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Mujeres en la Historia
A Lola Montez se la recuerda, entre otras cosas, por ser una de las peores bailarinas del siglo XIX. Su danza Spider (araña) que paseó por los salones de California y los pueblos mineros australianos, era una mezcla mas bien cómica de movimientos atrevidos y pícaros para la época; al parecer, la supuesta presencia de una araña entre sus ropas, motivaba que se fuera desprendiendo de esta sobre el escenario. Lola Montez, no se ganó los escenarios burlescos del XIX por su habilidad como artista, ni mucho menos, lo hizo precedida por su fama de cazafortunas. Su fama en los países de cultura anglosajona es notable, y los libros a ella dedicados se cuentan por decenas. Para nosotros es una autentica desconocida, y eso que su nombre tiene un resabio español resultado del tiempo pasado en nuestro país [1].
Se casó tantas veces que hasta llegó a perder la cuenta de sus maridos, por eso tuvo que huir de Gran Bretaña acusada de bigamia. Probablemente sus parejas puedan haber llegado al centenar (se ha apuntado por la web que llegaron a ser varios miles, lo cual es uno de tantos despropósitos como abundan en este medio). Pero es en el terreno de sus amantes o protectores donde desarrolló su mejor técnica: Franz Listz , el músico y compositor fue uno de ellos, la abandonó en la habitación de un hotel sabedor de sus horribles ataques de furia. No estaba equivocado, cuando Lola se enteró del abandono destrozó la habitación. Intimó también con Alejandro Dumas, el autor de el Conde de Montecristo, y culminó su carrera con los favores del Rey Luis I de Baviera que la hizo su amante oficial, transigiendo con todos sus caprichos, que por lo general, eran de tipo económico. Esta locura de un vejestorio, como se llegó a denominar la relación entre ambos, le costó en parte a Luis I el trono de Baviera, pero antes llegó a gastar en su amante la fabulosa cifra de 200.000 florines al año. Para hacernos una idea, el sueldo de uno de los ministros de Luis no llegaba a los 4.000 florines. Esa cantidad, precisamente, fue la que gastó Lola Montez en los servicios de un modista francés. Algunos sostienen que los dispendios de Luis con Lola fueron los causantes de que se viera obligado a abdicar, pero esto solo es cierto en parte, aunque sin duda contribuyó a minar el prestigio del monarca. Se vio obligada a huir de Baviera por mero instinto de supervivencia, ya que temía por su vida, trasladándose a los EEUU, a la zona de California. Allí incluso manejó entre sus conocidos la descabellada idea de “Lolaland” un nuevo Estado resultado de la secesión del territorio de California de los Estados Unido. Se casó en numerosas ocasiones, dos de ellas, como mínimo en el continente americano. Uno de sus matrimonios, al parecer, fue ampliamente consumado.
Luis I de Baviera |
La sífilis acabaría con ella, pero Lola Montez ha conseguido, pese a su volubilidad, proyectar una imagen en el tiempo que no se corresponde ni con su valor artístico: extremadamente torpe en el escenario, ni con su poderío intelectual: su autobiografía carece muchas veces de credibilidad. Quizás fuera esa personalidad transgresora y rebelde desde su infancia, la independencia que mantuvo sobre todos sus protectores, la que le permitió ganar un puesto en la historia.
Lo cierto es que vivió diciendo lo que pensaba, y además; lo escribió. Y eso para delicia de todos aquellos que detestan el lenguaje políticamente correcto y la cultura de lo pusilánime tan presente hoy en día; lo hizo en “el arte de la belleza y los secretos del tocador”.
La cara es el espejo del alma, y esto en un sentido literal, es decir, una mujer guapa físicamente posee un alma superior. Esa belleza es frágil y hay que conservarla. Pero aquí no vale todo, las cremas, mascarillas, todos los polvos venenosos con los que las mujeres han ocultado su piel a lo largo de la historia, mas que atraer a los hombres les alejan. Muchas veces, dice, ha observado el desagrado con el que los varones se ven obligados a besar a una mujer que tiene su cutis cubierto en exceso con cremas y maquillajes vulgares, como si se vieran obligados a besar a un cadáver. Propugna el uso moderado de los cosméticos, y acudir, siempre que se pueda, a sustancias naturales ¿Cuáles? Bueno un buen par de filetes sobre la piel de la cara tonifican el rostro.
Pero de nada sirve todo esto si la mujer no se cuida físicamente, ejercicio severo e intenso, “nada de paseos de convento”. Es preciso cuidar también de la alimentación. El cutis, las manos, la piel en general, son muy sensibles al exceso de grasas, café, etc. La belleza reside en la fragilidad y la delgadez del cuerpo, además de en la blancura de la piel pues el blanco es el color de la pureza, no en balde romanas y griegas lo apreciaban como el máximo signo de distinción.
Para ello, el baño diario en agua tibia es imprescindible. Una bañera debe estar presente en cada una de las casas pues la limpieza es la mejor amiga de la belleza. Todo lo cual, dicho así, parece una obviedad, pero no debemos de olvidar que la emperatriz Sissi, unos años mas joven que Lola, mostraba casi más satisfacción por haber conseguido un baño privado que por el resto del palacio imperial donde residía.
Autobiografía de Lola Montez |
Lola presta una especial atención al pecho. Lo considera prácticamente como la quintaesencia de la feminidad. Debe ser simétrico y proporcionado, acudiendo, si es preciso, a los corsés con el fin de obtener el efecto deseado.
Todo esto y más es preciso para conseguir un prototipo de mujer que guste a los hombres, puesto que la principal misión de la mujeres es la de ser hermosas para atraer así a los varones. Este es el principal cometido en la vida de la especie femenina; ser bellas y seductoras. A pesar de que como decía Rousseau, todas las grandes revoluciones se deben a las mujeres, no nos engañemos: “todo el mundo sabe que ayer, hoy y siempre el hombre aprecia la belleza y no la inteligencia en nosotras”. Por lo cual, todos los cuidados deben estar dirigidos al cuidado del cuerpo femenino. Esto hará que el hombre repare en las mujeres para iniciar la galantería.
La galantería, dice, está al alcance de todos, incluso de aquellos pretendientes que pueden desagradar, y da paso al romance que ya no está permitido a todos pues es terreno reservado a muy pocos. E incluso, al amor, un plano inclinado en el que muchas parejas se escurren hacia el fracaso, y que, sospechamos, Lola Montez no frecuentó.
Sea como fuera la galantería era cosas de dos, y visto el papel repartido a cada sexo, no podemos olvidarnos del hombre tipo en el que piensa Lola como galán: apuesto por supuesto, pero en la medida de su indumentaria y saber estar, mas que de su físico. Por de pronto, debe usar unos zapatos que le vengan como una segunda piel, abdomen controlado, es decir nada de barriga; si era preciso debía hacer uso del corsé masculino. Para aquellos que carecían de suficiente empaque físico y corpulencia, aconsejaba acudir a algodones o fibras de relleno a pesar de la mala prensa que tuvieran. Mucha joyería, varios anillos, alfiler de corbata, cadena dorada para el reloj y otra quincalla(*) por el estilo.
Un hombre que se precie bebe. Bebe mucho y aguanta sin emborracharse. La bebida es la que infunde el tono vital a los varones, hasta el punto de que un hombre abstemio no es de fiar y seguramente es soso. Las citas, sobre todo si son nocturnas, requieren que el varón beba varios tipos de licor; este aroma embriaga no solo al que lo bebe, sino al que lo huele. Además de este elogio inmoderado del alcohol, el hombre debe ser ocurrente y chistoso. Y como quiera que las mujeres buscan en él protección, debe hacer ostentación de sus duelos, si los ha habido, y si de ellos conserva alguna marca lucirla como la mejor credencial (de hecho Lola Montez perdió a uno de sus más caros amantes en un duelo). El valor y la dureza que implica semejante cicatriz es la mejor credencial.
En su fecha el texto fue considerado prácticamente pornográfico, hoy es decididamente ingenuo.
Lola Montez se decía hija de un torero sevillano, y en Australia, llegó a presentar su danza Spider como la manifestación más sensual de los bailes de los campesinos españoles(sic), aunque se la recuerde mas bien por ser una precursora del striptease sobre el escenario. Toda era mentira. La vida de Lola Montez fue una impostura, una seducción detrás de otra. Sólo se sinceró en este ensayo sobre la belleza de tocador y la galantería. Por cierto, decían que era tan bella que hasta los niños la confundían con un hada.
(*) Conjunto de objetos de metal de poco valor.