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HISTORIA DEL CALZADO. EL CALZADO EN ESPAÑA
En el mundo del calzado, y desde muy pronto, se apuntaron tres modelos de artilugios con los que nos cubríamos los pies: zapato, sandalia y bota. Con sus infinitas variaciones, se entiende. Hoy toca el calzado en la España de la Edad Media.
Tal y como sugería Fernández de los Ríos, un escritor español del XIX, pocos objetos como el zapato han experimentado a lo largo de la historia tan pocas variaciones esenciales y tan infinitos retoques en sus detalles. No deja de sorprender que, un artículo pensado para soportar el polvo y las inmundicias, posea semejante fascinación y el suficiente poder seductivo como para embaucar y hacer perder la razón a Psamético, rey de Egipto, (siglo VII A. C), que se enamoró de un zapato primero, y después, de su dueña: la cortesana Radope, a la que acabó por hacer reina, en una fábula que nos resulta extraordinariamente familiar(*)
El calzado popular en la Edad Media y en la Península Ibérica eran la abarca y la esparteña (alpargatas). Estas últimas eran elaboradas con esparto, de donde deriva su nombre, y que entronca con la muy veterana tradición de realizar el calzado a partir de fibras vegetales e incluso cortezas, tal y como vimos en el antiguo Egipto. Su confección consistía en practicar la suela merced a sucesivas vueltas de la fibra sobre sí misma, reforzándola posteriormente con un trazado perpendicular. El talón solía estar elaborado con el mismo material. Pese a las limitaciones de este calzado en climas húmedos y fríos, su uso estaba muy extendido y aún tenemos constancia de las mismas, incluso, después de la Guerra civil española.
En la España húmeda y fría se presenta el zueco o alcorque. Este calzado estaba realizado en madera, aunque con el fin de evitar su rápido desgaste podían presentarse forrados con plantillas de hierro. Este tipo de zuecos se ofrecen también en la España musulmana, pero son abiertos, y solo lucen una banda que sirve para sujetar el pie quedando todo este al descubierto. El alcorque es una herencia romana, cuya industria del corcho fue utilizada, entre otras, para la ejecución de las suelas del calzado. Elaborados con madera de la familia de los robles; como alcornoques y encinas. Los musulmanes adquirieron gran maestría en la fabricación de esta calzado, detallándose su técnica en manuales que describían, incluso, la forma de coser el cuero. Abd Allāh fue en el silgo XI-XII un famoso sufí que además fabricaba las más afamadas sandalias de Sevilla. A veces era frecuente cierto ardid que consistía en ofrecer tacones falsos, esto es, corcho hueco que era rellenado con arena lo que al producirse el desgaste del material inutilizaba el zapato (T.F. Glick. Tecnología, ciencia y cultura en la España medieval)
Otro calzado muy elemental es la abarca o suelas. En su forma más simple es un mero trozo de cuero fijado al pie mediante correas. Es probablemente el calzado más antiguo de la humanidad, hasta el punto de que si Adán y Eva hubieran utilizado alguno este habría sido una abarca. Podemos constatar su presencia en el antiguo Egipto, en Mesopotamia en la Grecia clásica, donde las crépidas no son mas que un precedente de este modesto calzado, sin olvidar la solea de los latinos. Fue el calzado utilizado por infinidad de órdenes monásticas, dispuesto, eso si, sobre una calceta o media con el fin de atenuar los rigores climáticos. Signo de humildad por estar limitado su uso a las clases mas modestas, muy del agrado de los filósofos y de aquellos que, a pesar de su grandeza, se definen mas bien por un carácter sencillo, como podía ser el caso de Marco Antonio que gustaba de usarlas en público pese a ser censurado en esto por Cicerón.
