TERCER SEXO Y TRANSEXUALIDAD EN INDIA
La India tiene miles de dioses y los eunucos también tienen el suyo. Se llama Bahuchara Mata y tiene su templo en Guajarat. Bajo su protección varios centenares de indios se castran ritualmente todos los años. Cuarenta días después de una mutilación que causa espantosos dolores, acuden a su templo para agradecerle que les haya permitido sobrevivir. Son los Hijras, una comunidad de transexuales, eunucos y andróginos, que no es la única en este inmenso país, pero que sí es la más extrema en sus exigencias. Junto a los Aravani, la secta más numerosa y los Jogappa (masculinos) y las devadasis (mujeres), practicantes estos últimos de la prostitución sagrada, constituyen la triada de eunucos y transexuales más importante de la India.
En el subcontinente indostánico tener un hijo varón es una bendición. Hay parejas que hasta que no consiguen ser padres de un varón consideran su matrimonio poco menos que estéril. La selección del sexo de los hijos no es posible por medios naturales, aunque sí es cierto que existe un variado elenco de supersticiones que supuestamente pretende garantizar el sexo del descendiente; y en la India este repertorio de soluciones estrafalarias es ingente. Aunque últimamente las medidas de control de natalidad del Gobierno Indio han facilitado los abortos (de hecho existen esterilizaciones masivas que generan gran polémica), estas interrupciones del embarazo se hacen individualmente sobre todo con carácter selectivo, y se ceban, la mayor parte de las veces, en gestaciones de niñas.
Aparte de las implicaciones de todo tipo que ello impone, imagínense ustedes que después de estos riesgos, esperanzas y expectativas el varón que se ha tenido no presenta los dimorfismos propios de su sexo. O que, cuando se va haciendo mayor, asume unos modelos y usos no ajustados a su condición sexual. En estas tierras el drama puede adquirir proporciones apocalípticas. El peso de la tradición, la fuerza de prejuicios y tabúes en muchos países es tan formidable que agrieta, incluso, compromisos filiales que en principio parecen solidos. Una desviación en esa senda, aparentemente precisa, marcada por un mundo divido entre dos sexos, acarrea tarde o temprano la separación familiar. Seguramente el varón terminará acogido en las comunidades de Hijras o Kinnar, como prefieren denominarse ellos mismos debido al carácter despectivo del primero.
Los hijras, comunidades de eunucos, travestidos y andróginos en el continente Indostánico, y que incluye India, Pakistán y Bangladesh, son una subcasta en la India, por debajo incluso de los “intocables” y una comunidad marginada en Pakistán y Bangladesh, en los que la tradición musulmana no contempla el sistema de castas. Hay referencias escritas que hablan de ellos desde el año 2000 AC. Se les denomina el tercer genero y su censo es extraordinariamente impreciso, unos hablan de 200.000 otros de 5 millones. Lo que si parece cierto es que, al menos en la mitad del millón de aldeas y pueblos que hay en la India, hay un hijra. Lo cual lleva a suponer que su número ronda los 500.000 (New DelhiTribune, 1983).
Algunos dicen que India es el país de los cien mil dioses, por eso no es extraño que cualquier grupo social mantenga y cultive una mitología protectora. Cualquiera de las castas y subcastas en la India conservan un manual de gestas atribuidas a sus héroes y dioses que le son propios, y hasta una centro de peregrinación periódico con sus correspondientes ciudades santas. En el caso de los hijras, no se conforman con una (ciudad) tienen hasta siete, como veremos.
En una sociedad tan estamentada como la India, y en la que la religión ha sido capaz de capilarizar todos los nichos sociales, es impensable un grupo humano de naturaleza simplemente cívica. Los hijras están agrupados en pequeñas comunidades y viven en grupos de 5 a 15 individuos, todos aportan un estipendio al mantenimiento de estas comunidades, llamadas foyers. Varias de estas foyers dependen de una casa madre, y todas estas, a su vez, de las cada una de las 7 casas que hay en la India, sitas en otras tantas ciudades del país, entre ellas Delhi y Bombay. Al frente de cada una de estos nodos o casas santas, está un kayak, una especie de santón que suele ser "el más viejo, el más sabio y el más honrado". El cargo es vitalicio, y una vez muerto, le sucede otro hijra que tenga las mismas virtudes que el fallecido. Como brazo ejecutor del kayak está el guru que se encarga de la administración y ejecución de las normas, dirime también los conflictos entre los miembros de la comunidad hijra.
