Historia de la Mierda. Alcantarillas y cloacas a través de la Historia. Higiene pública (Parte Primera)

Img: depósito de tormentas en Japón


Alcantarillas y cloacas a través de la Historia



Cuando la India accedió a la independencia Gandhi tenía dos grandes preocupaciones; primera, ¿cómo alimentaria a esos millones de personas? Y segunda: ¿cómo se las arreglaría para deshacerse de sus aguas negras? Decididamente  las cloacas han acompañado al hombre desde que surgieron las primeras aglomeraciones. Allá donde se concentre una gran muchedumbre encontraréis letrinas. Ni siquiera en situaciones límites, cual son las guerras, se ha dejado de proveer a los contendientes de lugares específicos para aliviar sus vientres.

      La ingeniera de la mierda, como se le ha llamado, no ha dejado de inventar técnicas capaces de capturar lo que no precisamos en las más variadas circunstancias. Desde la más sofisticada: la tecnología aplicada en  los viajes espaciales, que se resolvió inicialmente obligando al astronauta a mearse encima (Alan B. Shepard en 1961), hasta la más artesanal que consiste prácticamente en recogerla con las manos para colocarla en un cesto, tal y como hacen medio millón de parias en la India. Sometidos por ese más que discutible sistema de segregación social que son  las castas. 

     La importancia que tiene la gestión de los excrementos en cualquier concentración humana marcada por un espacio limitado es tal que, una de las primeras medidas que se tomaron con los mineros chilenos sepultados en la mina San José fue la de segregar en dos zonas bien delimitadas su espacio:  una zona limpia y una zona sucia. Esta última correspondería  a la de las letrinas que debían de disponer de manera inmediata 

     ¿Pero por qué las llamamos aguas negras? ¿Por su color o por que las enviamos al subsuelo para no verlas? O mejor aún, ¿dónde empiezan realmente las cloacas? ¿Cuál es la boca de la alcantarilla?  No es preciso alejarse mucho de nuestro hogar, el sentido común nos dice que la boca de las alcantarillas está dentro de nuestras casas y no sólo en el wc, sino también en la cocina, en cualquier estancia en la que se encuentre un orificio de evacuación de aguas. Porque, nuevas tecnologías  aparte (compostaje y esas cosas),  lo cierto es que el agua es el disolvente universal. Es bastante paradójico que, para deshacernos de un litro de excrementos, utilicemos diez o quince litros de agua limpia y pura. Agua que al final de todo el proceso nos veremos obligados nuevamente a depurar si no queremos que esa repugnante mezcla infecte nuestras ciudades y campos produciendo infinidad de enfermedades. Afortunadamente el agua es muy abundante,  parece ser que a cada ser humano nos corresponde algo así como 300 ó 400 mil millones de litros (1.400 millones de Kilómetros cúbicos de agua en el planeta), aunque solo el 3% de esta cantidad es potable: 42 millones de Kilómetros cúbicos. Con todo y con eso, aún se dispone de 5 a 6 hectómetros cúbicos de agua potable por persona. Imagínense la cantidad de veces que se puede hacer uso del retrete. 


Es el Citarum, el río más sucio del mundo.

     Nos pasamos la vida escondiendo nuestros propios excrementos. De hecho, los grandes momentos de intimidad de la especie suelen transcurrir en el baño, el “sancta sanctórum” de nuestros procesos evacuatorios. Nadie concibe en Occidente una defecación en público y sin embargo, en muchos países subdesarrollados, esto, el evacuar en público, es algo absolutamente habitual porque no existen sitios específicos para hacerlo. En efecto, en muchos lugares del tercer mundo es lo primero que se hace en el día; cientos, miles de personas defecando, unas junto a otras. Esta no es una mera cuestión estética, ni un sesudo ensaño sobre el pudor: culo más, culo menos, es una autentica emergencia sanitaria en algunos lugares. No olvidemos que el olfato es otro de los elementos que tiene cualquier especie para sobrevivir, y allá donde el olor es repugnante la vida seguramente está amenazada.

