Barón Ungern-Sternberg |
Cuando un guerrero y un místico se juntan; malo, estamos ante un asesino de masas; un genocida. Esta es la historia de un personaje que debió de irse hasta Mongolia para dar rienda suelta a sus peores instintos. El Barón Maldito, El Barón Negro, "el sangriento", el Dios de la Guerra, por todos esos nombres se le conoce. En resumen, un carnicero llamado Baron Roman Fedorovich von Ungern-Sternberg. Esta es su historia, breve porque la historia de estos hiatos de la naturaleza lo debe ser por necesidad.
Ungern-Sternberg era estonio, de ascendencia alemana y mezcla de húngaros y hunos. Nació en el seno de una familia cuya tradición guerrera se remontaba hasta ocho siglos en el tiempo. Un Ungern-Sternberg peleó en las cruzadas y murió en las puertas de Jerusalem. Otro, participó en torneos medievales en Francia, España, Italia. El sello de la familia quedó marcado en todas las guerras que en Europa han sido. Hasta su abuelo fue corsario en el mar de Japón siendo apresado por los ingleses.
Presenció la revolución de 1905 y los efectos causados por la revuelta de los campesinos en las propiedades de la familia. Desde entonces se instaló en su memoria un odio por las clases inferiores, pero sobre todo, un gran encono contra los judíos y todos los movimientos social-revolucionarios a los que consideraba responsables últimos de los desordenes populares.
Su padre era de naturaleza violenta, alcohólico. Se separó pronto. Heredó de él su carácter psicótico que iría empeorando a lo largo de los años. A los diez años de edad quiso ingresar en la marina imperial rusa y fue rechazado. A los 18 se alistó en el ejercito de forma voluntaria y estuvo a punto de participar en la guerra ruso-japonesa, pero su división no fue trasladada por fin al frente.
Hugo Pratt, autor de las historietas de "Corto Maltés" hace coincidir a su personaje con el barón en Siberia |
Empezó la carrera militar y tras graduarse fue enviado a Siberia con un regimiento cosaco. En esta época fue cuando tuvo su primer contacto con la zona asiática de Rusia que ejercería una poderosa influencia en su carácter, siendo un componente esencial de sus posteriores desvaríos. Aquí se empezó a gestar en su mente enferma una suerte de metafísica de la crueldad y la violencia.
El abuso del alcohol y de las drogas le hizo recepcionar de forma acrítica su contacto con los místicos orientales. La tradición budista de Mongolia, aunque relacionada con el budismo tibetano, se instala más bien en el culto a unos Dioses vengativos, eternamente enojados y despiadados que exigen sacrificios extremadamente crueles a los hombres. El barón von Ungern-Sternberg fue testigo de esta violencia extrema. En el año 1913 rastreamos al oeste de Mongolia la presencia de un monje errante llamado Ja Lama que, en su lucha contra los chinos que ocupan Mongolia, se ajusta perfectamente a esta forma despiadada e inmisericorde de hacer la guerra. Ja Lama no practica la piedad para con el vencido, acostumbra a arrancar el corazón a los prisioneros, aún vivos, para después disponer esas vísceras junto con otras partes del cerebro y algunas entrañas, en los cráneos vacíos de sus víctimas que posteriormente ofrece como sacrificio a los dioses. Fue también muy aficionado a cubrir su yurta con las pieles de los prisioneros sacrificados
Entre alguna de las primeras excentricidades del Barón consta la de recorrer sólo a caballo mas de mil kilómetros por toda la estepa, provisto de un rifle y acompañado por un perro, por satisfacer una apuesta con sus camaradas. Y todo por que se atrevieron a desmerecerle por ser de baja estatura, constitución delgada y apariencia frágil
Ya en la I Guerra Mundial participó como oficial en el frente de Galitza, al oeste de Ucrania. Por su arrojo alcanzó el grado de teniente coronel. Si bien su carácter le jugó una mala pasada, pues preso de ira porque un ayudante le había derramado encima el rancho, lo golpeo con tanta saña que le dejó ciego de un ojo, siendo degradado a capitán por ello.
Ja Lama |
Era un buen soldado, no retrocedía jamás ante sus enemigos. Su superior Wrangler, no sabía si enviarlo al manicomio o ascenderlo a Mayor General. Optó por esto último. Rusia estaba perdiendo la guerra y el ejercito zarista necesitaba hombres como él. Confraternizaba con sus cosacos, era el primero en saltar de la trinchera y bebía vodka como ninguno. El alcohol no le hacía desfallecer, pero le tornaba en extremo inprevisible y peligroso. Cuando la intoxicación etílica llegaba a su paroxismo se liaba tiros con el primero que encontraba. Era más temido que respetado, sus ojos de loco y sus ataques de ira le hacían perder autoridad y solo producían inquietud.
Iba ya perfilando su naturaleza inmisericorde. Muchas veces, cuando urgido por la situación intentaba justificar su extrema crueldad en la batalla, era capaz de sostener que él no mataba gratuitamente y hacia un favor a sus víctimas; habían nacido cobardes y al matarles no hacía mas que abrirles la posibilidad de una vida futura más digna.
Todo se vino abajo en cuanto estalló la Revolución Rusa; el viejo sistema político y la frágil edificación mental del Barón. La primera medida del Gobierno revolucionario fue firmar la paz con Alemania lo que significo la salida de Rusia de la Guerra, pero no la paz en absoluto. Nuestro hombre fue enviado al extremo Oriente ruso como ayudante del general Grigori Semenov, como otros muchos militares de dudosa lealtad al gobierno revolucionario.
En efecto Semenov no tarda en rebelarse contra el gobierno bolchevique y es seguido por el Barón. Se vinculan inicialmente a la disciplina del Ejercito blanco comandado por Kolchak, el cual era el único reconocido por las potencias occidentales, como se sabe, opuestas al gobierno bolchevique de Moscu.
Sin embargo Semenov y el Barón mantienen una independencia jerárquica y hacen la guerra por su cuenta. Sus trenes blindados pintados completamente de negro y llamados: Ataman, Vengador, Muerte y El Cruel, causan graves perdidas a los bolcheviques haciendo honor a su nombre por su extremada crueldad en el conflicto civil.
El Barón no hacia prisioneros si los hacia era para darles muerte de forma sádica; bien enterrándolos vivos, atándolos a un árbol que después prendían, haciéndoles crucificar utilizando clavos oxidados, o amarrándolos para que fueran devorados por los lobos.
Semenov empezó a recelar de él y el Ejercito blanco lo despreciaba, pero utilizaba sus expeditivos métodos para dar salida a sus prisioneros. Tales debieron ser las matanzas cometidas en este periodo por Ungern-Sternberg y sus tropas que, los campesinos, al ver las aguas de sus ríos cubiertas de sangre, se quejaron a los comandantes blancos porque la cantidad de cadáveres que bajaban por los cauces hacían inservible el líquido para el consumo.
La Historia del Barón Ungern Sternber consta de dos entradas: