La gran hazaña de las ovejas merinas españolas en su conquista del mundo




Historia de la oveja merina española


Si los países tuvieran venas probablemente por las de España no habría circulado sangre sino ganado; ovejas, para ser mas preciso, y de entre ellas la más preciada; la oveja merina. Un autentico diamante en bruto cuyo producción fue un monopolio del país durante varios siglos, llegando al extremo de penar con la muerte el comercio de estos animales. Sólo el rey estaba autorizado a ello, y quizás de ahí vino su perdición.

     El merino español es un príncipe entre los de su especie, se le ha llamado ovino noble, estableciendo así distancias con su pariente, la cabra, a la que siempre se la ha considerado como la vaca de los pobres. Su historia es la de una epopeya a la conquista del mundo  que desdice esa casposa visión de los casposos cronistas de nuestro pasado, que solo ven en estos torpes animalitos la huella polvorienta de un país atrasado.   

     Más de doscientos cincuenta millones de ejemplares de merino español se distribuyen actualmente por el mundo. Su lana no tiene parangón: fina, suave, limpia, con las dimensiones adecuadas. Produce entre diez y dieciocho kilos de lana al año, no hay ovino que le iguale en esto. Considerada en repetidas ocasiones como la mejor lana del mundo. Quizás solo la lengua española las aventaje en hablantes, pero estos rumiantes de cuatro patas están presentes en casi  todo el planeta. Llegaron a América de la mano de Colón en su segundo viaje, y excepción hecha de la selva y valles húmedos, se asentaron con facilidad en todo el Continente. Pasaron a los EEUU a través de México, de forma que, cuando los ingleses llegaron al actual Estado de Virginia, ya se encontraron en él con la oveja merina asentada como habitante veterano.



Hace miles de años la oveja era bastante más grande que en la actualidad
Hace miles de años la oveja era bastante más grande que en la actualidad. Adoración de los pastores. Murillo

     Los alemanes las sacaron de La Península embarcándolas a hurtadillas en barcos de contrabando. Los franceses utilizaron el ejercito napoleónico para conducir rebaños de miles ejemplares a las granjas galas y poder así competir con la lana británica que, por cierto, era de menor calidad que la del merino. En Sudáfrica llegaron de la mano de un escocés al servicio de los bóers, Gordon, que así se llamaba, compró en España varios ejemplares a finales del siglo XVIII. 



Certificado de autenticidad de merinas embarcadas en Lisboa con destino a América del Norte. 1810
Certificado de autenticidad de merinas embarcadas en Lisboa con destino a América del Norte. 1810

     A partir de aquí se podría escribir un libro entero sobre las ovejitas españolas, le surgieron enemigos insospechados como el mono babuino que las abría en canal para alimentarse de su leche y padecieron también  cierta incuria. En efecto,  Gordon falleció y su ganado fue puesto en venta por una cantidad irrisoria, empero ¡Cuánto debe el destino a la casualidad! Ese precio fue el responsable de que Australia, hoy en día, sea el país con mayor número de ejemplares de la raza merina. Otro británico, pero esta vez asentado en la isla continente, lo adquirió para llevarlo a una granja australiana. De aquí paso a Nueva Guinea en donde la presión del hombre blanco deportó a  las selvas a un animal, en principio de naturaleza inocente: un papagayo, el llamado papagayo Nestor, que a fuerza de ver precarizada su existencia se convirtió en carnívoro y enemigo jurado de las ovejas a las que atacaba a picotazos. 



Shrek Una institución en Nueva Zelanda
Shrek. Una institución en Nueva Zelanda. Esta oveja merina permaneció huida durante cinco años y de esta forma la encontró su propietario: cubierta de treinta kilos de lana.

     La lana de las ovejas merinas españolas se ha convertido en un patrimonio nacional en Australia, donde probablemente se produzca la mejor lana del mundo, porque además se han preocupado por mejorar esta especie, ya de por sí óptima.

      Su presencia en España se remonta según unas fuentes a la conquista musulmana de la Península, según otros, los cronistas romanos: Marcial, Plinio, Juvenal y Columela ya hablaban de una animal cuya descripción podía ajustarse perfectamente a la especie. Marcial, de hecho, habla de la buena lana de la Bética y la compara con los mejores perfumes de la antigüedad. Todos coinciden en identificar a  la raza merina como originaria de la zona arábigo mediterránea, y remotamente, de Asia, pero las particulares propiedades de la lana de las ovejas merinas vinieron proporcionadas por su adaptación  a las condiciones de la Península, lo que las hace un producto netamente ibérico. Esto implica un particular tipo de vida, cual fue la trashumancia  que les permitió el acceso a pastos adecuados durante todo el año. De la importancia del comercio de la lana pueda dar idea el hecho de que, los animales, podían pastar incluso en terrenos privados,  y aun hoy es conocido el dominio público de todas las cañadas que otrora utilizaban estos animales para desplazarse en sus periplos, a través fundamentalmente de la Meseta