Todo hijra debe estar adscrito a alguna de estas comunidades. Las más pequeñas de ellas poseen un guru o responsable que debe ser el más viejo, el más sabio y el mas honrado (¿les suena de algo?). Aunque numerosos de sus miembros se dedican a la prostitución, sobre todo en el sur, desprecian la prostitución gay a los que se refieren despectivamente como “gandus”, que mas o menos viene a hacer alusión al uso que hacen estos de sus posaderas.
No se ven pues como homosexuales aunque probablemente muchos de ellos lo son. Grupalmente se identifican por su travestismo femenino: ropas, maquillaje, abalorios, barroquismo de gestos femeninos, etc. Todo lo cual es imprescindible para formar parte de la comunidad. Otro elemento, que puede que sí les haga únicos, es la castración voluntaria a la que muchos de ellos se someten. De hecho la notoriedad dentro de la comunidad sólo se puede alcanzar tras la emasculación, y las presiones para la mutilación genital dentro del colectivo son muchas.
El proceso de castración se realiza en la actualidad con dudosos procedimientos quirúrgicos y con alto riesgo. Aunque tradicionalmente era mucho peor e iba acompañado de atroces sufrimientos. Históricamente una intervención de esta naturaleza producía unos índices de supervivencia que podía variar desde el 20 al 80 por ciento. Teniendo en cuenta, por ejemplo, que los últimos eunucos del Palacio Imperial de Pekín, bien es verdad que ya en el siglo XX, sobrevivían en porcentajes muy elevados. Sin embargo, los esclavos africanos sometidos a eunuquismo para sasisfacer las necesidades de los sultanes otomanos, sufrían una mortalidad espantosamente elevada, del orden del 90 al 95 por ciento, lo que paradojicamente elevaba su precio. Ello nos puede hacer pensar incluso que, esa alta mortalidad, fuera deliberadamente ocasionada por razones meramente económicas. Los hijras no son ni mucho menos los únicos colectivos que han accedido a la automutilación sexual. En el siglo XVIII, por ejemplo, apareció en Rusia un grupo de fanaticos religiosos, los Skoptsy, que fomentaban entre sus devotos, tanto hombres como mujeres, la amputación de sus atributos sexuales. La diosa Frigia, Cibeles, era tan celosa de la fidelidad de sus sacerdotes "los galli" que solo los admitía castrados. Y en la hagiografía cristiana encontramos muchos modelos de autoamputados, el más famoso, pero no el único, sería Orígenes de Alejandría, teólogo y erudito. Orígenes ha pasado a la historia de una forma mediatizada, toda vez que en vida fue un vibrante defensor de la Biblioteca de Alejandría y se encargó de crear tambien la de Cesárea.
El Hijra, durante los días previos a la amputación, era adormecido con opio. Solo el propio interesado, junto al dai ma, encargado de la amputación y su ayudante, están presentes. El dai ma es considerado como una especie de partera, toda vez que la emasculación del hijra le permitirá acceder a una nueva vida. Desnudo, y tras un baño, se sentará sobre un taburete siendo sujetado por el ayudante que le ofrecerá, como único anestésico para su sufrimiento, sus propios cabellos entre los dientes. La imagen de la diosa Bauchara Mata es la última que se le presentará antes de su sacrificio. Mientras que el dai ma prepara su cuchillo, repite obsesivamente "Mata, Mata, Mata", entrando en una especie de trance en la que probablemente la propia adrenalina que segrega le hace momentaneamente inmune al dolor. En una ceremonia realizada de madrugada, con el fin de favorecer los buenos auspicios; los testículos y el pene son seccionados con un rápido corte. Después de esto se le deja sangrar todo lo que sea preciso porque la hemorragia es un depurativo, un forma de expulsar el veneno de la masculinidad al exterior. Los momentos posteriores a la amputación son críticos, se juega su supervivencia. En el argot utilizado por los iniciados es un "tira y afloja" entre la diosa que le permitirá sobrevivir: Bauchara Mata y su hermana mayor; Chamundeswari, que le hará perecer. No hay costura alguna, y lo peor casi viene después, porque el veneno no es la masculinidad: es la infección, y para evitarla el sujeto debe sufrir aun las quemaduras del aceite que se vierten en la zona con el fin de prevenirla. Es una herida abierta que no se cose.
Las siguientes jornadas no dan tregua alguna porque, durante los tres días siguientes, no puede tomar líquido de ningún tipo ya que el dolor de la micción se haría insoportable, aunque se le haya provisto de una cánula que comunique la uretra con el exterior. Durante los dos meses posteriores cada una de las micciones que realice se harán extremadamente dolorosas.
Hijras de La India y Pakistán consta de dos entradass
Otras entradas:
Eunucos de Bizancio. El Imperio Bizantino. Castración y vileza en el Imperio de Oriente (Parte Primera).
Continuará..........