La empresa OB ya hacía referencia al papiro en su publicidad |
Historia de la compresa
La historia la han escrito los vencedores, o los amos, o los poderosos. La han escrito aquellos que saben escribir. Y esto, aunque pueda parecer una obviedad, una de esas verdades de perogrullo tiene su importancia. La historia de la humanidad, por ejemplo, es la historia de los hombres. Las mujeres y los niños han ocupado un lugar secundario, un reflejo, una sombra. Cuando os presentamos las entradas sobre el pañal, ya os dijimos las dificultades que habíamos encontrado para documentarnos sobre la infancia. Ahora, y como lo prometido es deuda, os presentamos una historia de las compresas, mas o menos con las mismas trabas: las mujeres y los niños, por lo general no sabían escribir.
La historia de las compresas es relativamente reciente, los primeros productos industriales se dieron en Alemania, en torno al año 1880, pero la idea es antigua. Hasta entonces, la vida pública de las mujeres venía marcada por sus ciclos menstruales, por eso que muy pomposamente se ha dado en llamar “el encuentro periódico con su propia naturaleza”. Las primeras referencias sobre el uso de paños higiénicos o compresas los encontramos en Egipto, y el primer testimonio escrito sobre la menstruación se encuentra en el famoso papiro Ebers; una especie de manual médico elemental.
Papiro Edwin Smith, con una referencia a la menstruación en la zona en recuadro |
Del antiguo Egipto pensamos que se ha dicho de todo, incluso aquello que no es cierto, pero si podemos aventurar que sus mujeres gozaban de un posición privilegiada. Su medicina y cultura higiénica apuntan a la existencia de accesorios menstruales que ayudaran a sobrellevar los días del ciclo en forma de pequeñas almohadillas rellenas de algodón, desechables entre las clases altas y reutilizables entre los modestos. También se supone, pues no existe referencia escrita, que se utilizaba tampones realizados con papiros pues sí hay constancia del uso de dichos métodos pero con fines anticonceptivos. Nada que ver con sus vecinos los israelitas cuyas mujeres debían soportar lo que los anglosajones llaman descargas menstruales directamente sobre sus ropas. De tal forma que innumerables generaciones de mujeres se han visto perseguidas por una ropa manchada, señaladas por los numerosos tabúes que sobre la menstruación han existido.
Cabe considerar que las mujeres de Esparta a la vista de su recia conformidad fisica y moral obviaban el uso de accesorio alguno de esta naturaleza. En la tardía Grecia el uso de compresas menstruales está atestiguado de una forma un tanto indirecta, Hipatia, una matemática griega que residía en Alejandría, aconsejaba que la mejor manera de desembarazarse de un pretendiente detestable consistía en lanzarle el trapo de la menstruación. Esta es una curiosa forma de deshacerse de un pelmazo aunque la historia ofrece mas bien la imagen del exilio mensual que las mujeres sufrían, y sufren, en las llamadas cabañas menstruales de las culturas precolombinas, en África , Asia, etc. Esas habitaciones privativas de las mujeres presentes también en la antigua Grecia y Roma, los llamados gineceos en Grecia, la parte del hogar destinada a la vivienda de las mujeres, y el conocido como Mundus Muliebris el dormitorio donde la matrona romana solía cultivar su intimidad, cumplía de facto este cometido. Unas y otras atestiguan que las chozas para la menstruación, en un formato u otro eran una fenómeno global, tal y como muestra el mapa que ofrecemos.
Estos recintos eran utilizados por las mujeres de una comunidad con el fin de refugiarse en ellos durante sus periodos menstruales, lo que a la vista de las presiones y prejuicios sociales existentes no dejaba de ser un alivio. La antigüedad grecolatina pudo ofrecer a sus más distinguidas damas una suerte de accesorios íntimos formados por palitos forrados de algodón, según Hipócrates. Lo cual no es inverosímil, aunque por mas que hayamos rebuscado en la obra de éste no hayamos encontrado alusión alguna a los mismos. Existían también rollos de lana cubiertos de cera en su envés con el fin de evitar excoriaciones
Cabe considerar que las mujeres de Esparta a la vista de su recia conformidad fisica y moral obviaban el uso de accesorio alguno de esta naturaleza. En la tardía Grecia el uso de compresas menstruales está atestiguado de una forma un tanto indirecta, Hipatia, una matemática griega que residía en Alejandría, aconsejaba que la mejor manera de desembarazarse de un pretendiente detestable consistía en lanzarle el trapo de la menstruación. Esta es una curiosa forma de deshacerse de un pelmazo aunque la historia ofrece mas bien la imagen del exilio mensual que las mujeres sufrían, y sufren, en las llamadas cabañas menstruales de las culturas precolombinas, en África , Asia, etc. Esas habitaciones privativas de las mujeres presentes también en la antigua Grecia y Roma, los llamados gineceos en Grecia, la parte del hogar destinada a la vivienda de las mujeres, y el conocido como Mundus Muliebris el dormitorio donde la matrona romana solía cultivar su intimidad, cumplía de facto este cometido. Unas y otras atestiguan que las chozas para la menstruación, en un formato u otro eran una fenómeno global, tal y como muestra el mapa que ofrecemos.
"Die menstruación. Tabúes und ihre". Museo Estatal de Hesse |
Estos recintos eran utilizados por las mujeres de una comunidad con el fin de refugiarse en ellos durante sus periodos menstruales, lo que a la vista de las presiones y prejuicios sociales existentes no dejaba de ser un alivio. La antigüedad grecolatina pudo ofrecer a sus más distinguidas damas una suerte de accesorios íntimos formados por palitos forrados de algodón, según Hipócrates. Lo cual no es inverosímil, aunque por mas que hayamos rebuscado en la obra de éste no hayamos encontrado alusión alguna a los mismos. Existían también rollos de lana cubiertos de cera en su envés con el fin de evitar excoriaciones
Historia de la compresa consta de dos entradas