     Hacemos desaparecer nuestros  restos tubería abajo, y salvo el olor, la cerámica  de la que están recubiertos nuestros sanitarios deja los wc prestos a un  nuevo servicio, impolutos, como si nada hubiera manchado su blancura. Y es que más de la mitad de la población del planeta se concentra en el 4% del espacio físico y todos los días casi 2.000 millones de personas hacen lo mismo que nosotros hacemos, si el ritmo intestinal es el adecuado Y también todos los días, 3.000 millones se las ven y se las desean para aligerarse de sus restos porque carecen de wc y las alcantarillas son un surco en el suelo, que va a dar a otro surco y éste, con suerte, acabará en un río con tanta materia en suspensión que si te tiras flotas, como en el Mar Muerto.


Esta casta de intocables vive de recoger las heces de los demás. Lacasamundo.com
Es exactamente lo que se ve. Esta casta de intocables vive de recoger las heces de los demás.

     En el año 2001 solo el 18 por ciento de la población de la India disponía de retretes, en el 2010 el porcentaje se eleva sólo al 33% ¡Casi veinte puntos por debajo del porcentaje de población que posee móvil! La instalación de letrinas en algunos lugares del Tercer Mundo se considera como una intromisión intolerable en la vida privada, y su uso es directamente rechazado por contravenir las costumbres.

     Hace algunos años una revista de lengua inglesa realizó entre sus lectores una encuesta para determinar cuál era el mejor descubrimiento relacionado con la salud pública en los últimos 200 años. La elección parecía ser difícil, y de hecho lo fue, entre los varios candidatos: la penicilina, los sulfamidas, la anestesia, sin embargo por encima de todos estos destacó el saneamiento. Un eufemismo para referirse (esencialmente) a las alcantarillas: las cloacas. Tal es su importancia. Y no es cosa de hoy mismo, que la lucha del hombre por beber agua sin sabor a mierda es bastante antiguo. 

Línea de alcantarilla. Mohenjo-Daro. Lacasamundo.com
nea de alcantarilla. Mohenjo-Daro

    Curiosamente los testimonios arqueológicos más antiguos de  redes de alcantarillado  suelen coincidir a veces con áreas notablemente deterioradas en la actualidad. Es el caso de la India, mientras que al Gobierno le cuesta horrores convencer a sus campesinos de las bondades del uso de las letrinas, no lejos de aquí, en Pakistán, y hace mas de 4.500 años, floreció una civilización vinculada al legendario reino de Dilmun:  las ciudades de Mohenjo-Daro -que significa "el montículo de los muertos"- y Harappa y en las que probablemente, a pesar de la distancia temporal, se vivía aceptablemente bien, e incluso muy bien. Descubiertas a mediados del siglo XIX los arqueólogos piensan que podían tener 40.000 habitantes cada una de ellas. Sus ruinas mostraron una red de alcantarillado que corría paralela a las fachadas de las casas. Cada una de estas poseía un tubo de desagüe que enlazaba a la red y disponían de letrinas, algunas, incluso con asiento. Se trataba de una cultura cómoda con la higiene, capaz de diseñar una red urbana sorprendente; todas las casas eran iguales y las calles estaban trazadas con tiralíneas, de hecho, la red de cloacas poseía hasta lo que actualmente llamamos tapas de registro.

