Derecho animal. Juicios y procesos
Si hubiéramos comenzado esta entrada (post) hablando de la antropomorfización de los animales, la mayoría de nosotros nos hubiéramos quedado encajonados entre el estupor y la bendita ignorancia. Sin embargo, si hablamos de Caperucita y el Lobo, Los Tres Cerditos, El Gato con Botas, La cigarra y la hormiga, El ratoncito Pérez, El patito feo y toda esa pléyade de cuentos, narraciones y fábulas que han marcado nuestra infancia (aunque no siempre con efectos balsámicos), empezaríamos a comprender que, antropomorfizar a un animal consiste, ni más ni menos, que en proyectar valores exclusivamente humanos a naturalezas que no lo son. Lo contrario del antropomorfismo es el zoomorfismo, que atribuye a algunas personas la capacidad de convertirse en bestias, como es el caso de los hombres lobo. Aunque sobra decir que la especie humana es la única que pasa por bestia, y ello sin necesidad de metamorfosis alguna. Os presentamos los juicios a los animales a través de la historia. Nos acompaña la portada de uno de los más de 3000 cuentos escritos por Saturnino Calleja
Hubo un tiempo, aunque hoy nos resulte estrafalario, en el que los animales, sin dejar de ser tales bestias, tenían una responsabilidad por sus actos ante la ley. Es decir, podían ser juzgados y condenados si era menester a la pena capital, incluso, y por hechos de los que estaban muy lejos de ser conscientes. Esto requiere de una precisión, y es la que refiere al hecho de que el cristianismo puso a los animales en la historia moral para bien o para mal. Durante decenios los teólogos se habían preguntado si la redención de Cristo alcanzaba a los animales, y si era así, como a decir de muchos lo era, toda vez que Cristo nació entre animales, de qué forma de alma se les había dotado. Los escolásticos también empezaron a considerar la clase de Resurrección que los animales experimentaban tras su muerte, e incluso, si podían ir al cielo. Precisiones que hoy nos parecerían chocantes fueron consideradas, valoradas y regladas; tal era el caso de dispensar a las bestias de trabajar en domingo, o de ofrecerles, como criaturas del Señor, la bendición en días señalados (no olvidemos la muy veterana festividad de San Antón, existente en España, al menos desde el siglo XVII. Y también la entronización de un porquero como rey de los puercos reconocido como tal por una corona de ajos). Como la fuerza de la religión en la Edad Media era inapelable, su empadronamiento religioso, por decirlo de alguna manera, acarrearía que las bestias, una vez ganada plaza en el cielo, empezaran a ser considerados responsables de sus actos. Y esto, por lo visto, no era bueno del todo.
Animales criminalizados, entre ellos un puerco que devora los pies de un niño. Praxis Rerum Criminalium de Jodocus Damhorder. Siglo XVI |
Durante varios cientos de años, e incluso, como veremos, en la actualidad; caballos, asnos, golondrinas, toros, vacas, asnos, cochinillas, ratas y ratones, babosas, orugas, ranas, cerdos, etc. han sido excomulgados, maldecidos y llegado el caso, detenidos, juzgados y ajusticiados por delitos que en puridad sólo son afectos a la naturaleza humana .
De entre todos los animales sobre los que se ha ejercido sanción destaca el cerdo: una bestia todoterreno. Difícilmente rechazará un alimento sea este del orden que sea. Al menos en el Occidente cristiano, ha sido el animal de compañía por naturaleza de la especie humana, mas incluso que el perro, la vaca o los equinos. Un autentico parásito de los hombres a los que ha devorado cuando ha sido menester. Si abundaran tanto como los roedores no quedaría en el planeta ni las mismísimas piedras. Tal es su apetito. Involuntariamente, claro, ejercieron de equipo de limpieza en las ciudades europeas de la Edad Media, asimilando todas las inmundicias que eran capaces de generar aquellos burgos que hedían por los cuatro costados.
El cerdo es el gran transformador, devora restos vegetales en fermentación, grasas animales incomestibles que apestan las proximidades de los puntos donde los matarifes ejercen su oficio. Sangre seca, huesos pestilentes, vísceras podridas. Sacian su glotonería incluso con los restos orgánicos de los propios habitantes de la villa, que constituyen también parte esencial de ese marketing odorífero en que se había convertido la Edad Media. Pero el puerco tiene una particularidad, su apetito no le permite discernir entre materia viva o inerte. Devora una col fermentada con igual deleite que el tierno brazo de un niño de corta edad. Por eso los niños pequeños, los ancianos desvalidos y los enfermos se convirtieron a veces en su alimento. Y por eso, fueron detenidos, acusados, encarcelados y ajusticiados en unos ceremonias públicas que solían aplicar la máxima clásica del ojo por ojo, diente por diente.
Hasta principios de el siglo XIX, por lo visto, existió en la villa de Falaise, que se encuentra en la Normandía francesa, un cuadro en la iglesia parroquial en el que por orden del vizconde de Falaise se representó, con animo aleccionador suponemos, el suplicio y muerte de una cerda errante, acusada en 1386 de devorar el rostro y brazo de un bebe. Dicho cuadro se ha perdido irremisiblemente, pero las crónicas de la época nos presenta mas o menos la imagen de un cerdo vestido con pantalones y blusón, suponemos que con el fin de hacerle mas humano. Iba la gorrina amarrada sobre la superficie de un carro, el cual, sólo abandonó para ser atada en el cadalso. La cerda fue condenada a morir de la misma forma que había muerto su joven víctima, de tal forma que el verdugo, una vez inmovilizado el animal, procedió a amputarle el hocico. Después, y tras propinar sendos cortes en los músculos de sus patas delanteras, fue colgada de los corvejones hasta morir desangrada y no sin antes cubrir su cabeza con una especie de máscara de teatro, con el fin de humanizar al animal cuyo cadáver fue por fin incinerado. Esta ceremonia fue presenciada por centenares de campesinos y por el propio vizconde de Falaise que, a la vista de que no había entre los testigos ningún cerdo presente, hizo llevar a la plaza, donde se había instalado el patíbulo, a centenares de gorrinos de la comarca, con el fin de que el castigo fuera ejemplar y sirviera de escarmiento. Se supone que a la comunidad de puercos
Juicios y Procesos a Animales a lo largo de la Historia consta de tres entradas
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