Cleopatra, recetas de belleza. El Kosmeticón y Cleopatra. Una disputada autoría.



 Cleopatra bien pudiera ser uno de esos habitantes de la recámara de la historia, una dependencia secundaria en la que se solían almacenar hechos y personas que no jugaban en la división de honor del pasado. Pero quizás debido a la fuerza de los acontecimientos, o quién sabe si por voluntad propia, esta mujer decidió entrar en la misma por la gran puerta. Primero de la mano de Julio Cesar con quien tuvo un hijo; Cesarión, al que, en su ambición, lo veía ya como heredero del gran estratega. Superándose a sí misma, envuelta, completamente desnuda, según refiere la leyenda, dentro de una alfombra, y haciéndose rodar hasta los pies de Cesar. Iniciando después  una apasionada y quizás no tan desinteresada relación con Marco Antonio. Aficionada a los golpes de efecto, en esta ocasión utilizó con el triunviro, un barco opulentamente enjaezado para presentarse ante él. Cleopatra usaba las armas de las que disponía, que eran bien pocas, o muchas según se mire. Porque ante la extrema fragilidad de su país política y militarmente considerado, esta mujer ofrecía la irresistible e intemporal energía de la seducción, en una cultura como la egipcia, que estaba dotada de unas habilidades inmemoriales para el cuidado del cuerpo; devoto de la belleza y gustoso por cultivar el lado más voluptuoso de la naturaleza humana. No es pues extraño que dos feroces rústicos como Julio Cesar y Marco Antonio, claudicaran ante la insinuante vibración vital de Egipto y el poderío intelectual de esta mujer. 

     Cleopatra,  pese a lo que se piensa,  no era una beldad. Los pocos testimonios que de ella tenemos, antiguas monedas, revelan un rostro que desdice hasta cierto punto este mito, si bien su carisma era lo suficientemente intenso como para opacar  un físico que no era  arrebatador. Políglota, hablaba no menos de cinco idiomas, incluido el egipcio antiguo. Sobre esto último hemos de referir que ninguno de sus predecesores  se había preocupado en aprender el idioma del país, lo que la ayudó a reconciliarse con su pueblo. Esto puede resultar paradójico, pero  manifiesta una cierta desafección de la dinastía ptolemaica, fundada por Ptolomeo Lágida, general de Alejandro Magno, respecto a la historia milenaria de Egipto. 


Muerte de Cleopatra. Jean André Rixens (1874)
Muerte de Cleopatra. Jean André Rixens (1874)

     El país del Nilo no era solo un escenario de frivolidad y sensualismo, el peso formidable de la tradición había acabado por moldear aquella dinastía extranjera  penetrándola con toda su cultura religiosa. La fe en una vida futura les llevará a proyectar un intenso interés por el cuerpo, por su conservación. Paradójicamente la puerta de entrada a la cosmética egipcia fue la religión. Tan obligada a la preservación del cuerpo que los sacerdotes llegan a concurrir con los médicos y estos últimos con los sacerdotes; una suerte de funcionario taumatúrgico que lo mismo servía para una cosa que para otra. La evisceración de un cuerpo, y su posterior momificación, daba mucho información. Aunque no vamos a entrar en esta deriva temática, no podemos ignorar que la industria de la muerte en el antiguo Egipto, además de ofrecer muchos puestos de trabajo (casi la mitad de la mano de obra de Tebas estaba dedicada a esta actividad), proporcionaba  una información  anatómica bien precisa, que incluía además una variada cantidad de sustancias, tanto vegetales, como minerales u orgánicas adecuadas para el tratamiento del cuerpo. 

