Ácaro |
Historia de la Cama, desde la Prehistoria
Dormimos o nos esforzamos en hacerlo durante un tercio de nuestra vida, incluso más. Los esquimales, durante el largo invierno polar, permanecen en la cama casi la mitad del día, por eso la cama o el artificio o bastidor que se tenga como tal, ocupa dentro del universo mobiliario un lugar esencial. Hay una cama en la que nacemos y otra en la que morimos. El libro de nuestra vida queda de alguna manera enmarcado por estos dos hitos temporales, y en ambos, está presente este elemento que nos permite guardar la horizontalidad en posición de reposo. Desde el sueño químico del alcohólico, improvisado y realizado en cualquier parte, con lo que puede considerarse que el mundo entero es su lecho, hasta el multitudinario reposo de los jovenes príncipes del medioevo, observados por abundantes testigos cuando entran en la cama para consumar su unión. Sin olvidar el descanso monitorizado del astronauta, dentro de un armario, y en un estado de ingravidez tal que, prácticamente hace flotar los órganos dentro de la caja torácica. Todo lo cual, no le impide el uso de un pijama.
Esa seguridad casi instintiva que sentimos cuando nos metemos en nuestras camas es como una evocación del seno materno. Nada nos puede acechar, porque la cama es el último baluarte de nuestra intimidad y allí estamos seguros. Solo nos espera un sueño plácido y reparador. Mas esa confianza queda un poco desarbolada ante una terrible evidencia; ¡descansamos sobre un lecho de bichos! Miles de ácaros acompañan nuestro reposo. Son minúsculos, pero su fotografía ampliada nos genera una gran inquietud, pues no parecen seres de este mundo. Decididamente la cama puede llegar a ser un lugar poco aconsejable. A Holofernes, por ejemplo, un protofelón de las Sagradas Escrituras le abordó la muerte mientras descansaba sobre su lujosa cama, y a manos de una mujer. En Herculano también se conservaban los restos de otro infeliz, sorprendido mientras dormía, cierto que en este caso fue la explosión del Vesubio la causante de su muerte. Son tantos.
Innana y Dumuzi |
Al parecer los hombres primitivos dormían con un ojo cerrado y el otro abierto, prestos al más ligero sonido que apuntara el merodeo de una feroz bestia que bien pudiera convertir en sangrienta pesadilla su reposo, por eso, cualquier atalaya, risco o cueva, proporcionaba una seguridad añadida a las siempre inquietantes sombras de la noche. La cama era solo un espacio virtual en el suelo, cubierto por pieles, hojas y otros productos vegetales que la hicieran mas mullida, y en la que probablemente todos los miembros de la comunidad, unos junto a otros, descansarían para aprovechar el calor. Cama comunal y democrática en la que, como se ve, la intimidad era una fruta extraña. Seguramente con el tiempo, esa fábrica del pasado troglodita (sic) que es Atapuerca nos vaya proporcionando pistas científicas sobre el descanso de nuestros ancestros más remotos. Tal parece que la primera cama de la humanidad se remonta 200.000 años en el tiempo[1]. Esto es lo que se sigue de los hallazgos realizados en Sudafrica, en el interior de una cueva. Se trata de una superficie de ceniza sobre la que se había incorporado un lecho de hierba a fin de conseguir una cierta confortabilidad. La ceniza habría permitido aislar el lecho de parásitos y garrapatas, proporcionando así una relativa higiene al descanso
En Summer, donde a decir de algunos empieza la historia, encontramos a la precursora sumeria de Venus y Afrodita, se llama Innana; muere, renace, engaña, intriga, y se venga; en fin es una diosa sensual cuya imagen, junto a la de su amante Dumuzi, nos ha sido transmitida en una placa de arcilla de 2000 años Ac. que nos presenta el primer lecho amatorio de la historia. Como si el artista hubiera sorprendido a la pareja en un retrato nada corriente entre las clases reales de la antigüedad, que solían utilizar camas y habitaciones separadas. Tutankamón fue enterrado con 6 lechos de exquisita factura, entre ellos su propia cama funeraria, como parte de su fabuloso legado. Uno de ellos posee unas medidas bastante contemporáneas: 1,85 por 90 cm de ancho. Solo un milagro preservó estos objetos del pasado de la depredación a la que fueron sometidas las tumbas del antiguo Egipto durante milenios. No podemos siquiera imaginar la infinita riqueza e información que hubiera llegado hasta nosotros si la mayoría de ellas se hubiera preservado. Adviértase las proporciones del obsequio que hizo un faraón no identificado al rey de Alashiya [¿Chipre?] quizás mil quinientos años antes de nuestra Era; una cama de ébano y de marfil cubierta de oro, tres camas de ébano cubiertas de oro, un reposa cabezas de ébano cubierto de oro y 10 escabeles de ébano también cubiertos de oro.
