Ámbar gris. El mejor perfume del mundo



ÁMBAR GRIS. EL OLOR DEL MAR


El ámbar gris es una de las pocas sustancias de origen orgánico cuya incorporación a la perfumería marco un antes y un después en la manufactura de sustancias aromáticas. Fueron los árabes, con casi total seguridad, los primeros que incorporaron el ámbar gris a los preparados olorosos. Al Ámbar gris se le ha dado en llamar "el vomito de un cachalote", pero es una expresión inadecuada porque el ámbar gris es una obstrucción intestinal en el aparato digestivo de los cachalotes. El cachalote mantiene una dieta basado en la masiva ingesta de calamares, su apetito es insaciable hasta el punto de que cada dos días debe vomitar parte de su alimento por la imposibilidad que sus cuatro estómagos tienen para digerirlo. Aproximadamente, en el uno por ciento de los casos, el bolo fecal a veces tiende a bloquear el intestino, esto sucede por varias razones, estas pueden obedecer a una deficiente diseño anatómico del mismo, patologías, incluso, al propio azar. Como quiera que este coprolito está formada por productos de desecho inasimilables, básicamente formadas por los durísimos picos quitinosos del calamar y restos de una sustancia lubricante que protege su tubo digestivo, la obstrucción solo puede resolverse o bien por una expulsión espontánea o por un bloqueo definitivo del recto. lo que compromete fatalmente la vida del cetáceo. Cuando el bloqueo es completo le estallan literalmente las tripas.  

     Esta masa fecal de olor nauseabundo enriquecida con la aportación de millones de bacterias residentes en el intestino es el ámbar gris. Efectivamente, la perfumería vive en un delicado equilibrio, de un lado esta la fetidez, pero del otro ya se encuentra la fragancia. El ámbar debe su rareza a un proceso patológico que afecta a una mínima parte de la población de cetáceos.  Pero aun carece de valor alguno, es solo un bloque esponjoso un poco menos denso que el agua por lo que permanece sumergido  en parte, al capricho de las corrientes. Hasta hace bien poco se pensaba que el océano lo iba cincelando como si fuera un escultor, el agua salada, la luz del sol, el tiempo transcurrido a merced de las corrientes definen sus propiedades de una manera única. Por si estas circunstancias no fueran suficientes para reconocer una absoluta singularidad, convendría destacar que cada trozo de ámbar lleva marcada una traza dietética única. La proporción de las distintas especies de calamar depende de los mares por los que el cetáceo se haya alimentado, la profundidad a la que lo ha hecho, y otros factores marcados por el azar que harán prácticamente imposible la existencia de dos piezas de ámbar gris idénticas en calidad y forma. Huele que apesta recién excretado, pero el mar obra la trasformación adecuada y lo presenta como una fetidez rota, prestigiada con tonos oceánicos, amaderados e indolentes.... En esta carrera por encontrar epítetos adecuados la que mas destaca es la del naturalista francés Georges Pouchet [1833-1894] que encontraba el olor del ámbar perfectamente conveniente al nicho donde se había elaborado: el ámbar olía a cachalote. 

     Los nódulos son transportados por las corrientes hasta que una mínima parte de ellos acaban siendo depositados en las ensenadas, bahías o calas. No todas las piezas de ámbar gris son de la misma calidad, algunos son directamente descartables; el fresco es de color negro, untuoso como la arcilla y de nociva emanación, tal y como sostiene algunos expertos puede devolverse al océano porque es directamente inutilizable; si no se sabe apreciar las notas sucias en la manufactura; huele a estiercol. No se conoce con exactitud el tiempo que uno de estos coprolitos deben permanecer en el agua para obtener una perfecta curación. Se ha hablado de veinte o treinta años, aunque el aspecto exterior de color blanco es suficientemente indicativo de la acción oxidativa del agua salada sobre su superficie, a mayor grosor más tiempo de curación y mejor fragancia, paradójicamente los tonos grisaceos, que le dan el nombre, responden a un producto de calidad media.



