Vivir Italia: De Roma a Nápoles ( I )

Inchino en los farallones de Capri





De Roma a Nápoles



Bravata es una palabra  que describe aquellos actos manifiestamente negligentes y arriesgados. Situaciones en el límite mismo del desastre, pero calculados con el fin de no ser transgredidos del todo, mostrándose así como un bravo, es decir, un hombre que no teme el riesgo: en este caso un fanfarrón, porque el riesgo está calculado. En Italia esta actitud tiene un componente estético, lo peor que le podía pasar a un italiano cuando ejerce esa despreocupada y linda insensatez es caer en el ridículo, porque entonces, todo su ego se derrumba,  y no hay nada peor que un italiano resentido. Estos gestos teatrales son frecuentes en Italia. En la naturaleza de ciertos bravucones late el mismo material que empujaba a  Mussolini a aceptar duelos de boquilla en la cúspide de su poder, tan solo para halagar a su enamorada de turno. O la pareja de infelices pappagalli que, en un canal de Venecia, utilizaban una lancha motora para embaucar a las turistas con resultados desastrosos. Los últimos pappagalli de Italia aún no se han dado cuenta de que gestos, intensos en otros tiempos, se han convertido en imágenes ridículas hoy en día, y esto no sé si es para bien. 
     Por ejemplo, la  imprudencia del capitán Francesco Schettino al encallar un barco de 100.000 toneladas, como quien dice en la calle de al lado. Es una exageración dentro de otra exageración, pero seguro que no es la primera vez  que lo hace, y tampoco es el único que lo hace. En Sorrento, en el verano de 2011, un paquebote de parecidas  proporciones, gemía en el golfo de Nápoles, como un enamorado, frente a la ciudad de la que parecía ser originario el capitán, y a una distancia digamos osada del puerto. Son gestos que el turista, el visitante de Italia agradece. Lo que estarían disfrutando los pasajeros del buque encallado con aquel espectáculo casi irreal. Si llega a salir bien. Qué placer el del capitán Schettino  por pisar el escenario, como si se tratara de una ópera, esa borrachera de éxito que proporcionan las miradas de miles de personas. Y que ceguera la de no ver mas allá de esa momentánea satisfacción. 
     La ceguera del riesgo, el "vive pericolosamente" que cantaban los fascistas. La emoción de un duelo, la tensión creativa de un artista o el machismo prepotente de un Berlusconi. Hasta si me apuran, las arriesgadas hechuras de un desfile de moda, y por supuesto, en este loco capitán mismo. Son los picos del ecocardiograma del país. Excepciones si se quiere. O ¿Excepcionalidades? Esto es, modelos humanos de la naturaleza de una nación de contrastes a la que perfectamente se puede idolatrar,  pese a saberla necesariamente mejorable. Y de entre todos los censores, los peores; ellos mismos, profundizando en esa brecha espacial entre el Norte y el Sur; el corte psicológico entre los que se siente emprendedores y aquellas que van por libre y se dejan llevar. Italia es una emoción, por eso solo se puede evaluar desde las emociones, y toda esta entrada es sólo el producto de esa apasionada relación que mantenemos con este país extraordinario. 
     No tenemos la menor duda de que ese espíritu de pensionistas mentales en el que nos han convertido, y que ve más la vida como una patología que como oportunidad, nos empujará del lado de la previsible Italia, la del Norte. Nosotros también, esa regularidad es la que permite el ensueño, el recreo, el deseo y la necesidad de intensidad que sólo el Sur de esta gloriosa península puede deparar, aunque eso sí, con cierto agotamiento. Ya veréis el porqué. 

Espectacular vista de la boca del Vesubio
Espectacular vista de la boca del Vesubio, un volcán latente. En la parte inferior derecha, carretera SS145 a Sorrento y Costa.