     El monopolio ejercido durante siglos por la corona, la calidad del vellón producido, la suavidad de los productos obtenidos con dicha lana y la productividad de cada animal: de 10 a 18 kilos de lana por año, casi el doble que el resto,  contribuyeron a alimentar  el mito de este animal, hasta el punto de que a pesar de los riesgos corridos, el mercado de  contrabando,  a través de los Pirineos, funcionó durante siglos con diversos resultados. Aparecen merinos en Suecia, en la temprana fecha de 1723, obsequio del depresivo Felipe V  a un ciudadano sueco, Polonia, Rusia. La última reina de Francia; María Antonieta, caprichosa, frívola y algo infantil, conseguiría un rebaño de merinos, regalo de rey Carlos III, familiar de su marido Luis XVI. La desdichada reina utilizó aquellos ejemplares como decorado bucólico, destinándolos al entretenimiento visual y al juego en su lujoso retiro del Petit Trianon, una especie de Parque de Atracciones del siglo XVIII, en el que solía refugiarse junto a varios miembros de la aristocracia. 

     Francia poseía una cabaña ovina cuya  lana era bastante pobre en comparación con su eterna competidora, Inglaterra; sus ovejas, a pesar de ser su lana inferior a la calidad de la lana merina, daban mejores resultados que las francesas. Nada mejor que aprovechar la alianza familiar entre los reinos de España y Francia para poder obtener tan valioso producto en número suficiente como para sostener la mayor parte de la  producción lanera. Ello no se conseguía con regalos puntuales, si no con miles de ejemplares, y entre ellos, varios cientos de carneros reproductores. Pero la alianza familiar quedó minimizada por los intereses comerciales, ya se sabe el dinero no sabe de emociones, y solo la reversión  de la Florida, tras la guerra de independencia americana, hizo mas receptiva la aptitud de la corona española a las peticiones de su homóloga en Francia. 


Fibra de lana al microscopio
Fibra de lana al microscopio

     El país vecino llevaría durante los últimos años de la monarquía borbónica,  La Revolución, El Directorio y el Imperio, una autentica caza de la oveja merina por el territorio español. Primero de forma amistosa, después, por la fuerza. Al principio, con la colaboración de pastores y mayorales españoles que seleccionaban y conducían el ganado allende los Pirineos, más adelante, durante la Guerra de la Independencia,  y tras la defección de los guías locales, el ejercito napoleónico se vio obligado a utilizar soldados como pastores para vigilar los valiosos rebaños. Estos no pudieron evitar que el derrotado ejercito de Dupont, en retirada, hambriento y agotado, sacrificara varias de las valiosas merinas que se dirigían hacia Burgos, con el fin de conducirlas finalmente a Francia . La industria de la lana en el país vecino debe mucho a un hombre; el mayoral Pedro Blanco, que, en sentido estricto, fue un traidor a su patria. Estuvo al servicio de los franceses durante más veinte años y al final, seguramente vinculado a ellos por lazos de amistad, mantuvo su colaboración en tiempos en los que esta era desaconsejada. Murió por ello, su viejo amigo Poyferé de Ckres,  tal y como refiere Eric Teyssier (La introducción de los merinos en Francia s. XVIII y XIX )se ocuparía de honrar su memoria con un ramo de flores abandonado en las tierras de Castilla. 


Oveja a medio esquilar. Lacasamundo
Oveja a medio esquilar. Hemos tomado esta imagen de National Geographic. Al parecer la oveja, esquilada de esta manera, suele perder el equilibrio.

     La lana es un producto absolutamente ecológico se degrada sin contaminar y es renovable. Todavía no existe ninguna fibra artificial que haya podido igualar sus propiedades. Es un buen aislante térmico tanto del frío como del calor y absorbe la humedad del cuerpo, hasta un 30% de su peso, sin transmitir sensación de humedad alguna. Aún húmeda, es capaz de producir calor. La lana de la oveja merina, además, es la más fina de cuantas existen por lo que nunca pica en su contacto con la piel. ¿Qué piensan ahora de las ovejas españolas?




También les puede interesar:
agua
Juicios y Procesos a animales a lo largo de la Historia. De como la sinrazón humana es capaz de llevar a juicio a ratones, cerdos, saltamontes, etc. Proporcionándoles, incluso, abogado defensor. En tres entradas.