     Los primeros artilugios de fontanería fabricados en torno de alfarero los encontramos en Babilonia, hace unos cuatro mil años. Tubos de barro cocido en "T"( por su forma) y codos (por la misma razón). En el  Palacio de Sargón de Akkad, más conocido como Sargón el Grande, y pese a las severas dificultades para identificar los restos, se aventura una presencia más elaborada de los inodoros que dispondrían de un asiento alto sobre un pozo negro que, a su vez, conectaba con un colector principal. Este alcantarillado corría pegado a los muros del palacio bajo el pavimiento. Una suave inclinación permitiría la evacuación de los restos. Además la abundante presencia de brea en la zona facilitaba el sellado e impermeabilización de estas canalizaciones 


Codos de fontaneria. Templo de Bel. Nippur. Lacasamundo.com
Codos de fontanería. Templo de Bel. Nippur

     En los hogares pudientes a veces se disponía de un habitación que oficiaba tanto de sala de baño como retrete, con el suelo ligeramente inclinado hacia el centro de la misma, y en este punto un agujero que era la boca de la letrina. El suelo, con el fin de hacerlo impermeable para el baldeo, estaba cubierto de una capa mezcla de betún y polvo de arcilla. Hay restos de suficiente entidad como para poder asegurar que la mayor parte de la población de Babilonia mandaba río abajo (el Éufrates) las muchas porquerías de sus ciudadanos.  

     Casi todas las calles de Babilonia fueron diseñadas o bien paralelas al río o formando ángulo recto. Eran de una anchura reducida, la mayoría de ellas no llegaba a los tres metros. Estas calles, ideadas para acceder a las viviendas, acabaron por convertirse en auténticos muladares donde se echaban todo tipo de desperdicios y excrementos. Periódicamente se cubrían con una capa de arcilla, lo que hacía que el nivel de la calle subiera, llegando un momento en el que para acceder a las casas se hizo preciso el uso de escaleras, es decir se accedía a ellas por el tejado. En su momento, el nivel del suelo obligaría a levantar otra planta utilizando como cimientos las paredes de la original.

     La civilización minoica, en la isla de Creta, fue otra de esas culturas que colapsó como la de Mohenjo-Daro, en este caso se supone que debido a la explosión de un volcán en al actual isla de Santorini, unos 1600 años AC. Hasta entonces apuntó como cultura unas maneras muy sofisticadas. Poseía una red de alcantarillado que aprovechaba las pendientes del terreno y se piensa que aquí se produjo la primera descarga de agua directa sobre una letrina, es decir un deposito de agua que se vacía a demanda para arrastrar una deposición, vulgarmente conocido como tirar de la cadena. Pero no sólo esto; la cultura minoica fue también una precursora de la recogida selectiva de la basura, habilitando lugares para depositar residuos orgánicos y desarrollando además una buena técnica de plomería y reutilización de aguas; las letrinas se lavaban con agua a la que previamente se había dado otro uso, almacenándose en  tinajas para tal efecto. Aún hoy,  la isla de Creta puede utilizar parte del sistema de alcantarillado de la civilización minoica, lo cual es todo un récord de durabilidad.



     En Egipto sin embargo escasea el agua, y esto se nota. Las deposiciones se trataban sobre todo con arena, como los actuales lechos de arena de los gatitos. Cuando estaban sucias se recogían. La gran alcantarilla de Egipto se llama Nilo, o sea que todas estas arenas acababan en el río. Algunos arqueólogos piensan que utilizaban retretes portátiles; una especie de taburetes con un orificio central que podrían colocar en cualquier lugar de la casa y bajo el cual dispondrían un bacín. No obstante, la habilidad de los artesanos egipcios nos lleva a considerar que, al igual que en Mesopotamia, se trabajaba una mezcla de paja y barro para elaborar una arcilla que una vez horneada adquiere la suficiente consistencia para ser usada como tubería. Y ello sin prejuicio de que los egipcios fueron los primeros en desarrollar aleaciones de cobre, muy adecuadas para la fabricación de tubos de drenaje. A la vista de la complejidad técnica de las pirámides y templos, cabe pensar que las clases nobles disfrutaban de un recinto que pudiera ser considerado como "baño", una pequeña superficie en la esquina de la casa provista de un sumidero que vertía el agua al exterior o a una planta inferior. 



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