Historia del guante
Nuestras manos no son cualquier cosa, hay que cuidarlas. Gracias a ellas podemos manipular objetos y, pensándolo un poco, hasta hemos transformado el mundo. El dedo gordo o pulgar, por ejemplo, es todo menos insignificante, ayuda a que las manos funcionen como una pinza. Hay quien piensa que sin el concurso de este dedo rechoncho y gordito el mundo que conocemos sería distinto. Como es el responsable de los movimientos finos de la mano, sin el careceríamos de objetos depurados, precisos y exquisitos. Pues bien, para cuidar de nuestras manos, para protegerlas de las inclemencias climáticas el hombre se ha provisto desde hace años de un accesorio, en algunos casos, imprescindible: estamos hablando de los guantes
Pocos artículos como un guante han dejado tantas huellas en el lenguaje: mano de hierro en guante de seda, tirar el guante, guante blanco, calzarse el guante, echar el guante y hasta guantazo. Todas ellas ofrecen, entre otros muchas, un testimonio de la feraz convivencia que hemos mantenido con este objeto a lo largo de la historia. Se les ha llamado quiroteca, calzado de las manos, almacén de dedos, vaina, cubre manos y locuciones por el estilo. Abstracción hecha de licencias literarias, su uso vendría impuesto por los rigores climáticos y la protección de las manos en el ejercicio de determinados oficios. Algunos especialistas han aventurado que ya el hombre de las cavernas utilizaba guantes y que estos, debido al frío extremo, debían de llegar hasta el codo.
Cara y envés de unos guantes manufacturados por Elsa Schiaparelli en 1938. Schiaparelli fue una diseñadora italiana que tuvo el hándicap de coincidir vital y artísticamente con Coco Chanel. Este diseño se llamó "lolita" y se encuentran en el Victoria and Albert Museum.
Los primeros indicios escritos sobre los guantes, aunque no carentes de polémica, los encontramos en La Biblia. En efecto, nos referimos al Libro de Ruth, en El Antiguo Testamento y en el que se refiere a la forma de cerrar un trato entre iguales mediante la entrega, como garantía de pago, de un guante o un zapato, siendo quizás este, aunque discutido, el primer testimonio escrito que hace referencia a este accesorio. Mas, no nos engañemos, se nos hace bastante difícil aceptar que los judíos utilizaban de común guantes, es probable que su uso quedara reducido a ámbitos ceremoniales. La mitología Griega también los menciona pues encontramos a la enamorada Afrodita persiguiendo a Adonis durante la noche por lo que se lastima las manos, por ello pide a las Gracias que le faciliten una suerte de funda para sus manos.
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Guante imperial realizado en piel con inserciones de oro, perlas y piedras preciosas. Realizado en Palermo en 1220. Se conserva en la Cámara del Tesoro de Viena
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Tal parece que el uso de guantes entre los griegos eran corriente, incluso en trabajos de tipo manual, queda fuera de dudas su uso por los agricultores con el fin de recoger la cosecha. Virgilio el ubicuo autor latino, mentaba a los troyanos y hablaba del uso entre ellos de una especie de guantes de la muerte que, suponemos, eran utilizados en combates en los que una piel de toro escondía planchas de plomo.
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Guantes pertenecientes al ajuar funerario de Doña Teresa Gil. XIV |
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Guerrero japonés (Samurai) colocándose los guantes |
Frente a los rudos y prácticos griegos, Jenofonte alude a la existencia entre los persas de manguitos con uno solo propósito: el estético, lo que a su juicio ponía en evidencia la decadente civilización de Ciro y justificaba de paso la conquista de su Imperio, habida cuenta sus gustos afeminados y blandos. Plinio ya menciona que los ciudadanos romanos utilizaban guantes para protegerse del frío, aunque este uso fuera criticado como decadente en ciudadanos perfectamente saludables. El uso de guantes en la antigua Roma se extendía incluso hasta la mesa; permitía a los glotones tomar los trozos de comida caliente sin quemarse los dedos. Varrón (Marco Terencio Varrón -Rieti, 116-27 a. C. - Rerum rusticarum) , en un tratado sobre artes agrícolas, ya se refiere a la recogida de aceitunas con guantes para señalar a continuación que un producto recolectado de esta manera pierde parte de su sabor
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Guantes, Marqués de Cerralbo s XVII |
Los primeros padres de La Iglesia mantuvieron cierto rechazo a estos estuches para la mano, toda vez que su uso quedó ligado con el tiempo a colectivos de moral laxa: llegaron a utilizarse para prácticas de alto propósito erótico. Mas, poco a poco, este rechazo fue derivando hacia una asimilación de la prenda como elemento de dignidad y jerarquía dentro de La Iglesia, e incluso de pureza, en el caso de los de color blanco fabricados también de lino con el fin de reforzar ese mensaje. Sólo los sacerdotes, y sólo ellos, podían permanecer enguantados dentro de los recintos sagrados de La Iglesia, mientras que los laicos debían de abstenerse de llevarlos puestos en el recinto. El Papa Bonifacio VIII fue enterrado con ellos. También fue enterrado con sus guantes el Arzobispo Jiménez de Rada, muerto en el siglo XIII. Sus restos momificados en el Monasterio cisterciense de Santa María de Huerta en Soria, dan buena prueba de ello. El ajuar funerario de este prelado, bien conservado por las peculiares condiciones climáticas de la zona, muy fría y seca, son un fértil testimonio de la indumentaria de la época.
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Guantes de Pedro I de Castilla en su estatua orante. Siglo XV |
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Estos guantes pertenecieron al rey Enrique VI de Inglaterra. Están fabricados con cuero español y se encuentran expuestos en Liverpool
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Los monjes cistercienses, desde su capítulo general del 1157, tenían prohibido el uso de guantes de lienzo o piel, pero se hace la salvedad para aquellos que se dediquen a la forja o talleres. En el siglo XIV los campesinos ingleses trabajan con guantes, y también fueron usados en España como atestigua una ilustración de las “cantigas”(*) en las que se observa a un maestro de la piedra usándolas.
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Guantes liturgicos, pertenecieron al obispo de Winchester s. XIV |
En La Península Ibérica, y hasta el siglo catorce, se denominaban Luvas. En España empezaron a denominarse guantes hacia el siglo XIV. Las luvas se hacían de cuero, paño, lino y seda. Se utilizaban también en la caza con halcón, en este caso eran de cuero.
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Ajuar funerario del Arzobispo Jiménez de Rada muerto en 1245 y cuyo cadáver, momificado, se conservó en el Monasterio de Santa María de Huerta en Soria. Como puede observarse fue enterrado con sus guantes. |
(*) Composiciones trovadorescas escritas en lengua galaico-portuguesa y datadas en el siglo XIII. Las ilustraciones que las acompañan son una fuente muy valiosa y fidedigna que sirve para fijar la cultura material de la época.