Cadaver de Rudolf, hijo de Sissi |
El Emperador insta a su hijo a romper aquella relación inmediatamente. Las presiones parecen hacer mella en Rodolfo que se aviene a obedecer a su padre, no sin antes hablar con su amante en Mayerling. El enfrentamiento de aquella jornada entre padre e hijo debió adquirir tintes apocalípticos. Aquí llega la versión oficial; Rodolfo muere de una apoplejía, pero en realidad mata por amor a Marie Vetsera y después se suicida pegándose un tiro. Descubiertos los cadáveres, El Emperador ordena que hagan desaparecer el de Marie Vetsera. Utilizan para ello una escoba con el fin de mantener el cuerpo de la joven erguido y hacer creer a los pocos testigos del pabellón de caza de Mayerling que ella permanece viva. La enterraran malamente y de forma apresurada el mismo día de los funerales de su amante.
Marie Vetsera |
Como a los suicidas les está prohibido el suelo sagrado, aducen aquella crisis como causa de la muerte con el fin de permitir que su hijo sea enterrado conforme al rito católico. Sea como fuere las noticias vuelan. Todos saben de la inestabilidad mental del heredero y dan por probable la versión del suicido; El Vaticano no permite un funeral en sagrado. El Emperador decide entonces enviar una carta personal al Papa en la que, al parecer, expone una serie de detalles que nunca han sido hecho públicos. Por fin llega la autorización de Roma y el heredero es enterrado con toda la pompa que es capaz de proporcionar un Imperio que también, a su manera, se sabe caduco e intuye el ocaso. Nunca se supo del contenido de aquella carta y la familia imperial aceptó como buena la versión del suicido: Rudolf, que estaba decidido a separarse de su mujer, concibe la idea de un suicidio por amor en Mayerling: primero mata a la baronesa y después se dispara él. Como así pareció suceder. Punto y final….
Una de las últimas fotos de la pareja: Vetsera y Rudolf antes de la tragedia de Mayerling |
La Emperatriz Sissi, muy celosa de su intimidad. La muerte de su hijo acentuaría sus fobias |
¿O no? Aquí podría terminar la historia trágica del hijo de Sissi, pero no es así. Muchas piezas no encajaban desde el principio. Descartada la apoplejía, casi desde el primer momento, la versión del suicidio empieza a ponerse en tela de juicio. Para empezar, muchos de los testigos en los funerales de estado que tuvieron la oportunidad de contemplar el cadáver observaron como al Príncipe le faltaba una de sus manos. Esta mutilación se había intentado disfrazar rellenando el guante de una prótesis de goma.
Otra versión controvertida de la tragedia de Mayerling presenta a Marie Vetsera como hija natural del Emperador, lo que hacía imposible las relaciones entre Marie y Rudolf al ser hermanastros. Presionado por su hijo, el Emperador se ve obligado a confesarle este secreto llevando al Príncipe Rudolf a un punto de desesperación que haría más verídica la posibilidad del suicidio.
En el informe forense se habla de que la bala que había matado al heredero entró por la sien izquierda y salió limpiamente por la derecha sin apenas dejar marca, pero el casquillo jamás fue encontrado y Rudolf era diestro. Otros informes extraoficiales mencionan que no había tal herida en la sien, sino que el orifico de entrada se encontraba en la parte posterior de la cabeza, lo que de paso justificaría los grandes destrozos en el cráneo que se pudieron observar en los funerales de estado, cuando la cera con la que se había intentado adecentar el rostro de Rudolf empezó a derretirse por el calor. Le Figaro, el diario francés, daba por hecho que se trataba de un asesinato político. Así mismo, el Príncipe de Gales, en correspondencia mantenida con su madre, la Reina Victoria, habla también en parecidos términos. Bismarck, el canciller de hierro, recibe informes de su agregado diplomático en Viena que estima como asesinato político la muerte del heredero. Muchos años después, al inhumarse los restos de la baronesa Marie Vetsera, se observó que su cráneo no presentaba impacto de bala alguno, por lo que de ser muerta por su amante, habría recibido el tiro en otra zona, hecho este bastante insólito en los suicidas. Luto de la Emperatriz |
La investigación se cerró de forma apresurada y no se conserva documento alguno sobre la misma. Bueno, sí: un papel en blanco nada más. La habitación en la que pasaron su ultima noche los amantes, cuyo desorden tenía extraña justificación, fue demolida y reformada como lo fue casi todo Mayerling. Los asuntos de familia, si es que hubo más, quedaron como suele suceder en las monarquías de entonces y de ahora: sublimadas en esos fantasmas que parece representar de alguna manera la mala conciencia: lo que tuvimos que hacer, lo que hicimos y lo que deberíamos de haber hecho
Funerales por el Príncipe Rudolf |
Sissi estuvo presente en aquellos funerales de estado. Tenía cincuenta y dos años y ya sólo el eco de aquella belleza que la había venido acompañando hasta hace bien poco. Si algo quedaba de la fogosidad que la llevo a Viena antes de que cumpliera los veinte años, se iba ahora con su hijo. No era del todo inocente, porque al parecer fue una de las siete u ocho personas que estuvieron al tanto de los pormenores de aquella muerte, pero tampoco pudo hacer nada por salvar a su hijo pues fue informada una vez consumados los hechos.