Cama de la Reina Hetepheres y su correspondiente wal |
Muchos son los que piensan que a lo largo de la historia la cama ha impuesto su hegemonía sobre el resto del mobiliario, convirtiéndose de esta manera en la pieza mas importante. Así entre los restos de la I dinastía se han encontrado camas elaboradas en marfil; Hetepheres, reina, que fue la madre del faraón Keops, conservaba en su tumba un lecho formado por un bastidor que descansaba sobre cuatro patas, entrelazado cada uno de sus lados con tirantes de tela entrecruzados a modo de somier. También se encontró un reposacabezas o wal de forma semicircular, permitía apoyar el cuello. Algunos autores sostienen que su cometido era el de preservar los complicados peinados aunque parecen ignorar que la alta nobleza egipcia solía depilarse la cabeza y utilizaba pelucas. El wal, antecedente de la almohada, obligaba a dormir de espaldas y como eran de madera o incluso de alabastro, exigía a veces el uso de piezas de tela debido a su dureza. Encontramos en el país del Nilo la presencia de mosquiteras, y literas portables. Una variedad de esta última categoría la ofrece la cama de campo del rey Tut, más conocido por Tuntankamón, que ofrece la particularidad de que es plegable, tal y como se aprecia en la imagen.
Cama de acampada del rey Tut [Tuntankamón] Griffith/Oxford
Los nómadas de Oriente Próximo utilizaban también como lecho odres llenos de líquido con el fin de atemperar la frialdad del suelo. Los maharajás de Udaipur, en La India, suelen colocar hierba bajo sus colchones con lo que evocan el pasado errante de sus antepasados, acosados y perseguidos por los invasores musulmanes del subcontinente Indostánico. A grandes rasgos estos mismos maharajás, consideraban que morir asesinado en la cama era la peor de las ofensas, acostumbrados a perecer en batallas de proporciones colosales. La historia de la India es de una intensidad que a veces deja sin aliento. Vatsyayana, que fue el autor del Kamasutra, se supone que en el siglo III de nuestra era, y cuya intención estaba algo alejada del etiquetaje obsceno en el que ha derivado su obra [en esto tenemos nuestras dudas, pero....] presenta en uno de sus capítulos el dormitorio adecuado para un caballero hindú. La cama ocupa un lugar medular, dispuesta en el centro de la alcoba, agradable a la vista, provista de dosel y un lienzo blanco, además de dos almohadas situada una a la cabecera y otra a los pies. Guirnaldas y perfumes completan el escenario que, a todas luces, es un nidito de amor.
La cultura hebrea, en sus orígenes, es el reflejo en buena parte de la civilización egipcia y de000 ella nos atrevemos a destacar, sobre todo, la figura del gran Insomne, que no es otro que Jesucristo. No hemos encontrado referencia alguna al sueño del Señor, y ello, pese a su oficio de carpintero que con toda seguridad le brindaría la oportunidad de fabricar numerosos lechos. Por lo visto el reposo en la cama no es un capítulo que merezca alusión alguna en la crónica de la vida de un Dios. Si bien la mitología clásica sí que es mas sensible a este estado de reposo tan humano, a veces confundido con la misma muerte. La Odisea es prodiga en lechos de todo tipo, la cama del ensueño solitario de Telémaco recreándose en su viaje, las camas blanditas de Calímaco, y el lecho de los celos de Penélope que consigue enfurecer a su amado Ulises sometiéndole ladinamente a una prueba que consistía en identificar su lecho conyugal; Ulises gustaba descansar en las entrañas de un olivo de grandes dimensiones provisto de un colchón de plumas de ave y otros accesorios decorativos, una cama que curiosamente estaba en constante crecimiento. Los griegos vivían en un mundo a medio camino entra la realidad y el mito, saturado de supersticiones, y en el que el sueño estaba cargado de amenazas irracionales, como la disposición de la cama, que amenazaba con la muerte de su usuario si este orientaba los pies de la misma hacia la puerta de calle. En China, por ejemplo, existía también una regla que prohibía a las concubinas de los Emperadores acceder al lecho de estos desde uno de los lados del mismo, solo se podía deslizar desde la parte opuesta a la cabecera.
