Puede resultar chocante que para presentar unos zapatos, los de la Emperatriz Cixí, mas bien unas plataformas, lo hagamos de esta forma tan parabólica, pero es que los objetos forman parte de la historia y no son elementos menores. El tiempo que vivimos está formado por numerosos elementos: objetos y cosas que forman como un gran rompecabezas. Probablemente si retiramos cualesquiera de esas piezas, la visión del conjunto no se vea alterada, pero su ausencia, y esto es curioso, se hará mas importante que su presencia. Prueben a retirar una pieza de un puzzle y observarán como ese espacio que antes formaba parte de un todo (holístico, creemos que es la palabra) se convierte en un bache en el camino, un espacio vacío.
La historia oficial, y suponiendo que sea cierta - Herodóto puede pasar perfectamente por el primer narrador del pasado, pero también como el primer fabulante de la historia- nos ofrece este tablero del pasado con una loable coherencia, pero falta algo; parece que la historia, los personajes que la hacen, hubieran sido creados ad hoc para la misma. Queremos decir que un personaje, como Julio Cesar, por ejemplo, hizo lo que hizo desde el primer día de su vida para ser el conquistador que todos conocemos. No hay fisura alguna, no hay grieta, es un hombre deshumanizado por su propia gloria, es lo que es sólo por sí mismo.....y esto es decididamente falso. Proponemos recuperar, contando que sea posible, la dignidad de las cosas, la fuerza de los objetos en la construcción de la historia de los hombres: el peine que utilizaban, la ropa interior que llevaban, cuando la lavaban, sus hábitos higiénicos, el perfume que usaban, el estado de su dentadura y hasta su ritmo intestinal. Sin desmerecer la otra historia, esta es la que nos interesa, la que está detrás del personaje, la que en definitiva le permite a este hacer historia: la cotidianohistoria, nos permitimos llamarla
Y es sencillamente el azar el que llevó a esta mujer, que incluso carecía de nombre [1] al entrar como concubina en el Palacio Imperial, a ocupar el trono imperial Chino, aunque solo lo fuera en su calidad de viuda del Emperador Xianfeng, o mas exactamente, madre natural de su hijo varón aunque no madre oficial. Pero esto es otra historia en la que no vamos a entrar. Cixí, también conocida como Emperatriz viuda, era Manchú lo que con toda probabilidad le permitió sortear una infancia y juventud atormentadas por la cruel tradición Han del vendaje de los pies, conocido también como pies de loto y que, desde el siglo IX o X, perseguía a las mujeres de esta etnia; más del 90% de la población china. Esta dolorosa e incapacitante deformación podal consiste en plegar cuatro dedos de cada pie por debajo del hallux o dedo gordo, convirtiendo el conjunto de la extremidad en una especie de zapato de aguja orgánico de reducidísimas dimensiones. Los zapatos femeninos de la dinastía manchú o Qing no exigían deformaciones físicas, pero si un gran sentido del equilibrio, a la vista de la posición del tacón dispuesto como un pedestal de madera de cáñamo en el centro de la suela. Estos zapatos eran conocidos como pezuñas, y pese a su nombre, venían elaborados en seda con delicadísimas filigranas, incluso con hilo de oro. Los emperadores chinos podían disponer a su albedrío de cuantas concubinas desearan, en el caso de Xianfeng, los gastos suntuarios del palacio debieron de dispararse hasta tal extremo que llegó a prohibir el de zapatos con tacón limitándolos a un cun (2,5 centímetros) si se presentaba unas dimensiones mayores eran castigadas. Xianfeng fue conocido por su elevada actividad sexual, y prefería para ello la compañía de mujeres Han, preferiblemente prostitutas que presentaran los consabidos pies de loto, al parecer un elemento de la anatomía de alto contenido sensual. En la mas que controvertida biografía de Cixí se la imputa, entre varios, el asesinato del Emperador, la de su propio hijo y las muertes por bastinado [apaleamiento] de numerosos sirvientes. En la balanza su intento de modernización del país.
Zapatos manchúes conocidos como pezuñas. El pie derecho e izquierdo son perfectamente intercambiables. |
El pueblo chino es el más ceremonioso del planeta, hasta el punto de que los eruditos al servicio del Palacio Imperial se veían obligados a aprender no menos de tres mil normas de etiqueta, además de innumerables rituales. En este sentido, los zapatos de la Emperatriz que os mostramos son más bien plataformas lujosamente decoradas con pan de oro y perlas, destinados a satisfacer el rigor de un ceremonial. Todo ello permitía también enmascarar la baja estatura de la Emperatriz Cixí
[1] "la chica de la familia Nala"