Desde entonces el negro fue su color, y no sólo en sus prendas de vestir, nada mas utilizaba perlas de color negro o azabache. Si de natural había sido refractaria a la corte ahora su distancia se había recrudezido. Durante los últimos años de su vida utilizó toda una suerte de accesorios para ocultar su rostro: velos, sombrillas, abanicos. La muerte de su hijo la había golpeado de una forma trágica, pero también nos inclinamos por pensar que su naturaleza, un punto depresiva, habían dejado marcada su belleza con el sello inexorable del paso del tiempo. Su introversión se dirigía decididamente hacia la misantropía, y aun siendo la Emperatriz, los testimonios gráficos que de ella se poseen son muy escasos. De hecho, su estancia en un hotel del Lago Léman, allí donde la encontró la muerte de la mano de un anarquista italiano, la intentó enmascarar tras un título nobiliario de orden menor en el libro de registro del establecimiento. La indiscreción de un diario local (otra más en la larga lista de imprudencias del periodismo) acabó por rebelar su presencia, lo que de paso sirvió al italiano para hacerla su víctima. Por lo visto La Emperatriz, herida de muerte, se cubrió instintivamente con el abrigo que llevaba en esa ocasión. Lo utilizó como mortaja, era un abrigo de plumas de garza de color negro, por supuesto.
La Emperatriz Zita en una foto de 1892. Con ella terminó el Imperio Austrohúngaro. |
Estefania de Bélgica legítima esposa de Rudolf y a la que este parecía detestar. La niña es hija de la pareja, Isabel María de Austría que con el tiempo sería conocida como la Archiduquesa Roja |
Máscara mortuoria de Sissi. Se encuentra expuesta en el Palacio Imperial de Viena. Museo Sissi; sólo el es capaz de atraer a medio millón de visitantes todos los años a la capital austriaca. |
Muchos años después, la ultima emperatriz del imperio austro-húngaro, Zita de Borbón-Parma, casada con el efímero emperador Carlos (1916-1918) que se ocupó de echar el cierre a este imperio, regresó a Viena. Ponía fin así a 60 años de exilio, autorizada a regresar a su país por la mediación ante el Gobierno austriaco del Rey del España, Juan Carlos I. Zita, que curiosamente había seguido parte del periplo de Sissi; exiliada primero en Madeira, luego en España y muerta en Suiza, confesó que su marido, Carlos, le había pedido antes de morir que rehabilitara la memoria de Rudolf. Y las declaraciones de la antigua emperatriz, tal y como muchos habían sospechado, vinieron a corroborar el hecho de que fue su propio padre: el Emperador Francisco José, el que llevado a una situación límite ordenó su muerte. Lo que Francisco José pretendía evitar debía de ser bastante grave como para sacrificar a su hijo y las huellas de esta agónica decisión se observaban en su rostro, en el cabello encanecido en apenas un par de días. A decir de muchos presentes el Emperador se presentaba bastante más desmejorado que el cadáver de su hijo. No es para menos.
En cualquier caso Rudolf parecía saber demasiado, y a su pesar, se había convertido en protagonista y objeto de deseo de las complejas alianzas y los inconfesables acuerdos que llevarían al continente europeo, años después, a la I Guerra Mundial.
Sissi Emperatriz consta de las siguientes entradas:
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