ELEFANTES CURIOSIDADES HISTÓRICAS
Pero si hay un país en el que la relación con los elefantes adquiera perfiles de intenso reconocimiento este es la India, bueno, más exactamente el subcontinente Indostánico. Las noticias más antiguas llegadas a occidente sobre el elefante las recibimos de forma indirecta y tienen mucho que ver con la retirada de Alejandro Magno de la India, a la vista de sus primeras escaramuzas con este paquidermo que espantaba a sus caballos. Ctesias, un médico griego al servicio del rey de Persia, Artajerjes II viajó a la India por encargo de este entre los años 404-398 a.C. , casi un siglo antes de la aventura de Alejandro, y ya refirió que la mayor parte de la población del mundo conocido vivía en esa tierras. Las bregadas tropas del Macedonio decidieron tras una primera victoria retirarse de la India a la vista de un ejercito de proporciones tan descomunales que disponía de mas de 4.000 elefantes cual muro impracticable, aunque no es descabellada la exageración. Otro tanto le sucedió a su heredero en en el reino de Babilonia que se reactiva en el año 312 a.C, en esta ocasión como capital de Selénico[3] que recibe un imperio inmenso que se extiende desde el Mediterráneo hasta los límites de la India, a la que incluso pretende invadir. Según Plinio[2] Selecuco se las vio con una masa infinita de 600.000 hombres y 9.000 elefantes movilizados por Chandragupta fundador del Imperio Mauria, al norte de la India. Un océano descomunal de muchedumbres jamás visto en occidente y que empujaron a Seleuco a la firma de un pacto, por el cual, renunciaba a la parte oriental de su imperio a cambio de 600 paquidermos con los que pretendía intimidar a sus enemigos.
Antonio de Monserrate[4], un jesuita nacido en Vic en el siglo XVI, decía que los elefantes, con ser tan poderosos, tienen dos enemigos marcados por La Providencia con el fin de templar la soberbia que les puede dar su tamaño: estos son los ratones y las hormigas. Sólo por esa razón, decía, los elefantes duermen con su trompa metida en la boca. Se anticipaba probablemente el jesuita al convenio que parecen tener las acacias africanas con un tipo de hormiga muy molesta para los elefantes y que es la única capaz de mantener alejado a este buen bruto de sus sabrosas hojas, que de no ser por aquellas habrían caído abatidas ante la voracidad del mismo. Montserrate es autor de un libro injustamente olvidado por lo prolijo de sus descripciones en la corte del Imperio Mogol [Mogol sin «n»] y nos proporciona cierta información que bien puede causarnos incredulidad. Refiere, por ejemplo, que los machos pueden volverse locos durante determinados episodios de su vida, y que esta enajenación violenta era aprovechada por los mogoles para realzar su utilización militar, pero como quiera que se trata de un animal con tendencias apacibles, de la misma manera que aparecían estas febrículas violentas desaparecían, probablemente porque estuvieran relacionadas con el periodo de celo de las hembras. Pensaron pues los mogoles aprovechar las ventajas de un animal airado y decidieron alimentarlos con carne de tigre, creyendo que la fuerza de este felino pasaría al paquidermo haciéndole mas salvaje contra sus enemigos. En efecto nada de esto sucedía y el elefante conservaba su naturaleza tranquila.
Los emperadores mogoles mantuvieron una estrecha relación con este animal, hasta el punto de que sus favoritas eran transportadas a lomos de elefante, ahora bien, como quiera que ninguna mujer del harén podía ser vista por ojo alguno, llevaban esta restricción hasta ridículos extremos y cubrían la cabeza del elefante cuando transportaban a sus favoritas en una práctica conocida como purdha. El emperador Yahangir, un hombre extraordinariamente apacible, carácter bien extraño a la tradición guerrera de los mogoles, tenía cuatro amores en su vida: los perfumes, su mujer y los elefantes, el cuarto le llevó precipitadamente a la tumba, era un alcohólico.
Terra. Giuseppe Arcimboldo. 1563 |
Los emperadores mogoles mantuvieron una estrecha relación con este animal, hasta el punto de que sus favoritas eran transportadas a lomos de elefante, ahora bien, como quiera que ninguna mujer del harén podía ser vista por ojo alguno, llevaban esta restricción hasta ridículos extremos y cubrían la cabeza del elefante cuando transportaban a sus favoritas en una práctica conocida como purdha. El emperador Yahangir, un hombre extraordinariamente apacible, carácter bien extraño a la tradición guerrera de los mogoles, tenía cuatro amores en su vida: los perfumes, su mujer y los elefantes, el cuarto le llevó precipitadamente a la tumba, era un alcohólico.
