Califas y Sultanes Locos.

Ibrahim I. La Casa Mundo
Ibrahim I


Califas y Sultanes Locos.


El califa es el heredero del profeta, detenta pues el poder religioso pero también el civil es un teócrata comprometido con la defensa de la fe y los Santos Lugares que en un principio recibía su autoridad del vinculo familiar con el Profeta, esta línea pasó sucesivamente desde los Omeyas a los Abasíes y por fin a los otomanos. El Califato acabo por legitimarse con el tiempo además de por el ejercicio de la fuerza, a través de la propiedad de  tres reliquias: la capa del Profeta, uno de sus dientes y un rizo de sus cabellos Esto es lo que  hizo por ejemplo el califa otomano Selim I [1465-1520] trasladando esta potente simbología al palacio de  Topkapi . Con todo, el Califa era solo un servidor de la fe y nunca habría traspasado los límites del poder humano. Ninguno de los príncipes del Islam hubiera llevado su prominencia hasta el  endiosamiento de su figura. Parece que solo hubo una excepción en la figura del muy excéntrico califa fatimí; Al-Hakim [985-1021] que consiguió sublevar El Cairo en su contra al proclamar su divinidad, tenida por absurda, casi al final de un reinado.

El Cairo viejo en efecto se amotinó en el 1020, harto de soportar una gobernanza errática y sangrienta que llegó a su culminación con la agotadora exigencia de que todo ciudadano  que se encontrara presente en el lugar en el que su nombre fuera pronunciado debía de postrarse sin que el demérito de su edad y estado sirviera como excusa. El Cairo había tenido que soportar durante varios años el arbitrio, la crueldad y la vesania de un demente que por ejemplo hizo matar a todos los perros de la ciudad, prohibió la ingesta de determinados tipos de pescado así como el juego del ajedrez. Estableció la ley marcial pero a la vez exigía a comerciantes y vendedores mantener su actividad durante la noche, iluminando las callejas para aliviar probablemente su insomnio. Entre sus numerosas extravagancias prohibió la manufactura del calzado destinado a las mujeres. Un día desapareció y no se tuvo mas noticia de él que los restos ensangrentados de su modesta ropa sobre el burro a cuyo lomo gustaba pasear, descuidado su aspecto hasta el extremo de la indigencia.

Al Hakim. Lacasamundo
Al-Hakim

 Al-Hakim fue una excepción. Que sepamos fue el único de los califas que usurpó sus prerrogativas yendo un paso más allá. Por eso nos inclinamos por su demencia. En este viaje hacia el extravío sí que fue acompañado por varios teócratas: Ibrahim I,  llamado el loco, lo que despeja cualquier duda. Sultán otomano desde 1640 hasta 1648. Aunque "la ley de fratricidio"[1] se había suprimido desde hacia al menos un siglo,  Ibrahim vivió sus primeros años aterrado en el llamado Kafes, la jaula del palacio de Topkapi, un confinamiento de lujo.  

El Kafes era el recinto en el que los sultanes recluían a los familiares con derecho de sucesión al trono hermanos o hermanastros por lo general. En el caso de sentirse amenazados ordenaban a los jenízaros su ejecución. Ibrahim tuvo que presenciar como cuatro de sus hermanos fueron asesinados, y ni siquiera dio crédito a la noticia de que había sido elegido sultán pensando que era solo una argucia para asesinarle. Probablemente sufriera ya trastornos psicológicos derivados de su confinamiento. Incapaz de gestionar gobierno alguno, su madre, la llamada Kösem Sultan, se encargó de ejercerlo mientras que él se abandonaba a una permanente incuria sensual, viviendo prácticamente rodeado de concubinas, bufones y músicos. Sus orgías llegaron incluso a escandalizar a el propio harem Entre sus numerosas extravagancias figura la habitación de los espejos donde creía encontrar un estimulante visual a su ya consumida libido. Sufrió frecuentes ataques epilépticos y con el propósito de vigorizar su frágil naturaleza solía tomar café disuelto en abundante ámbar gris. El precio de este producto adquirió en el sultanato precios astronómicos. Tanto mas cuanto que el sultán lo utilizaba abundantemente en su barba, ropa, habitaciones y sobre el cuerpo de sus amantes. Estableció un impuesto especial sobre el mismo y las pieles, particularmente sobre las de la marta cibelina Fue estrangulado, aunque su cuerpo tuvo mejor suerte que el de su visir Ameh-Baja conocido con el postrer apodo de "bezarparé" a la vista de sus restos, esto es: destrozado en mil pedazos .  




[1] Permitía al sultán eliminar físicamente a hermanos, hermanastros y demás familia con el fin de erradicar la legitimidad de una posible sublevación. Su Abolición fue sustituido por el confinamiento a perpetuidad en el El Kafes, un recinto próximo a la residencia del Sultán.