El calzado tipo de la Edad Media es el zapato o borceguí, si entendemos por tal a la pieza que cubre todo el pie, incluido el empeine. No es un producto ni mucho menos que esté al alcance de cualquiera. Elaborados generalmente con materiales diversos: badana, guadamecí o cordobán. Destacamos los borceguíes con que el rey de Granada (Muhammed V) obsequió a Enrique de Trastamara, hijo bastardo de Alfonso XI, brocados y bordados con perlas que el Rey se apresuró a utilizar. Los zapatos, sin embargo, tenía una particularidad, la historia no oficial sostiene que estaban impregnados de una sustancia tóxica que envenenó al Rey haciéndole morir días después (1379). Este sistema era también utilizado por los turcos, que solían aprovechar la intensa transpiración de los pies, para que el veneno fuera absorbido con rapidez por el organismo (Ver: Historia del Veneno) Una provisión del mismo rey de Alfonso XI, permitió por ejemplo a los pastores afectos al Monasterio de Guadalupe (Cáceres) utilizar las cortezas de los árboles de las dehesas del Monasterio para elaborar su calzado. Pedro I, años después, se encargaría de ratificar dicha norma.
Tibiales. Un tipo de bota solo al alcance de la nobleza |
El cordobán es una piel muy fuerte y hermosa trabajada sobre curtidos de piel de cabra. Se exportó a toda Europa teñida de blanco, rojo y negro, hasta el punto de que no solo daría origen a un zapato de lujo muy apreciado por la alta nobleza, sino que también apuntaría el inicio de un oficio: el de los cordonnier franceses. Es decir; aquellos zapateros que trabajan el cuero de Córdoba, y ello con el fin de diferenciarlos de los simples zapateros remendones. Al igual que las ovejas merino españolas, las pieles de Cordobán tenían una especial protección, no podían ser exportadas.
Un tipo especial de calzado son los estivales, el más caro y el más lujoso, sobre todo si estaba hecho de cordobán. Los estivales eran una especie de botas altas y tan flexibles que eran capaces de ajustarse a la pierna: como si de medias se tratara. Su elaboración quedaba sujeta a múltiples limitaciones marcadas por las leyes suntuarias. Las leyes suntuarias tenían por objeto mas bien evitar el uso de determinadas productos que se consideraban privativos de la alta nobleza y las clases aristocráticas. Algunos zapateros por ejemplo, podían sufrir la amputación del dedo pulgar que, por su particular uso, podía incapacitarles para ejercer el oficio, si vendían productos de esta naturaleza a compradores pudientes aunque plebeyos. Los alcohoneros, escribanos, porteros y ballesteros, por ejemplo, tenían prohibido usar zapatos dorados. Sólo se exceptuaba de tal disposición «a los servidores mayores de cada oficio».
A diferencia de Al Ándalus donde caminar descalzo es habitual hasta cierto punto, en la España cristiana solo "los niños, los locos y los mendigos" suelen abstenerse del uso del zapato. La excepción la marcan aquellos que, por los peculiaridades de su oficio, requieren desprenderse del calzado, como pueden ser los marineros.
Detalle del retablo de San Marc y San Anià. Arnau Bassa?. Iglesia de Santa María. Manresa. Taller de zapateros |
Escudo del gremio de zapateros situado en la Catedral de Barcelona. Esta imagen da fe de la gran pujanza de esta ciudad durante la Edad Media. |
(*) Claudio Eliano: retórico romano. Casi dos mil años antes, ya recoge esta quimera tan presente en La Cenicienta
Entradas(post) sobre la historia del calzado publicados hasta la fecha
- Historia del calzado ( I ). Algunas consideraciones previas
- Zapatos, botas y déspotas. Historia del calzado ( II )
- El primer calzado: Judea, Egipto. Historia del calzado (III)
- Judea, Grecia y Roma. Historia del calzado (IV)
- Roma y los Bárbaros. Historia del calzado (V)
- El calzado en la España de la Edad Media. Historia del calzado (VI)
Rev: 9 de julio de 2022