Al sur de la India, y a pesar de la invasión musulmana de los mongoles en buena parte de su territorio, se mantuvo el conocido como Imperio de Vijyanagar. Algunos autores piensa que la resistencia del Imperio de Vijayanagar al huracán musulmán es lo que permitió a la India conservar las viejas tradiciones culturales y religiosas del hinduismo. Un viajero portugués Duarte Barbosa, en el siglo XVI, se ocupó de describir este territorio meridional en el que nuestro amigo el elefante, junto a los caballos era un ser tan privilegiado que incluso se le perfumaba De suerte que el delicado olfato de los elefantes parece que les llevaba a seleccionar en su dieta las flores más fragantes, es así que antes de devorarlas se embelesan con su aroma; la flor del naranjo estaba entre sus preferidas [5]
Felipe II que había utilizado los servicios de jesuitas como parte de su red colonial e imperial, es el caso del padre Montserrate, también recibió como obsequió un elefante remitido a la Península precisamente por el virrey de la India, Francisco de Mascarenhas. Este animal llegó al Monasterio del Escorial en el año 1583, controlado por un guía nativo a los que se conocía como mahouts. El elefante obsequió al rey con las habilidades de la que era capaz tales como inclinarse, tumbarse o coger frutas con la trompa. No es difícil imaginar el pasmo causado por la presencia de este animal en los paisajes españoles, aunque hemos de decir que no era la primer vez. En efecto, varios años antes, 1549, La Reina de Portugal, Catalina de Austria, tía de Felipe II había empezado a practicar la diplomacia de los animales. Aprovechando las grandes posesiones ultramarinas de este pequeño reino, cuyos monarcas en algún momento de la historia fueron los mas ricos de Occidente, importó a la metrópolis toda suerte de animales exótico con el fin de respaldar eventuales alianzas. Uno de estos animales fue una cría de elefante al que se le puso el nombre de Suleiman. Catalina de Austria obsequió con este presente a su nieto Carlos, hijo de Felipe II, aunque por razones no precisadas [bien puede tener que ver la naturaleza inestable de Carlos que se complacía en el maltrato de sus animales de compañía] el elefante acabó en la Corte Austriaca causando un natural asombro. El elefante Suleiman sirvió incluso como modelo y su cabeza puede contemplarse en una cuadro del pintor Arcimboldo con el que acompañamos esta entrada. En esta misma linea diplomática el prudente y hábil Manuel I de Portugal a principios del siglo XVI obsequió al Papa Leon X con un paquidermo albino de nombre Annone con el fin de agradecer la protección del Papado respecto a las nuevas rutas comerciales abiertas por el reino luso. La prodigalidad de los monarcas portugueses no tenía límite y de no mediar un desafortunado naufragio El Vaticano habría recibido también el testimonio de un rinoceronte blanco que se ahogó en el mismo. más que nada porque su pesado cuerpo estaba amarrado a las argollas del buque y este lo arrastro hasta el fondo.
Luis IX de Francia, también conocido como San Luis aprovechó su presencia en el Norte de África, donde precisamente murió, para incautarse de un elefante con el que obsequió en 1255 al rey inglés Enrique III, para este se habilitó un establo en la Torre de Londres. Un último episodio lo protagonizó el conocido Padre de la fuerza o Abû al- Abbâs. Este fue el significativo nombre de un elefante obsequio del califa Hârûm al-Rashîd al Emperador Carlomagno. El animal desembarco en Porto Venere y murió ocho años después, tras pasear indolente su peso por todos los caminos de Europa septemtrional, no en balde las crónicas de la época se referían a él como Ambulabat o ambulator[6]
Os ofrecemos la bibliografía utilizada
[1] Plutarco «Vidas paralelas. Alejandro»
[2] Plinio, Historia Natural VI, 22.4
[3] Fundador del Imperio Seleúcida. A la muerte de Alejandro Magno su Imperio fue repartido entre sus diádocos o generales, los mas importantes fueron el propio Selecuco, Ptolomeo en Egipto y Antígono en Macedonia.
[4] Comentario del Padre Monserrate en su viaje a la Corte de Akbar el Grande
[5] Chronica dos reis de Bisnaga
[6] Monachi Sangallensis de Gestis Karoli Imperatores. MGH. scriptores. TOMO II p 752. Ver detalles en Les Carolingies et le califat abbaside [VIII-IX] Philippe Sénac