Hermes 24 Faubourg Extrait
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ENCENS MYTHIQUE D'ORIENT. GUERLAIN

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Molook Attar.. Amouage
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     Las teorías concernientes a la distribución y origen del ámbar gris han sido bastante numerosas . Los chinos lo conocían como la saliva del dragón, y junto al alcanfor constituía un codiciado exoticus, creían que la baba de este mítico animal derramada sobre las rocas era la responsable del aglomerado. Del audaz Sulaymān al-Tājir[1]  es la ocurrencia de que el ámbar crecía en el fondo del mar cual planta marina y que serían las galernas las responsables de agitar los lechos marinos empujando estos champiñones sobre la costa. Se refería Sulaymān a los centenares de islotes conocidos como las Islas Maldivas  atolón donde al parecer era frecuente el hallazgo del ámbar. En el  Golfo de Adén se practicaba el hallazgo a la deriva de concreciones de ámbar. Los nativos costeaban las orillas durante las noches claras a lomos de sus camellos, estos animales se habían hecho tan sensibles al olor del ámbar depositado en la orilla que se detenían arrodillándose sobre sus patas delanteras. Es obvio que ignoraban su procedencia a la vista de que tenían a los propios  cachalotes como devoradores de ámbar. Una lógica consecuencia de los restos hallados en los estómagos de estos animales muertos a los que las mareas hacían encallar en la costa. Las tribus locales habían observado con precisión que los aglomerados próximos al recto carecían de la agresiva pestilencia de los contenidos estomacales. No era el único producto rentable del cetáceo ansiado por perfumistas de Bagdad, Constantinopla y Basora, también la grasa del cachalote era vendida para calafatear los cascos de los barcos, carenando los eventuales orificios producidos por la peculiar ingeniería de los típicos dhows árabes cuyas cuadernas no utilizaban clavo alguno ya que se ensamblaban con cuerdas. 

     Abù'l-Fazl-i [2] que fuera primer ministro, además de amigo del Emperador Akbar [3] poseía una particular teoría sobre el origen del ámbar gris, al que consideraba como miel en distinto estado de solidificación oculta en el interior de algunas montañas, y en tal cantidad que, formaría torrenteras que irían a desembocar en el mar. Los emperadores mogoles eran rendidos admiradores del ámbar, hasta el punto de que Akbar en sus aposentos, mantenía un permanente flete de ámbar sublimándose en el interior de abundantes turíferos. 
     El ámbar, de cuantos extractos animales se conocen, es el que tiene mayor duración. Mientras que el potente olor del almizcle puede mantenerse durante algunos días, el del ámbar, más sedoso,  es capaz de ilustrar nuestro olfato durante meses y no solo esto; dilata la vida de otros perfumes asociados con él merced a un proceso que no se conoce con precisión y que lleva a aventurar incluso cierta capacidad del ámbar por incautar las propiedades aromáticas de cualquier material al que se le asocie. Esta propiedad hizo del ámbar una secreción codiciada y ampliamente distribuida, encontrándose desde las costas de España, -lo que seguramente permitiría con el correr de los siglos una acreditada industria volcada en la perfumatización de los cueros- hasta su introducción en la India a través del comercio con los árabes en torno al siglo VIII


[1] Conocido por el sobrenombre del "marino" o "mercader". Fue un precoz navegante del siglo IX que surcó el Índico hasta llegar a China.
[2] En efecto, escribió una interesantísima crónica del Emperador Akbar dando detalles, incluso del gabinete de perfumes creado por este Mogol
[3] Tercero de los Emperadores Mogoles que dominaron gran parte del subcontinente Indio desde los siglo XVI hasta mediados del XIX


SI QUIERES SABER MÁS:


El presente texto es un extracto de Acerca del perfume y el olor que se encuentra publicado en Amazon

Acerca del Perfume y el Olor






rev. 16/01/2022