Decididamente el zapato es algo más que un complemento para nuestros pies. Es un objeto de deseo ante el que sucumben dos de cada cinco mujeres. Es mas, al noventa por ciento de ellas un zapato no las deja indiferentes. Efectivamente en ello hay grados, la esposa del dictador de Filipinas; Ferdinand Marcos, Imelda se llamaba, llegó a coleccionar no menos de tres mil pares en un ejercicio mayúsculo de acaparación que seguramente tendrían alguna explicación psicológica. No era una excepción, lo que sucede es que su proyección mediática como mujer de un dictador hacía sancionable su consumo. Heliogábalo, un Emperador romano, presumía de no haber yacido más de una vez con la misma mujer ni de haber calzado los mimos zapatos en dos ocasiones. Esta debilidad -suponemos que la de los zapatos- también la tenía, por ejemplo, una de las protagonistas de la serie sexo en Nueva York, mas, como era una ciudadana anónima, su entrega pasaba por disculpable veleidad. Es mas, haciendo abstracción de lo dicho, ya hay ensayos que fijan en el calzado, en su diseño queremos decir, unas propiedades capaces de anticipar movimientos sociales de diversa gravedad. De tal forma que el tamaño del tacón podía incluso anunciar la inminencia de un conflicto bélico. El zapato también es un gran catalizador de creatividad, de tal manera, que sólo los espíritus sensibles, las naturalezas artísticas son capaces de abandonar las artes tradicionales; como pintura, escultura y arquitectura, para esmerarse con igual rigor en el diseño de unos zapatos. Y esto por no olvidar su versión más totémica, son un objeto del agrado de los dioses: en La India, donde existe una notable inflación de demiurgos, existe un templo al que bien podríamos denominar "de los zapatos". En realidad es el templo Shani junto al río Kshipra. Celebra todos los años un festival el día en el que la Luna Nueva coincide en sábado. Los fieles, que se cuentan por decenas de miles, dejan sus zapatos a la entrada del templo. Lo anómalo de esta costumbre, es que esos zapatos no se recogen, se dejan como ofrenda a la divinidad.
No es una novedad que los zapatos se dejen en las entradas de los templos; toda rosa tiene su espina, porque el calzado ha sido, y es, en determinados culturas, un accesorio indigno que no merece acompañar nuestras oraciones. Por eso, si hay que rezar, mejor hacerlo descalzo. Os presentamos unos cuantos zapatos que no os van a dejar indiferentes. Dicen mucho de aquellos que los calzaron. En la imagen zapatos de la Emperatriz "Sissi".
No es una novedad que los zapatos se dejen en las entradas de los templos; toda rosa tiene su espina, porque el calzado ha sido, y es, en determinados culturas, un accesorio indigno que no merece acompañar nuestras oraciones. Por eso, si hay que rezar, mejor hacerlo descalzo. Os presentamos unos cuantos zapatos que no os van a dejar indiferentes. Dicen mucho de aquellos que los calzaron. En la imagen zapatos de la Emperatriz "Sissi".
Los zapatos del Papa: Son de color rojo. La Iglesia Católica es extremadamente cuidadosa en la simbología de todos sus objetos, el rojo remite a la sangre derramada por Jesucristo. En el Imperio Romano el uso de este color estaba reservado a los Emperadores y antes incluso era un color de mal tono pues con él se solían identificar las prostitutas. Llevan marcado el escudo papal en la suela. Benedicto XVI utilizaba los servicios de un zapatero llamado Adriano Stefanelli. El recién nombrado Papa: Francisco, se mantiene fiel a su zapatero bonaerense de toda la vida. Y prefiere zapatos negros.
Las sandalias de los amantes de Andong. Del siglo XVI, su particularidad, además de su historia, reside en el material utilizado: son de cabello humano. Gracias a las cartas que ella dejó en la tumba de su amado, arqueólogos de la Universidad de Andong, en Corea, pudieron reconstruir la desesperación de aquella mujer que se confiesa incapaz de seguir viviendo sin él. Como prueba de aquella pasión le ofreció estas sandalias elaboradas con sus propios cabellos.
Los zapatos de Muamar el Gadafi: Líder libio hasta que fue linchado y muerto en 2011. A Occidente les fue útil durante algunas decenas de años, luego le abandonaron a su suerte con los resultados que muchos conocemos. Gadafi no era un santo, déspota, extravagante, imprevisible. Su guardia personal estaba formada por un grupo elegido de amazonas. Los criterios para acceder a ese cuerpo de élite parecían pasar invariablemente por una noche de furor con el dictador. Por lo demás, su gusto, a la vista de los zapatos que usaba, era bastante dudoso.