Etrusco. V Ac. |
Demóstenes, un orador griego del siglo IV a.C revela la existencia de un taller dedicado a la elaboración de camas en la antigua Atenas en el que trabajan no menos de 14 personas[2] . Pero la apoteosis de la cama la encontramos en Roma, un Imperio al que la abundancia hizo indolente, y en la que los patricios, incluso, necesitaban el concurso de un esclavo para mear sin incorporarse del triclinium. El triclinium era un lecho para comer que, por cierto, es herencia griega, tal y como refiere Marcial en sus Epigramas. Camas para todo, incluso para definir la orientación sexual del referido en función del lado del lecho que se ocupará (*). Camas para comer, para pensar, para leer, para reposar, para el gimnasio, para vivir. Camas móviles incluso, utilizadas en un principio por viejos aristócratas enfermos para sus desplazamientos a hombros de una docena de esclavos. Este tipo de lechos se popularizaron después, aunque solo al alcance de unos pocos, las utilizaban para moverse por las calles de en una urbe desproporcionada y las mas de las veces pestilente. Láctica se llamaba a este artefacto que llegó a alcanzar unas proporciones descomunales, perdiendo un poco la intimidad de la cama propia. Las lácticas podían vestirse con numerosos almohadones llamados cubitales e iban provistas de un colchón de plumas. Con el fin de proteger la intimidad del usuario estaban disponían de un cortinaje que preservaba al usuario de la curiosidad pública. Clemente de Alejandría un cronista de la vida de Alejandría del siglo II, refiere que en esta rica ciudad se utilizaban alfombras bordadas en oro a ambos lados de la cama y que las habitaciones estaban adornadas con tapices de Persia así como ricas colchas. Aconseja colchones planos y menciona camas con patas de plata y placas de marfil, lo que en una ciudad que solía utilizar el oro en la elaboración de orinales -han leído bien- no es un despilfarro notorio. Apuleyo también lo refiere, pero además añade que las mujeres utilizaban pequeños cojines para sus mejillas y sus nucas. El Emperador Heliogábalo fue el primero en utilizar cubrecamas, prefiriendo las elaboradas con pelusa de liebre.
Próximamente en Amazon:
«La Historia Social y Cultural de la Cama».
Pocos personajes en la historia de Roma estuvieron sometidos a tantos tabúes como los primeros sacerdotes llamados Flamen, su historia se remonta al siglo VIII a. C. prácticamente la prehistoria de esta civilización. Su persona era inviolable pero estaban sujetos a tantas prohibiciones que perecían bajo el peso de la superstición. Muchos de estos prejuicios tenían que ver con la cama, nadie mas que ellos podía utilizar el propio lecho, tampoco podían dormir mas de tres noches seguidas en otra cama que no fuera la suya y además las patas de esta debían de estar cubiertas de barro.
Entre la cama del rico y la del pobre había una gran diferencia, mientras que el primero podía disponer de varios lechos y un dormitorio para el verano y otro para el invierno, este último debía a veces conformarse con una banco de piedra o mampostería adosado al muro y cubierto por un ralo colchón de paja, dentro de un cuartucho sin iluminación alguna o a lo mas provisto de un agujero diminuto a modo de tragaluz. Jergones o el simple suelo servían también para el descanso. Poseemos una imagen bastante ilustrativa del tipo de camas que debían de utilizarse en el Imperio romano, y ello gracias a los restos hallados en la ciudad de Pompeya, en un lupanar que disponía de varios lechos realizados en mampostería en los que la misma almohada había sido integrada como una parte más del trabajo de albañilería. Sobre esta superficie se dispondría un jergón de paja, aunque no necesariamente. Los esclavos en Roma acaso no dispusieran siquiera de un espacio propio para instalar la cama, utilizando para tal menester el propio lugar de trabajo o a los pies de la cama de su amo, e incluso en las puertas de las habitaciones donde descansaban aquellos.
Entre la cama del rico y la del pobre había una gran diferencia, mientras que el primero podía disponer de varios lechos y un dormitorio para el verano y otro para el invierno, este último debía a veces conformarse con una banco de piedra o mampostería adosado al muro y cubierto por un ralo colchón de paja, dentro de un cuartucho sin iluminación alguna o a lo mas provisto de un agujero diminuto a modo de tragaluz. Jergones o el simple suelo servían también para el descanso. Poseemos una imagen bastante ilustrativa del tipo de camas que debían de utilizarse en el Imperio romano, y ello gracias a los restos hallados en la ciudad de Pompeya, en un lupanar que disponía de varios lechos realizados en mampostería en los que la misma almohada había sido integrada como una parte más del trabajo de albañilería. Sobre esta superficie se dispondría un jergón de paja, aunque no necesariamente. Los esclavos en Roma acaso no dispusieran siquiera de un espacio propio para instalar la cama, utilizando para tal menester el propio lugar de trabajo o a los pies de la cama de su amo, e incluso en las puertas de las habitaciones donde descansaban aquellos.