     La reina de Egipto, Cleopatra,  es heredera de esta tradición milenaria:  ungüentos, perfumes, polvos  constituyen el patrimonio cosmético del pasado capaz de derramarse por todo el Mediterráneo, ilustrando a numerosos pensadores. Cleopatra, debió de ser  una mujer de su tiempo, muy consciente de sus limitaciones, pero también de sus ventajas. Peleó como una leona por los derechos de sus hijos, los de Cesar y los de Marco Antonio…….. y perdió. Tras la batalla naval de Accio (Marco Antonio fue derrotado por Octavio) regresó a Alejandría muy consciente del destino que le tenía preparado Octavio-Augusto, vencedor de Marco Antonio. Ambos se refugiaron en Alejandría, les quedaba un año de vida. Pidió ayuda a sus médicos, tenia 39 años. Quería matarse,  abandonar este mundo de la manera mas rápida e indolora posible a través del veneno, pero no había forma de saberlo sin probar previamente los distintos tóxicos. Era hija de su tiempo, hemos dicho, y esta contemporaneidad exigía unas dosis extremas de crueldad, por eso, jornada tras jornada, fue probando las sustancias en los condenados a muerte. Observando su espantosa agonía, y descartando uno tras uno. El pintor Alexandre Cabanel   se inspiró en este episodio para pintar a una indolente reina en su cuadro Cleopatra ensayando venenos sobre los condenados a muerte  Queremos pensar que si decidió hacerlo con un ofidio es porque éste le ofrecía una razonable equilibrio entre dolor y eficacia (Claudio Eliano  en De natura Animalium refiere que Cleopatra fue informada por un médico de la muerte lenta y dulce que sigue a la mordedura de una cobra). Su viaje hacia la muerte acaeció cuarenta años después de la muerte de otro eximio experto en venenos, Mitridates, rey del Ponto, (Mar Negro) pero este había seguido el camino inverso al de Cleopatra; fue probando a lo largo de su vida un veneno tras otro con el propósito de hacerse inmune a todos. Lo consiguió,  pero esto le acarreó un grave inconveniente, porque queriendo escapar de la reclusión a la que los romanos le habían destinado, quiso matarse y no encontraba ponzoña alguna capaz de hacerlo, por lo que debió de pedir ayuda a uno de sus oficiales para hacerlo con una espada. 

Anverso y reverso de la misma moneda. En un lado Marco Antonio en el otro Cleopatra. El soporte de ambas imágenes, una moneda, proporciona cierta credibilidad al perfil de ambos, rebajando considerablemente la idealización de sus figuras.

     Esas sustancias que la procuraron una muerte feliz forman parte del abundante abanico a disposición de la Reina.  Cleopatra, en vida, debió de ser una gran consumidora  y conocedora de sustancias, ora utilizadas en la cosmética ora en otros usos. A la vista de lo referido anteriormente en el sentido de encajar su figura en el marco histórico y personal, su refinamiento y curiosidad intelectual, no es descabellado atribuirle la autoría del Kosmeticon,  aunque debamos de abstenernos de darla por segura, de ahí, cierta ambigüedad en el titulo de esta entrada. Critón, el que fuera médico del Emperador Trajano, da cuenta de este tratado y lo relaciona con Cleopatra. También se hace eco Galeno tiempo después, en los mismos términos. Es más, durante los primeros siglos de nuestra era ( I y II ) circuló un manual cosmético conocido por el sobrenombre de Cleopatra, lo que refuerza la autoría del Kosmeticon, avalando la huella que en el mundo greco latino dejó la figura de esta mujer. Esta evidencia también juega en contra de la intervención de Cleopatra en el Kosmeticon, pues cabe la posibilidad de que su renombre fuera utilizado de forma oportunista para prestigiar únicamente el texto, a pesar de que  La Reina de Egipto tenía una penosa reputación entre los romanos,  que la veían poco mas o menos como a una arribista carente de escrúpulo alguno. El Kosmeticon no es físicamente un libro, de haber existido, y parece que así fue, se ha perdido, como tantos volúmenes de la antigüedad. No existe testimonio escrito del mismo como un texto único, se trata de una colección de fórmulas cosméticas atribuidas a la reina Cleopatra de las que han dado testimonio diversos autores clásicos, como es el caso de Galeno, Pablo de Egina (médico bizantino, siglo VII), Aetius de Amida (médico personal del Emperador Justiniano, siglo V) y el propio Criton, que en sus obras refieren la existencia del Kosmeticon y la labor realizada por la reina de Egipto en su gestación. Fue sobre todo un recetario cosmetológico para el cabello a la vista de la documentación que se nos ha transmitido, y en el que se adivina una mixtura entre la estética y la medicina. Destacamos las siguientes:


