HISTORIA DEL VENENO (I)
¿Os acordáis de Blancanieves? ¿Las tortugas Ninja? ¿El increíble Hulk? Todos fueron envenenados con diferentes resultados. El veneno nos ha acompañado desde hace miles de años. Se ha utilizado bastante más de lo que imaginamos y está detrás de muchas muertes inesperadas. Seguramente su uso ha cambiado la historia. Si quieres saber la razón por la que el tomate tenia tan mala fama en la Edad Media o ¿qué es eso de la camisa italiana? o bien detalles sobre el oficio de catavenenos, este es tu post. Esta es la primera parte de El Veneno. Dentro de unos días colgaremos la segunda. Que os guste.
Siempre se ha dicho que el veneno es un arma nefanda, el "arma del cobarde". Ha sido despreciado a lo largo de la historia y no solo porque mate, sino porque lo hace sin ser visto, dejando impune el crimen y a salvo al criminal. Su forma silente de actuar y la labilidad de sus componentes hace, aún hoy, indetectables algunos tóxicos. La paradoja de todo esto es que la naturaleza obra con bastante más nobleza de la que utiliza el ser humano; señala con advertencias muy explicitas a aquellas criaturas ponzoñosas. Paracelso, una especie de hombre para todo (médico, brujo, astrólogo. Vivió en el siglo XV) venía mas o menos a decir que todas las sustancias de la naturaleza, en la dosis adecuada, podían considerarse veneno.
Su uso no requiere una particular fuerza física, pero sí que está muy relacionado con la astucia y también con la seducción. Estos valores, como se ve, militan en campos opuestos a la violencia pura y dura. Por esa y otras razones, el uso del veneno, ha ido tejiendo una leyenda negra: quedó vinculado, desde tiempos inmemoriales, a la mano femenina. Y eso que no es ni mucho menos privativa de este sexo, como ya veremos, pero sí es cierto que, de entre todos los métodos posibles, este es el preferido de las mujeres. De hecho, muchos venenos tienen una clara resonancia femenina: Agua Toffana, Belladona, etcétera.
Cleopatra probando venenos con condenados a muerte |
Una memoria histórica de los personajes envenenados, o posiblemente envenenados, seria muy extensa: Atila, emperadores romanos, bizantinos, sultanes, papas, reyes, reinas, hijos de reyes, aspirantes a reyes. Además de los miles, o decenas de miles de ciudadanos anónimos a los que una mano, que no les quería nada, les empujó al otro mundo antes de que llegara su hora. Y seguro que en esta enumeración nos quedamos cortos.
El veneno ya estaba presente en las cuevas de las pinturas rupestres, utilizándose al principio para la cacería. Uno de los primeros objetos manufacturados por la especie humana de los que se tienen constancia, es la de un aplicador de venenos, conserva aún, a pesar de sus casi 25.000 años de antigüedad, restos tóxicos de semillas de ricino, utilizados para la caza por los «bosquimanos», una tribu del África meridional. En Egipto se acudía a él para ejecutar a los criminales pero su elaboración era considerada, como en Grecia, secreto de Estado. De hecho, la palabra tóxico proviene del griego "toxon", nombre del arco con el que se disparan las fechas envenenadas. Mesopotamia (la actual Irak), con una soberbia tradición propia, sirvió además de puente y nexo entre las sustancias que venían de la India y Egipto. El llamado papiro Ebers, describe plantas y otras sustancias que tienen esa propiedad doble: curar y matar. Detalla cientos de preparaciones, entre las que se mencionan la cicuta, el plomo, el antimonio (o antimonje, llamada así porque cientos de años después, en la Edad Media, hizo perecer a todo una comunidad de monjes de clausura).
En la antigua India se utilizaban los trajes de honor, impregnados de veneno y que lentamente iban matando a sus poseedores. Hércules, atormentado por la camisa untada con la sangre envenenada del centauro Nessus, prefiere quemarse vivo en el monte Eta a soportar el suplicio del veneno durante más tiempo. También en la India: Chandragupta, un monarca casi mitológico, pero real, usurpador de un imperio que abarcaba desde el río Indo hasta Bengala, y que se enorgullecía de haber derrotado a Selecuco I, uno de los generales de Alejandro Magno; se mantenía en el poder usando todos los métodos a su alcance. Incluido uno que consideraba al veneno como una especie de arte de la seducción. Había ido inmunizando a jóvenes de los dos sexos contra todo tipo de venenos, convencido de que ello le proporcionaría un arma doble; pues les haría invulnerables a los efectos de la ponzoña y serían portadores ellos mismo, a través de sus fluidos corporales (sudor, saliva, etcétera), del poderoso arma del veneno con fines políticos. La propia ceremonia del sati, igualmente en la India, y que consistía en la inmolación de las viudas en la misma hoguera que consumía los restos de sus maridos, y a las que supuestamente se lanzaba ellas de forma voluntaria, parece que fue establecida con el fin de evitar que estas pudieran liberarse de un esposo impuesto en matrimonio a través de la administración de venenos .
Mitridates fue otro rey que utilizó este sistema de inmunización progresiva al veneno. Experimentando con ancianos y prisioneros, logró una inmunidad tomando pequeñas cantidades de tóxicos con el fin de hacer resistente su organismo. El destino, sin embargo, le jugó una mala pasada porque, cuando necesitó quitarse la vida para no caer en poder de los romanos, tuvo que clavarse una espada, pues ninguna sustancia le hacia efecto. «Mitridatismo» se llamó a esta resistencia adquirida al veneno, y «mitridato» el más potente antídoto conocido en la antigüedad. El producto evolucionó, de tal manera que, adquirió compromisos terapéuticos, conociéndose desde entonces como «la triaca». La triaca fue más o menos artilugio de mesilla de los ricos y poderosos. Compuesto por más de 40 sustancias, se mezclaba todo con miel y después de triturarlo se diluía en el vino. Otro caso de Mitridatismo (así se conoce la progresiva inmunización al veneno; ingesta de dosis no letales del mismo, que se van incrementando en el tiempo) es el del rey Bindusara, hijo del referido Chandragupta, que al parecer nació con una mancha azulada en su frente. Refiere la leyenda que Chandragupta se alimentaba con comida a la que uno de sus «gurus», Chanakya, añadía una pequeña cantidad de veneno, con el fin de reforzar su inmunidad. La reina Durdhara, madre de Bindusara, acertó a probar la comida de la que su marido se alimentaba, el cual, ignorante del proceder de su asesor, nada pudo hacer por evitarlo, observando como la madre de su hijo moría envenenada con un niño en sus entrañas. Rápidamente, y con el fin de evitar que el veneno llegara al feto, Chanakya decidió abrir el vientre de la reina Durdhara, lo que salvo la vida del niño, pero no pudo evitar que una gota de veneno le señalara en la frente.
Más o menos por esta época, en Israel , cuando una mujer era acusada de adúltera, se la conducía al templo. Allí, los sacerdotes le daban de beber las llamadas aguas amargas, que consistían en un veneno muy poderoso. Pero aquí la gravedad judaica se aligeraba un poco porque, si era una mujer bella, le daban el brebaje solamente y si sobrevivía quedaba sirviendo durante un tiempo en el templo. En caso de no ser agraciada, le ofrecían el mismo compuesto mezclado con cal viva. Si no la mataba el veneno la mataba la cal.
Revisado: 12 marzo de 2022