El Beso. Anatomía de un gesto. Parte Primera




Dame un beso




Nadie como los literatos de la Antigua Roma para utilizar con absoluto desparpajo el idioma más audaz, escrológico creemos que se llama, por eso decía Ovidio en el Arte de Amar [1] que el cuerpo tiene dos orificios, se pueden imaginar de cuales está hablando este exiliado en el Mar Negro[2], uno de ellos es el que corresponde a la boca y lamentablemente, decía Ovidio, en algunos casos hiede de tal manera que nos hace echar de menos los aromas del otro. El beso, pues de esto van estas dos entradas, tiene una buena prensa en Occidente, por eso parece que esta aproximación es algo injusta, pero como veremos al final y como conclusión, el beso explora categorías distintas del conocimiento y es capaz de aventurarse en lugares nada recomendables. Como contrapartida su sello afectivo es capaz de silenciar los muchos reparos higiénicos que debería darnos un gesto casi mecánico en el que intervienen más de una decena de músculos tan perfectamente trabados que son capaces de realizar trabajos finos de sensibilidad; minería afectiva, hemos decidido llamarla y ya veremos el porqué. Habitualmente el beso, pese a lo que podamos pensar, es un gesto de reconocimiento social que no siempre implica afecto entre las dos partes, el beso de Judas por ejemplo es un modelo de hipocresía, pero no es el único, también es una delicadeza de la mafia hacia sus víctimas en las que la intensidad de las emociones es tan viva que amor y odio cuecen en el mismo puchero.  Charles Darwin reconocía la sombra de los primeros besos en la misma Edad de Piedra, los clanes se reconocían por el beso y así los besos en la mejilla de padres, hijos, sobrinos, hermanos y hasta amigos entre si constituían una especie de reconocimiento en el clan, pero su propósito era mas bien de carácter olfativo, de tal manera que en su origen el beso consistía en identificar al sujeto por su olor, como lo hacen los perros y también las hormigas. Esto último nos acerca incluso a un tópico suficientemente conocido, el beso olfativo de los esquimales, no es el único beso de este tipo pero sí es el más renombrado  Los esquimales son el pueblo de la tierra que soporta el rigor ambiental más extremo, nada hay que se pueda comparar al frío absoluto ni a las muchas exigencias que demanda un espacio tan hostil y además tan grande; y tal es así que un gesto tan humano como el beso debe, en su caso, ser limitado a un mero roce entre sus narices por temor a que el frío deje soldados sus labios en el caso de utilizar la boca para mostrar estos gestos de afecto……No es cierto claro, pero forma parte de la ironía inuit 


     El beso es la culminación de una emoción, la parte figurativa de la sensación. Cuando es una vibración positiva nos pone en contacto con nuestra faceta mas sociable, aquella que antepone el bienestar de los demás al nuestro propio, quizás es que el amor sea una carga de profundidad ante el instinto de supervivencia, anteponiendo en este caso las posibilidades reproductivas a nuestra propia integridad y seguridad biológica. Cuántos peligros no hemos de sortear en nuestra propia integridad cuando sellamos dérmicamente un contacto  físico, un gesto que descargará en nuestra boca una variada población vírica y bacteriológica cuyos riesgos desconocemos pero que es tan cierta como para que a una de ellas se la conozca como la enfermedad del beso. 
     Hay algo efectivamente osado y provocador en nuestra boca, una impudicia permanente de nuestro órgano bucal que siempre está desnudo; por eso, un gesto en origen impregnado de virtuosidad y mesura cual era la ocultación de la parte inferior del rostro rebota en su inicial intención y se convierte en procaz enmascaramiento de la boca que siempre muestra la animalidad indomable de nuestros instintos, cubriéndola castamente lo que hacemos es fomentar su atractivo magnético. Así pues no hay partes físicas indecentes, hay ropas que las hacen indecentes. En el siglo XIX, que es probablemente uno de los episodios de nuestra historia más mojigato, era corriente advertir a las señoritas de los peligros del beso, porque su abuso podía dañar la piel[3]. Y eso que el texto en cuestión no entraba a valorar una variedad mas orgánica de ósculo; el beso con lengua. Esta es la versión mineralógica del beso, es decir el beso con lengua constituye una variedad higiénicamente cuestionable a la vista de la existencia de los cepillos de dientes, pero es la evolución natural del beso que de alguna manera satisface la natural curiosidad del hombre por explorar horizontes físicos desconocidos, y nada mejor que la lengua como instrumento, visto que es un apéndice muy vascularizado y sensible. Pero no estamos muy seguros de que esta esgrima de lenguas dentro de las cavidades bucales pueda considerarse beso y la perspectiva nos lleve mas bien al intercambio de información genética a través de la saliva. Una especie de exploración del terreno con el fin de verificar la idoneidad genética de la pareja para  el intercambio de información que así dicho parece mas bien un titular de prensa. El Kamasutra, quién diría que se trata de un texto místico, tiene bastante claros los conceptos; a este tipo de beso lo llama besar el interior de la boca o combate de lenguas. Es un momento más del frenesí sensual en el que se pueden prodigar los amantes en una autentica tormenta de besos; besos en la frente, los labios, las mejillas, los pechos y en los ojos incluso, este ultimo tiene un recorrido curioso que vamos a obviar por razones de espacio. Hemos contabilizado mas de quince tipos de beso en el texto Hindú,



[1] Ars III, 35,36
[2] En efecto fue exiliado por Augusto
[3] My lady's dressing room. Harriet Hubbard Ayer

  Continuará.........