto existen testimonios relativamente recientes (del siglo XIX) que hacen referencia a la castración infantil en China. En 1858 una corte especial, creada por el Emperador Sien-Fon en 1851, para tratar los casos de rebeldía, juzgó a una banda formada, entre otros, por varios menores de edad. El tribunal condenó a muerte a los adultos, pero como quiera que la pena capital en China no se se podía aplicar sobre menores de 15 años, les condenó a la castración.
Tumba de eunucos de la dinastia Ming |
Esa primera micción tras la operación, que era tan bien recibida como síntoma seguro de curación, podía a la larga causar problemas, porque había un periodo de incontinencia urinaria que podía cronificarse. Uno de las ofensas más habituales recibidas por este colectivo hace referencia a su olor personal; incapaces de retener la micción perdían el control de la misma dejando su huella en los lugares más inadecuados. Recordamos que cualquier error, por nimio que fuera, cometido en presencia del Emperador, la Emperatriz o las concubinas con cierto abolengo, podía ocasionarle castigos desproporcionados, como morir apaleado por dejar caer una copa o mostrar cualquier otro tipo de torpeza. Una micción involuntaria en el lugar mas inoportuno era severamente castigada. Con el tiempo todos los eunucos estuvieron advertidos con el fin de controlar estas perdidas; la pena mínima consistía en diez latigazos. Muchos de ellos, aunque fueran capaces de regular su micción, llevaban por si acaso vendado su bajo vientre con una suerte de pañales. Disponían también de unas artesanales rodilleras con el fin de proteger esta parte del cuerpo; la presencia del Emperador o la Emperatriz exigía postrarse, apoyando las rodillas en el suelo independientemente del tipo de superficie de la que se tratara. Esta zona del cuerpo sufría como pocas las muy exigentes y severas etiquetas palaciegas.
Al cabo de un año de la eviración eran examinados nuevamente con el fin de asegurarse de que la intervención, efectivamente, les había dejado sin sexo. Todo lo cual era imprescindible si deseban acceder al harén; un lugar prohibido incluso al hijo del Emperador ya que era un recinto de acceso restringido, vetado a todos menos al propio Emperador y a los eunucos. Violar esta norma significaba la muerte.
Tal era la obsesión de los Emperadores por este aspecto que los eunucos eran examinados cada cierto tiempo con el fin de verificar su condición de castrados. Se llegó a dar el caso de que, ante las sospechas de crecimiento anormal de la piel en la cicatriz, se pensara que el sujeto se estaba reasexuando. Hecho este imposible, en efecto. Pero los conocimientos de la época no permitían una valoración de este tipo y en ese caso el individuo podía ser de nuevo enviado al territorio de los Knifer con el fin de efectuar una nueva amputación.
La obsesión de los Emperadores chinos por la pureza de su descendencia ilustra un acontecimiento situado en el límite de la leyenda y la realidad. Pues bien, transcurria el año 1400 de nuestra Era cuando el general Kang-Ping, al servicio del Emperador Yung-Lo, fue acusado por un ministro del Emperador del peor de los crimenes: yacer con las concubinas del Emperador. Kang-Ping no sólo era un hombre leal, sino previsor y buen conocedor de las intrigas de la Corte. Por eso, cuando El Emperador le exigió defenderse de las acusaciones, éste se limitó a descubrirse frente a su Señor para mostrarle las huellas de la amputación sexual que el mismo se había causado, con el propósito de que nadie le pudiera acusar por aquel lado de felonía alguna. El Emperador, admirado, le cubrió de honores y a su muerte los eunucos llegaron a considerarle como una especie de hombre santo.
Sun Yaoting, el último eunuco del Imperio chino. |
El último eunuco chino fue Sun Yaoting que murió casi centenario a finales del siglo XX. Recuerda como su padre, desesperado por la perdida de la cosecha, decide castrarle sin anestesia alguna, solo con un vendaje y una pluma de ganso que introduce en la uretra para matenerla abierta. Refiere este hombre en sus memorias, la inmensa aflicción de su progenitor al conocer el fin del sistema imperial Chino en 1911, solo unos meses después de que su hijo fuera emasculado, y ello con el fin de prosperar como eunuco de la úlltima esposa del último de los emperadores. Aquel sacrificio, aquel infinito dolor que había causado a su hijo no había servido de nada e intuía el mucho daño que le había hecho. Ni siquiera pudieron conservar los restos embalsamados de su amputación, pues, temerosos de los comunistas, se deshicieron de ellos.
Eunucos y Concubinas en China consta de las siguientes entradas:
- Hidden Power: The Palace Eunuchs of Imperial China. Anderson Mary M. Prometheus.
- Eunuchs in antiquity and beyond. Shaun Thouger. Ed. Classical Press of Wales and Duckworth.
- The Eunuchs in the Ming dinasty. Shih-shan Henry Tsai
- Le Chine Hermétique. J. J. Matignon.
- Les eunuques du Palais Impérial à Pékin . J. J. Matignon. In: Bulletins de la Société d'anthropologie de Paris, IV° Série, tome 7.
- Historia del mundo antiguo. S. Wise Bauer
- Eunucos chinos. Stent Carter. Real Sociedad Asiatica. Sanghai. Nº 11. 1877
- Historia breve de China. Pedro Ceinos. Ed. Silex.
- China. Descripción histórica, geográfica y literaria de este vasto Imperio. Guillaume Pauthier.
- Horas chinas. Francisco González Crussí. Siglo XXI.
- http://factsanddetails.com/china.php
- http://nobleworld.biz/images/Doran.pdf
- http://www.zum.de/whkmla/sp/0910/nhw/nhwlog.html
- http://academic.brooklyn.cuny.edu/core9/phalsall/texts/eunuchs1.html
- Travels in China. John Barrow. 1805
- Propios.