En Roma el descanso era bastante dificultoso, por las noches las calles se cubrían de carros de todas las dimensiones que servían para atender el abastecimiento de la urbe, y cuya acceso a la ciudad no estaba permitido mas que durante las horas de oscuridad. Como la vida del romano se ajustaba a las horas de luz solar, la actividad retornaba pronto y con ella los ruidos. Plinio y Marcial hacen referencia a lo incomoda que era esta ciudad para conciliar el sueño y mantenerlo. Juvenal llegó a odiar a Roma por esto y Séneca que dice haber vivido sobre uno de los gimnasios de la ciudad, consiguió recrear ese espacio gracias a los ruidos generados por los atletas y que le impedían descansar. Las camas (cubicularis), por lo general, carecían de sábanas, pero disponían de colchas y mantas, también almohadas. Se trata por lo general de un bastidor unido por correas cruzadas. El suelo de la alcoba estaba cubierto con una alfombra, acaso alguna silla y un orinal, poco más. Si se trataba de patricios, probablemente el matrimonio durmiera en habitaciones separadas. El patriciado romano era bastante refractario a compartir su cama. Ni siquiera lo hacía en la intimidad del matrimonio, utilizaban a tal efecto la cama marital pero no el propio lecho, con lo que descanso y placer quedaban de esta manera desvinculados.
Las camas mas lujosas disponian de un escabel o banqueta, y el bastidor podía ser de bronce, marfil o plata, poseían también cabecera, colchón, almohada (cervicalia), cobertores, y en invierno pieles. Probablemente, tal y como sucedía en Persia, existieran esclavos dedicados única y exclusivamente al mantenimiento y cuidado de las camas de sus señores, lo que incluía sin duda la desinsectación de las mismas. De una fuente romana; Prisco, tenemos incluso referencias a la cama usada por Atila , situada en una sala en la que recibió a los embajadores de Roma y cubierta con sábanas de lino y colchas, se disponía en lo alto de una plataforma escalonada.
Por lo visto los Emperadores Chinos poseían para sus encuentros íntimos no de uno sino varios lechos. La razón de esta abundancia tenía más que ver con la seguridad del Príncipe que con la jactancia. Muy pocos personajes conocían el lugar exacto en el que El Emperador y su concubina se encontrarían. Una intimidad por otro lado bastante breve, puesto que la concubina no podía dormir en la misma cama de su Señor. Los chinos utilizaron la asepsia funcionarial para dar cuenta, incluso, de la vida amatoria de sus Emperadores, anotando la fecha de este primer encuentro que, caso de producir un embarazo, marcaría la edad del recién nacido, referida siempre a la fecha probable de la concepción y no la del parto. Los Emperadores chinos fueron tan numerosos (más de 200) que su enumeración dejaría pequeña la pormenorización del poder en cualquier otro Imperio en la historia de la humanidad.
La Edad Media presentará un tipo de lecho integrado en una alcoba-salón, en los cuales la cama se convertirá en la plataforma, mas bien en un escenario para un espectáculo público. Pero esto lo dejamos para la siguiente entrada.
Las camas mas lujosas disponian de un escabel o banqueta, y el bastidor podía ser de bronce, marfil o plata, poseían también cabecera, colchón, almohada (cervicalia), cobertores, y en invierno pieles. Probablemente, tal y como sucedía en Persia, existieran esclavos dedicados única y exclusivamente al mantenimiento y cuidado de las camas de sus señores, lo que incluía sin duda la desinsectación de las mismas. De una fuente romana; Prisco, tenemos incluso referencias a la cama usada por Atila , situada en una sala en la que recibió a los embajadores de Roma y cubierta con sábanas de lino y colchas, se disponía en lo alto de una plataforma escalonada.
Por lo visto los Emperadores Chinos poseían para sus encuentros íntimos no de uno sino varios lechos. La razón de esta abundancia tenía más que ver con la seguridad del Príncipe que con la jactancia. Muy pocos personajes conocían el lugar exacto en el que El Emperador y su concubina se encontrarían. Una intimidad por otro lado bastante breve, puesto que la concubina no podía dormir en la misma cama de su Señor. Los chinos utilizaron la asepsia funcionarial para dar cuenta, incluso, de la vida amatoria de sus Emperadores, anotando la fecha de este primer encuentro que, caso de producir un embarazo, marcaría la edad del recién nacido, referida siempre a la fecha probable de la concepción y no la del parto. Los Emperadores chinos fueron tan numerosos (más de 200) que su enumeración dejaría pequeña la pormenorización del poder en cualquier otro Imperio en la historia de la humanidad.
La Edad Media presentará un tipo de lecho integrado en una alcoba-salón, en los cuales la cama se convertirá en la plataforma, mas bien en un escenario para un espectáculo público. Pero esto lo dejamos para la siguiente entrada.
La Historia de la cama consta de dos entradas
[1] Science 14/08/2020 Vol. 369 863-866
[2] DEMÓSTENES, Contra, Afobo, I
Revisado en Mayo 2016
Revisado en Mayo 2018
Revisado en Agosto 2020
Revisado en Mayo 2018
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Revisado en Abril 2021