Los zapatos de una prostituta Griega. Clemente de Alejandría, santo de La Iglesia que vivió en el siglo II después de Cristo, fue un involuntario cronista de la Alejandría de su tiempo. Con un proposito meramente pedagógico, nos refiere la costumbre de las mujeres de la ciudad de servirse de la suela de sus zapatos para plasmar en ellos sus mensajes más atrevidos. Este que os ofrecemos invita a seguir a la dueña del zapato, obviamente una prostituta.
Los Chapínes de la última emperatriz China: Cixi, se llamaba esta mujer. Muchos la recordaran como la Emperatriz de los 55 días en Pekín y llegó al trono desde el concubinato. Se ha dicho de todo de ella, desde que despachaba con sus ministros oculta tras un biombo, a su gusto por la leche humana que succionaba directamente de los pechos de sendas nodrizas a las que mantenía alimentadas con un régimen severísimo. Sus sirvientes, particularmente los eunucos de Palacio, la consideraban como un ser cruel y malvado capaz de asesinar a su propio hijo. Otras fuentes la ven como una dignataria que sólo pretendía recuperar el honor nacional chino ante las potencias extranjeras. Los chapínes eran unas plataformas sobre las que podía encajarse el calzado propiamente dicho. En Europa fueron introducidos desde España
Los zapatos de la coronación de Alejandra Fiodorovna. La última zarina de Rusia tuvo la torpeza de hacer pasar su timidez por altaneria, lo que le granjeó no pocas enemistades, la más destacada la de su propia suegra. Tanto ella como el resto de la familia imperial fueron beatificados por la Iglesia ortodoxa rusa, quizás por los detalles de su muerte ya que, en vida, los últimos Romanov no se significaron por una práctica continuada y resuelta de los ideales cristianos. Murió rápidamente, de un tiro en la cabeza. Un sotano en la ciudad de Ekaterimburgo fue el lugar elegido por el soviet de los Urales para ejecutar a toda la familia. Dos de sus hijas, consiguieron sobrevivir a los disparos, habían cosido parte de las joyas de la familia a sus camisas y estas actuaron como escudos. Las rematarían con bayonetas
Padukas (sandalias) de monje jainista (India): Culturalmente La India es como un agujero negro, queremos decir que en su muy milenaria historia ha sido conquistada por decenas de pueblos. Todos, absolutamente todos han sido asimilados de una forma u otra para converger en eso que se llama "lo hindú". De tal suerte que esa densidad de experiencias vitales hace que cada una de las cosas en La India sea algo mas que una cosa. Todo tiene una razón, a veces tan sutíl, que puede pasar perfectamente desapercibida para un occidental. Estas sandalias, por ejemplo, son exclusivamente de madera, porque si en ellas hubiera presencia alguna de piel haría indigno a aquel que las lleve, ya que el curtido de pieles es un oficio sucio reservado a castas inferiores. Mantienen también una altura respecto al suelo, lo que permite evitar el contacto con las superficies ardientes permitiendo una ventilación al pie que, con una alzada menor, no sería posible. Y una última característica que la hace adecuada para un monje jainista, sus escasos puntos de apoyo, uno en el talón y otro en la puntera, lo que reduce al mínimo su contacto con el suelo evitando así en lo posible el aplastamiento de insectos. No debemos de olvidar que la maxima moral del jainismo, al igual que el budismo de la que es casi contemporanea, es la práctica la no violencia. Ello es consecuencia de una visión religiosa de La Naturaleza que hace participes a todos los seres vivios de un alma. De ahí que el peor pecado para un jainista sea causar deliberadamente un mal a cualquier ser vivo.
El calzado de un Samurái. Un calzado que refleja a a perfección la paradoja del código del guerrero samurái: un autentico acorazado para los pies, planchas de hierro unidas por cadenas. El samurái, al menos en su formato más ideal, es un guerrero que oscila entre la brutalidad más absoluta, y una sensibilidad extrema. Un hombre capaz de abrirse el vientre y recrearse en poemas de amor. La filosofía de los samurais, grosso modo, es muy similar a la de los caballeros medievales: honor, entrega y valentía. Existe sin embargo una diferencia importante, los últimos guerreros del Japón desaparecieron en el siglo XIX, pero su impronta, su forma de ver el mundo se capilarizó en la estructura social del país. De tal forma que una versión más contemporánea del samurái es la que ofrece hoy una sociedad como la nipona, capaz de hibridar la tradición con la modernidad de una forma tan natural.