     Nosotros hemos vuelto a Sorrento, ese balcón privilegiado sobre el Golfo de Nápoles  que permite ver esta populosa ciudad del Sur como si se tratara de un zoológico. Podemos disfrutar de un espacio naturalmente privilegiado sin sufrir las muchas incomodidades que genera una cultura humana, a veces muy ingrata: descuidada, ególatra y despreocupada hasta el escarnio. En efecto, la Campania vive incendiada cada verano, acosada por la indiferencia y cierto fatalismo, ante los frecuentes incendios forestales que se producen. No se trata de un incendio cada semana, son varios incendios por día los que tiñen el horizonte próximo. Esta  frecuencia es sospechosa porque, una de dos, o es el resultado de una negligencia colectiva o de un pulso criminal, los dos sancionables aunque a distinto nivel. Esta es una zona con intensa vegetación y las numerosas laderas desnudas de las montañas exponen las cicatrices de los pasados incendios. Lo que nos hace suponer que este es más bien un proyecto mantenido en el tiempo, como si una oscura inteligencia estuviera empeñada en reducir los bosque de la Campania a cenizas.

      Las columnas de humo impresionan, se alzan con una aparatosidad, con una contundencia que hace inútil cualquier intento por sofocar el fuego. A pesar de los kilómetros de distancia, el tamaño de las llamas espanta, te puedes imaginar la cantidad de criaturas que perecen devoradas por ellas. Este paisaje inquietante se presenta nada más pasar el promontorio de Monte Cassino, este histórico monasterio, famoso a su pesar,  ya que alemanes y aliados decidieron en la II Guerra Mundial que la llave de Roma estaba en aquel enclave y se lo disputaran con saña. A partir de  Aquino, el pueblo de Santo Tomas, el olor a madera quemada ya no te abandona.  Y esa cabeza deformada de veraneante, de impenitente egoísta, casi se alegra, se alegra de que aquel olor que amenaza tu estancia sea el resultado de miles de hectáreas abrasadas y no la quema descontrolada de basuras en el ya próximo Nápoles, tan cerca de tu destino.

     La autopista A1 o Autostrada del Sole, que cruza todo el occidente de la península italiana, es una vía privilegiada de tres carriles en toda su longitud, y cuyas escasas zonas de servicio están siempre tan saturadas de público que ahora entendemos a la perfección a ese ángel modernizador que los italianos se han encontrado. (se llama Mario Monti, es el Primer Ministro y bendita sea su lucha contra los monopolios, los gremios y las castas que tanto daño han hecho a este país). Pues bien, estas zonas de servicio se van haciendo más pobres y sucias conforme nos aproximamos a Nápoles. Hasta quedar reducidos a la mínima expresión en la más próxima a la ciudad,  y en la que hasta los huevos Kinder se guardan bajo llave, ya en la Autostrada Napoli-Salerno, y que toma el relevo a la Autostrada del Sole. 

costa sorrentina
La costa sorrentina posee una belleza única, aunque es obvio que el acceso al mar es complicado.
     
    La autopista  es la última vía de transporte del sigo XXI. Despídete de ella y alégrate, no todos los días puedes hacer saltos en el tiempo en cuanto a obras públicas se refiere. Además las carreteras de esta zona forman parte del paquete turístico, hasta el punto de que hay una variada literatura e infinidad de impresiones sobre ellas, como podrás comprobar. Por de pronto la Autostrada Napoli-Salerno en el tramo que bordea el Vesubio,(un volcán tan peligroso que está monitorizado 24 horas al día)  lleva en obras desde hace cinco años, que nosotros sepamos. Sin embargo, de los doscientos y pico kilómetros que hemos recorrido desde Roma, es la única que dispone de carteles indicadores de los límites de velocidad. Algo es algo. La racanearía en la señalización fija de las autopistas italianas es notoria, aunque esto puede tener otra lectura, y esta es la de que las carreteras españolas se exceden en su uso. Tranquilo, los mejores episodios llegan una vez pasadas los peajes con cabinas blindadas en los que es habitual la presencia de un roma, es decir un gitano de los países del Este, al tomar el desvío hacia la península sorrentina: SS145 y una vez pasado Torre Annunziata. Dejando las indicaciones hacia Pompeya a la izquierda.

     Son unos veinte kilómetros de sufrimiento, aunque llegas a acostumbrarte. Han limpiado los túneles, cubiertos de bolsas de basura en nuestra anterior visita, y también los han iluminado. Pero la pesadilla de los conductores sigue ahí, en forma de un nube de motocicletas impacientes que te adelantan por los lugares más inverosímiles y cuya habilidad hace buena la larga nomina de campeones italianos sobre las dos ruedas. Los encontraras por todos los lados en esta península.

Revisado: 27/07/2021