Egipto. Belleza, cosmética y cuidado corporal en el Egipto faraónico.




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Faraones. Cosmética. Perfumería e Higiene en el Antiguo Egipto 


En el Egipto faraónico la riqueza, el comercio y las conquistas fomentaron una cultura civil bien asentada en la higiene corporal que hacía de la cosmética y la limpieza un elemento de amplia consideración social, estimada en los ámbitos del poder, pero muy limitada, precaria o inexistente en los niveles mas modestos de la sociedad. Pese a la imagen, un tanto idílica, fomentada por cierta literatura romántica, la vida en Egipto no era fácil; los peligros acechaban, la muerte y la enfermedad aguardaban en cualquier momento. Pero había algo peor; los accidentes que podían dejar incapacitado al sujeto, la mayoría de la población egipcia sufría un estado crónico de depauperación, el hambre era el alimento más notable del diario, de tal forma que el destino de los incapacitados era probablemente fatídico. Ni siquiera podían esperar ayuda de sus seres queridos, los cuales priorizarían a aquellos sujetos con más posibilidades de sobrevivir. Los egipcios no eran una sociedad compasiva, ni tampoco blanca; digo esto porque a muchos egiptólogos les resulto molesto admitir esta obviedad. Con todo, la civilización egipcia poseía unos estándares de confortabilidad que para sí quisieran los pueblos vecinos, además sus mujeres, y me refiero a las élites, probablemente gozaran de un reconocimiento estimable en la sociedad. ni compasiva.

  Herodoto se sorprendía del extremo atildamiento de los sacerdotes egipcios, de suerte que se bañaban dos veces al día en agua fría y otras dos veces por la noche, lo que sugiere mas bien algún tipo de liturgia. Llevaban ropa de lino y practicaban la circuncisión por meras razones higiénicas. También se afeitaban todo el cuerpo cada dos días, de tal forma que ningún parásito pudiera adherirse a ellos cuando se dedican al cuidado de los dioses. Esta compostura les hacía, incluso, prevenir la suciedad de la suela de su calzado, velando para que permaneciera limpia, por lo general, esta se elaboraba con plantas de papiro. 

     La limpieza de la ropa también es un elemento a destacar y no nimio puesto que su ausencia merece un espacio en el conocido como papiro de Leyden [siglo XIII a. C. aunque el texto probablemente date del XVI ó XVII]. En este papiro el Principe Ipu se queja de la decadencia de Egipto, puesta de manifiesto, entre otras muchas evidencias, en la falta de diligencia en el cuidado de la ropa. La higiene, junto a los usos cosméticos y aromáticos, formando probablemente un todo, no solo se incorpora como un elemento más de su bienestar entre las clases mas acomodadas, sino que confiere en determinados casos una dignidad real. Así, por ejemplo, en la tumba de Hotep-Uadyet,  hallada en la ciudad de Heracleopolis Magna, que fue capital de Egipto durante un breve periodo, las paredes recogen la alta consideración que en vida mereció su propietario: «amigo único y canciller» del faraón, pues el difunto ocupó en vida el cargo de: «administrador de la estancia de la mirra». Otro episodio particularmente ilustrativo de la inclinación de las élites por el cuidado personal, es el que se encuentra en la pared norte de la conocida como Mastaba de Pthahhotep, ofrecida como su nombre indica al dios Path.  Pthahhotep  sirvió como alto funcionario en tiempos del faraón Unis, último de la V dinastía [2342-2322 a.C]. La escena congela un momento del aseo cotidiano del gobernador en el que varios siervos le acicalan la peluca y la barba, le hacen la pedicura y le perfuman los pies con ungüento, mientras que otro aporta algún tipo de indumentaria. 



Saqqara

     Un exiliado como Sinuhé que se mantuvo 30 años alejado de Egipto por temor a ser asesinado, regresa por fin a su hogar, presiente su muerte y no desea que esta le alcance en países lejanos [Acerca del Perfume y el Olor. J. García]. La distancia temporal le hace valorar aquello que con más agrado recordaba de su país, la pulcritud, la limpieza y la comodidad de su civilización: una cama, suaves prendas de lino, ungüentos y la preciosa mirra; afeitado y peinado tras bañarse con suaves esponjas y ser ungido con los mejores aceites  El Libro de los Muertos, ese manual de instrucciones para acceder a la vida del más allá, es también explicito respecto al decoro con el que el difunto se debe enfrentar a las pruebas, y recuerda la limpieza y la pulcritud como un diezmo para la inmortalidad, por eso, no descuida la limpieza en el vestido, la pintura de los ojos, la unción con el más adecuado aceite de mirra, y la sandalias blancas

     De entre la numerosa fornitura higiénico cosmética de la que existen evidencias, se nos ocurre destacar la artesa de arcilla roja a la que se le ha practicado un relieve con la huella plantar del pie derecho y que serviría de base para el aseo o la unción. Rahotep, príncipe de Egipto, hijo del faraón Snefrú y sumo sacerdote [2.600 a .C.] presenta también en su mastaba, por cierto la comparte son su mujer Nofret, una escudilla de madera para el lavado de los pies. Rahotep y su mujer fueron inmortalizados en una escultura trabajada en caliza cuyas proporciones son solo de 1,20 metros, aunque la potencia de sus figuras parece dotarlas de mayor monumentalidad. Perfumarse la boca era un ejercicio de higiene, pero también  un prolegómeno de refinada naturaleza, pues se encontraba presente en los momentos dedicados a las practicas sexuales u orgiásticas, acompañado todo ello por el uso, y abuso del vino y de la cerveza