 Contra las alopecias 


  • Tostar almendras amargas con sus cáscaras. Triturarlas y mezclar con vinagre y miel. Escarificar(a)  la zona a tratar y frotarla enérgicamente con esa loción.       Realizar este tratamiento sin interrupción y  afeitar la zona. 
  • Un drachme(b) de mostaza, un drachme(b) de berros. Triturar y mezclar finamente con vinagre. Previamente afeitar y lavar la zona a tratar con nitrón(c), aunque es preferible la escarificación(a) (incisiones poco profundas en la piel) 
  • Esta es bastante exótica: escarificar(a) la zona y untar la misma con excrementos de murciélago, teniendo la precaución de triturarlos finamente. 
  • Una última que parece gozar de las preferencias de la autora por su potencia (sic), Aconsejada igualmente ante la caída moderada de cabellos. Puede aplicarse junto con aceite de oliva o perfume sobre aquellos que comienzan a tener calvas. Es maravillosa. Ratones domésticos calcinados, una rama de viña quemada, dientes de caballo calcinados, grasa de oso, tuétano de ciervo, corteza de calamos (cálamo). Triturar  y añadir miel en cantidad suficiente, y tras fundir la grasa y el tuétano mezclar. Realizar una unción cotidiana.

Contra las llagas en la cabeza 


  • 2 drachmes(b) de cerusa (albayalde), 2 drachmes(b) de incienso, un drachem(b) de azufre. Desmenuzar finamente, y tras mezclar con aceite de oliva, realizar una unción. 
  • Mirra. Hojas verdes de mirto blanco (no especifíca cantidad) Mezclar con vino puro (es decir, sin agua) y realizar una unción.

Detergente de la Reina Cleopatra (según Aetius de Amida)

  • Coste(d), mirra troglodita (una zona del Mar Rojo), iris, flor de nardo, amomun (planta), hoja caduca (no precisa el tipo), una onza(e) de flor de junco, 4 libras(f) de mirobálanos (árbol de la India cuyos frutos son parecidos a la ciruela), 2 libras de aphonitre (espuma de nitrón(c), es decir la costra de sal  que se forma en la superficie de los salares). Picar, mezclar y utilizar. Apto para todo tipo de pieles


Rizar y teñir los cabellos

  • Lavar previamente la cabeza y acto seguido, impregnar con una mezcla de raíces de chirivia y vino puro (sin contenido de agua).
  • Después de afeitarse la cabeza y lavar, coger una piña joven y quemarla hasta su reducción a cenizas, machacar y mezclar con aroma de mirto. Aplicar.
  • 2 drachmes(b) de agallas de roble (pequeña tumoración producida por el roble y otros árboles como respuesta a la infección causada por un parasito) y culantrillo (delicada planta de tallos muy finos). Elaborar una unción con el agua de mar hasta consistencia melosa. Humedecer previamente el cabello con orina y lavar con agua caliente. Acto seguido, aplicar la mezcla durante dos días. Lavar al tercer día y tras cortar el cabello impregnar la cabeza con aceite de mirto. El cabello lucirá mas rizado negro y sedoso si antes de utilizar el aceite de mirto se afeita totalmente la cabeza
   

Glosario


(a)Escarificar: Incisiones poco profundas en la piel

(b)Drachme: Se usaba en Atica y en Roma aprox. 3,41 gramos

(c)Nitron: Sal, abundante en las orillas del Nilo por su riqueza orgánica 

(d)Coste: Nombre científico: saussurea costus, planta de la medicina tradicional china

(e)Onza: Aprox. 27,29 gramos

(f) Libra: De origen griego: 327,45 gramos