Los esquimales piensan que los seres humanos, de los que
ellos se consideran sus únicos representantes, están formados por un cuerpo, un alma y una tercera
parte: el nombre. No es un aspecto menor porque el nombre es como la memoria de
su ancestros, un título y un honor. Gracias al nombre podemos bucear en la
historia familiar y nada de lo que hagamos debe desmerecerlo. La vida de un
esquimal no es muy complicada en sus aspectos psicológicos, al menos no lo era
hasta hace unos cincuenta años; se nace, se vive y se muere. Los rigores de su medio vital no permiten una
elaboración mas sofisticada de las emociones, hay pues muy poca poesía, aunque la hay, muy tierna, ingenua y emotiva, pero distanciada, no se ha incorporado a la vivencia cotidiana. La dureza física y espiritual requiere cuerpos fuertes y naturalezas sólidas sin
ambigüedad alguna: este no es un lugar para débiles de ningún tipo. Los esquimales son el pueblo de la tierra que soporta el
rigor ambiental mas extremo, nada hay que se pueda comparar al frío absoluto ni a
las muchas exigencias que demanda un espacio tan hostil y además tan grande; y
tal es así que un gesto tan humano como el beso debe, en su caso, ser
limitado a un mero roce entre sus narices por temor a que el frió deje soldados
sus labios en el caso de utilizar la boca para mostrar estos gestos de
afecto……No es cierto claro, pero forma parte de la ironía inuit para justificar su forma
de expresar ternura. La promiscuidad es un estado natural del esquimal, de tal forma que los primeros encuentros sexuales se producen a edad muy temprana, y forman incluso parte del juego.
La concentración de los recursos mas que su escasez, el Ártico es un espacio de feroz abundancia, exige un constante peregrinaje en busca de los mismos. Ello puede que haya marcado la escueta gama de bienes materiales de los que disponen, los mínimos indispensables para poder ser fácilmente transportables sobre un trineo jalado por una decena de perros. Frente a las modestas posesiones materiales los esquimales visten abrigos y ropas valorados en varios miles de euros. La parte mas delicada del cuerpo, pues está en permanente contacto con el hielo, son los pies, usan botas de piel de foca provistas de dos suelas, entre ambas una capa de hierba seca que se cambia todos los días, utilizan también unos calcetines de piel de liebre. Las botas de los hombres llegan hasta la rodilla y están rematadas por sendas colas de zorro. Completa el atavío inferior unos pantalones de piel de oso, tiene la precaución de disponer la parte del pelo de la piel hacia fuera lo que la hace ideal para conservar el calor del cuerpo. Las botas de la mujer tienen una caña mas larga y pueden incluso llegar hasta la ingle, se rematan en su borde con las melenas de los osos machos. Ambos utilizan camisetas a las que han incorporado suaves plumas en contacto con la piel. Estas son las únicas prendas ajustadas, las plumas permiten un control térmico adecuado y garantizan la suficiente ventilación con lo que se evita que la transpiración, el sudor, quede fijado en la ropa lo que a la vista de las extremas temperaturas sufridas acabaría por congelar las prendas, inhabilitándolas para su uso. Los abrigos de piel de zorro completan el equipamiento de cualquier inuit. En el verano ártico se suavizan las temperaturas hasta el punto de que sólo (sic) son habituales las nevadas. El abrigo de piel de zorro es sustituido por otro más ligero de piel de foca; en ambos casos los abrigos van provistos de capucha. En veranos extraordinariamente benignos se puede prescindir incluso de esta prenda de abrigo conservándose solamente la camiseta de plumas.
Construyendo un iglú |
En líneas generales la indumentaria de la mujer es la misma
que la del varón, no utiliza pantalones y en su caso dispone de unas bragas de
pelo de zorro. Los bebes acompañan permanentemente a su madre como estas deben
disponer de sus brazos libres los llevan colgados a la espalda, piel con piel, lo
que permite acercar al recién nacido al pecho sin someterle lo mas mínimo al
atroz frío. Esta disposición del bebe lleva aparejada inconvenientes naturales a la edad de
la criatura, de forma que utiliza la espalda de la madre para hacer allí sus
necesidades. Los hábitos higiénicos entre los esquimales estaban mediatizados
por los rigores climáticos; además de utilizar grasas animales para proteger la
piel los hombres suelen eludir la limpieza cotidiana sobre todo en invierno,
obtener agua liquida implica un gasto energético que a veces no se pueden
permitir. Las mujeres solían limpiarse con grasa sobre todo tras sus periodos
menstruales. Por lo general el esquimal suele permanecer desnudo en sus cálidas
viviendas de piedra lo que de paso es una buena ocasión para airear su piel, a
veces, el único medio utilizado para acometer una pequeña y casi involuntaria
labor cosmética. El despiojamiento mutuo constituye una entretenida actividad
en las larguísimas jornadas que la noche polar proporciona. Además de ser la
raza que dedica mas horas al sueño, despiojarse es una muestra de afecto y
también alivio. Es sorprendente que estos parásitos soporten temperaturas tan
bajas en un estado de absoluto letargo del cual parecen recuperarse a la luz de
las lámparas de aceite que utilizan los esquimales en sus refugios. La
confortabilidad de las camas se consigue merced a un lecho de hierba seca
cubierta con pieles de buey almizclero y caribú, como mantas utilizaran pieles
de zorro y liebre.
