EL Tiempo. el Calendario y el Reloj. Anécdotas, filosofía del tiempo.



el tiempo que pasa y el reloj




Crónicas sobre el Tiempo ( Primera Parte )


El mes de Octubre de 1582 fue un mes muy atípico tanto que del día 4 se saltó al 14. Diez días que desaparecieron del calendario en todas las posesiones del rey Felipe II de España, que por estas fechas eran bastantes numerosas. La razón hay que buscarla en la reforma Gregoriana del calendario. Por el mismo motivo la Armada Invencible se perdió dos veces; una por el calendario Gregoriano vigente en España y otra por el Juliano que se conservaba en las Islas británicas. Otra paradoja es la referida a Shakespeare y Cervantes que murieron el mismo día y también el mismo año: 23 de Abril de 1616,  pero que debido a estos desajustes del calendario lo hicieron con diez días de diferencia, al menos hasta 1752, año en el que Inglaterra decidiría adoptar el calendario del Continente. En 1918 incluso, y en la antigua URSS, acabó por adoptarse el calendario gregoriano lo que significaría que el día siguiente al 31 de Enero fuera el 14 de Febrero. La imagen es la de un reloj de Sol.
     La medida del tiempo se estaba convirtiendo en algo muy serio. Ya no parecía muy conveniente ni creíble anécdotas como la que aludían a un despistado fraile italiano que se dio cuenta de la proximidad de la Cuaresma la misma víspera del Domingo de Ramos. De tal forma que, para atenuar las funestas consecuencias de su olvido en la liturgia religiosa, reunió a sus feligreses y les dijo poco mas o menos que aquel año la Cuaresma se había retrasado por el mal estado de los caminos y que además duraría menos, toda vez que tendría que recuperar las jornadas perdidas con el fin de que en otros lugares pudiera celebrarse también. Esto sucedía en la Edad Media, cuando un auditorio de campesinos analfabetos ignoraba incluso la fecha de su nacimiento y por consiguiente los años que tenía. 



Horacio deteniendo el tiempo
Horacio que hubiera deseado detener el tiempo


    En Egipto tenían 24 horas para el día, pero ojo, diez eran para las horas de luz y diez para la noche, reservándose las cuatro restantes para el paso de la noche al día;  horas comodín mas o menos. Los hebreos tres de luz y tres de oscuridad. En Mesopotamia días de 12 horas, seis de luz y seis de oscuridad y en Japón han utilizado las horas de duración variable hasta el siglo XIX. Los mayas obviaron todos estos juegos de niños y directamente, con un error casi inapreciable, determinaron la duración del año Solar en 365,2420 días   En Roma también utilizaban esas jornadas acordeón en las que los días estaban divididos en 12 horas de sol y 12 horas de noche. Con la particularidad de que las horas no duraban 60 minutos sino que se alargaban o acortaban a voluntad en función de que fuera verano o invierno. De forma que las 12 horas nocturnas en verano eran más cortas de lo habitual, lo que también sucedía durante el día en invierno, y todo ello con el fin de adecuar el reloj a la duración del día y de la noche


LAS+SIETE+EDADES+DE+LA+MUJER+hans+baldung
Las siete edades de la mujer. Hans Baldung

    Siempre hemos sido esclavos del tiempo, con relojes o sin ellos. Dicen que cabalgamos sobre él, pero no es cierto porque esto implica cierto control,  en realidad acomodamos nuestra existencia a sus efectos. Sufrimos su transcurso en nuestras arrugas, en la sucesión de las estaciones, hasta tenemos eso que se llama un reloj interno que nos hace percibir su paso de una forma muy especial. Si observamos a nuestro alrededor vemos que cada uno de nuestros pasos están marcados de antemano. Son producto las mas de las veces del hábito y la costumbre, una regularidad que viene señalizada por las manecillas del reloj. A poco que reflexionemos nos daremos cuenta de hasta que punto nuestra vida diaria está regulada por él. Tenemos tiempo incluso para considerar el propio tiempo en sí, como es el caso de esta entrada(post). Pero no siempre ha sido así, no siempre se ha tenido que recurrir a la foto finish para establecer un vencedor en una carrera de velocidad, ni hemos perdido el autobús por minutos, ni ese desagradable sonido del despertador ha cortado súbitamente nuestras mas plácidos sueños. Hubo un tiempo en el que no sabíamos – ni falta que hacia- cuantos  millones de años le quedaban a nuestro planeta, ni el tiempo que tardaríamos en atravesar a una velocidad inaudita la Vía Láctea, ni los años que tendremos al terminar de pagar la hipoteca. Hubo un tiempo incluso en el que nos llegamos a creer que la informática acabaría con el papel, y que viviremos ciento veinte años, como sino tuviéramos otra cosa más importante que hacer. Y todo esto no ha pasado por delante de nosotros como una película dejándonos indiferentes, todo esto lo hemos interiorizado, nos hemos convertido en hombres tecnológicos que practican un culto místico (científico se diría ahora) al tiempo y su decurso. Lo que no ha cambiado en todo este tiempo es esa sensación de que cuanto mas disfrutemos del tiempo menos tiempo nos queda. Ese dichoso miedo al final del tiempo, a la muerte física, haciendo bueno el dicho de que el hombre es la única especie que hace todo lo que hace para eludir un fin inevitable e ineludible, y hasta llegado el caso deseable. Una absoluta perdida de tiempo por lo demás


Esclavos del reloj mas que del tiempo

     El tiempo, a decir de Kant y de Heidegger es sólo para el hombre. Para Kant incluso el tiempo no existiría si no fuera por el hombre, y en su caso bien que hizo cierta esta máxima, vista su inveterada costumbre de frecuentar la plaza de su ciudad de Königsberg siempre a la misma hora. Hay otros que incluso sostienen que el tiempo no existe, que es un construcción subjetiva. Y tanto. Se nos ocurre pensar en los sufridos padres de familia los fines de semana, esperando agobiados el retorno de sus hijos, abrumados por el paso corto del reloj [No lo esperábamos, pero hemos sobrevivido a la adolescencia de nuestros hijos]. Siempre es mejor quedarse con esa impecable y neutra definición técnica que limita su existencia a medir el ritmo del cambio, que es algo que siempre le ocurre a los otros. Afortunadamente. Creemos que, en efecto, el tiempo existe. Que es el que una u otra forma nos va colgando unas arrugas bajo los ojos y también en el alma, para aquellos que la tengan.
     Hay sin duda una visión intima del tiempo; Abderramán III que fue Califa en Córdoba allá por el siglo X reinó la friolera de  50 años, y a pesar de haber tenido tantas ocasiones, al final de sus días, manifestó que de todo ese tiempo habría sido feliz a lo sumo en quince jornadas, nada más. Y es que el tiempo es implacable, como diría Soledad Bravo, una trovadora argentina, algo mayor ya, que tenía  una voz como la corriente de un río y cantaba como los ángeles, con una dicción que a nosotros nos parecía de terciopelo. Soledad había versionado una preciosa canción, creemos que de Pablo Milanes, sobre el tiempo y que decía más menos algo así como: el tiempo, el implacable, el que pasó…. Algo triste, dicho sea de paso el tempus fugit de los cantautores revolucionarios de Nuestra América,  pero para la ocasión expresa muy bien esas marcas de melancolía que el tiempo va repartiendo a sus espaldas, lo que llamamos el pasado, lo bueno e irrecuperable que dejamos en él. 





Historias sobre el tiempo consta de dos entradas