Bien es verdad que la información que manejamos refiere a un periodo del siglo XX, pero los esquimales han mantenido con el agua una relación estrecha y paradójica, viven en un continente de agua helada pero en el que el agua liquida es un elemento extraño e incomodo tanto en sus refugios de caza, conocidos como iglús como en las mas estables de piedra y turba situadas por lo general en la zona de costa. El agua es inestable y acabara por regresar a su estado natural que en estas latitudes es siempre sólida, los copos de nieve adheridos a los pelos de sus abrigos de zorro, por ejemplo, constituyen un molesto inconveniente en el interior de las viviendas pues el calor de las mismas los derrite y puede convertir el suelo en un incomodo pantanal, por eso un gesto de respeto hacia el anfitrión pasa por desprenderse de la nieve antes de entrar en un hogar inuit. Esa relación fibrosa con el medio que mantiene el esquimal exige sobre todo, y por mera supervivencia, que ninguna de las prendas que utilice esté húmeda, por eso en el hogar inuit es habitual secar todos los días tanto las botas como los calcetines y disponer hierba seca en el interior del calzado; para que los calcetines puedan recuperar su elasticidad las mujeres inuit suelen masticarlos.
Otro aspecto extraordinariamente importante en el universo esquimal pasa por la elaboración y costura de las prendas de vestir, lo que en cualquier otra cultura podría merecer solo una sanción estética por el mal hacer en su confección o una fatalidad, un desgarro en la piel del abrigo de un esquimal puede implicar graves inconvenientes e incluso un severo compromiso vital. La responsable de la intrincada y sólida costura de las piezas de piel es la mujer inuit que provista de una aguja e hilo, en este caso, tendones de narval, es capaz de elaborar sin especiales medidas las prendas más prácticas, cómodas y abrigadas. Aguja e hilo son objetos de los que ningún esquimal suele prescindir en sus partidas de caza.
El iglú es una estructura icónica de la sociedad Inuit, pero no es su residencia habitual, puede considerar como un refugio de urgencia ante la llegada de temporales o como base en los frecuentes desplazamientos que realizan. Un hombre habilidoso, pues es un trabajo muy claramente definido en géneros, tardará una hora en construir un iglú mediante una superposición de bloques de hielo cortados en cuña, Un iglú se construye desde su interior, apilando concéntricamente una pila de bloques de hielo tras otra. Habitualmente el último nivel estará formado por cinco bloques, y aunque pueda parecer extraño no se cierra del todo, queda un pequeño respiradero que tiene una importante función pues impedirá que el calor en el interior del iglú funda el hielo; así pues este refugio en su interior deberá conservar una temperatura máxima que no exceda de los 0 grados, aun así es un espacio confortable ante la violencia de los temporales árticos. Una vez concluida la alzada del iglú se procederá a practicar la entrada en forma de túnel, esta disposición permite crear una cámara entre las paredes del iglú y el exterior, también se utiliza para colocar allí todas las pertenencias. Mientras que el hombre apila las piezas de hielo, su mujer y los hijos, suelen apelmazar la nieve entre los espacios que dejan los bloques lo que termina de aislar completamente la superficie del iglú. Sus inseparables perros se refugiaran a resguardo del viento pugnando entre ellos por ocupar el lugar central de la manada y utilizando sus colas como abrigo, de esta manera y aun cubiertos de nieve pueden sobrevivir durante varios días.
Probablemente un esquimal no pueda vivir sin sus perros, y ello pese a ciertas particularidades de los canes. Estos perros, junto a los cerdos y los cuervos, son especies capaces de alimentarse de todo aquello que se pueda tragar, entre estos al parecer suculentos productos se encuentran las heces humanas. Así referido podía tratarse de una curiosa peculiaridad biológica, pero la naturaleza no es un apacible laboratorio, y cuando se convive con una docena de animales con poderosa capacidad olfativa en una atmósfera limpia como el cristal, el potente sello de las evacuaciones humanas hace de estos animales unas fieras competitivas. Pueden convertir un actividad bastante comprometida de por sí en estas latitudes en un calvario, no es que los animales intenten devorarte por la parte donde suele terminar la espalda es que disputando por esos restos, la integridad física de los esquimales corre peligro. No es extraño pues que la última visita al iglú, y siempre que los perros estén atados ya al trineo, sea en efecto para efectuar la evacuación de los intestinos, a la vista del sosiego que proporciona ese recinto que durante la tormenta nos ha servido de refugio.