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Thomas Adams. El pionero |
Bien es verdad que la red no ofrece datos muy coherentes(*) sobre la fecha exacta del exilio del general Santa Anna en los EEUU ¿Fue en 1869 o en 1860? ¿En 1850? ¿En 1870? O bien después de su victoria de El Álamo, que aconteció en el año 1836. Tal y como apunta Agustín López Munguía, un divulgador de la ciencia en Méjico (ver revista ¿cómoves? no pegues tu chicle) existen tantas versiones del encuentro entre Thomas Adams y el general Santa Anna como chicles se han consumido. En fin, convengamos que se diera en torno al año 1869 y que Adams, un fotógrafo emprendedor, acariciara la idea de fabricar caucho más barato. Poco imaginaba que la feliz idea pareciera estar entre las mandíbulas del general Santa Anna, un impenitente consumidor de chicle (lo que demuestra que el éxito nace del fracaso**) y que al parecer le sugirió a Adams la resina del árbol del Tzictli como un producto muy adecuado para sus necesidades, proporcionándole también las referencias para importar varios miles de kilos de la savia del Chicozapote. Adams realizó varias pruebas infructuosas con el fin de manufacturar un sucedáneo del caucho y ya daba por perdida su inversión cuando se le ocurrió utilizar la resina como goma de mascar. El primer chicle se llamó Adams New York nº 1, al que siguió Adams Nueva York nº 2. Era un producto sin ningún sabor, presentado en unidades envueltas en papel de seda. Adams patentó también una maquina expendedora de chicles y presentó al mercado el primer chicle con sabor a regaliz aunque de gusto extremadamente lábil. No sería hasta el año 1880 cuando un farmacéutico llamado John Colgan, consiguió fijar el azúcar al chicle. El sabor fue algo mas complicado toda vez que el producto no los absorbe; el primer chicle con estas características tenía sabor a menta y se denominó Yucatán.
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William Wrigley |
William Wrigley fue otro de esos inquietos precursores. Originalmente se dedicaba a vender jabón en polvo para fregar, pero la goma de mascar se le cruzó por el camino y no desaprovechó la ocasión. Tenía eso que se dice; visión completa del negocio, y sus descendientes no le fueron a la zaga. Su hijo, su nieto y su bisnieto formaron lo que se llama una fructífera dinastía, y no solo por su dedicación al producto que nos ocupa, sino por su habilidad para ser capaces de proezas comerciales como la de vender hielo a los esquimales.
Se apoyaron, casi desde un principio, en esa utilísima prótesis para los negocios que es la publicidad. Entonces, a finales del siglo XIX, no estaba tan clara la eficacia del marketing, pero W. Wrigley tenía una virtud: sabia rectificar. Empezó vendiendo jabones y para incentivar su consumo regalaba un paquete de levadura. Cuál no sería su sorpresa cuando la gente empezó a comprar su jabón por la levadura que regalaba Decidió entonces invertir el orden de los factores, es decir: pasaría a vender levadura pero esta vez regalaría dos chicles, de tal forma que volvió a suceder mas o menos lo mismo; la gente compraba su levadura por los chicles.
Empezó a destacar entre sus competidores gracias a su fe en la publicidad, cuando el mercado se retraía -¡Atención empresarios en crisis!- aumentó sus gastos en publicidad. Efectuando campañas extraordinariamente osadas para su tiempo. Por ejemplo: obsequió con su producto estrella, el chicle de hierbabuena, al millón y medio de personas cuyo nombre figuraba en los listines telefónicos de los Estados Unidos. Una estrategia que repitió mas adelante, pero esta vez con 14 millones de personas: 14 millones de chicles. El testigo lo recogió su hijo Philip K. Wrigley, consiguió una autentica proeza en la II Guerra Mundial (bueno, fueron dos proezas). Convenció al Gobierno de los Estados Unidos de que liberara el mercado del azúcar, sometido a racionamiento por motivos obvios y que era parte esencial en la industria del chicle. Consiguió después que el Departamento de Defensa incluyera el chicle en el listado de productos militares estratégicos por su efectos sedantes y digestivos. Parecía obvio que en los momentos más extremos del combate no se pudiera recurrir al uso del cigarrillo, su gran competidor, vista la necesaria discreción con que se debían efectuar los movimientos de tropas. Cuando desde esta vieja y decadente Europa pensamos que los EEUU son un país sin historia, ignoramos a estos formidables personajes, auténticos paladines del portafolios y no de la espada. Una historia de emprendedores.
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La nueva generación de Wrigley |
Este audacia empresarial, no exenta de cierta arrogancia, marcó las presiones que efectuó la ya multinacional Wringley sobre el Gobierno de Singapur, el cual había prohibido el uso del chicle en 1992. La empresa consiguió encartar sus peticiones en las negociaciones de libre comercio mantenidas entre los Gobiernos de EEUU y Singapur, aceptando este último derogar la prohibición de la goma de mascar. Wringley también fue pionera en reconocer dos días de libranza a la semana a todos sus trabajadores.
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Los problemas urbanos de la goma de mascar |
Puede estimarse como una medida extrema la del Gobierno de Singapur, pero al parecer, el uso inadecuado de este producto inofensivo, entiéndase vandalismo en bienes públicos y privados, determinó al siempre severo Gobierno de Singapur a prohibir el chicle. No es una excepción, y seguramente sentó un precedente porque desde entonces se ha prohibido su uso en infinidad de recintos, como puede ser el caso de las zonas arqueológicas griegas. En Roma, la multa por tirar chicles al suelo es de 50 euros. Y en Barcelona, aunque no se aplica, la sanción es de más de 400 euros. Por lo visto el coste de retirar cada uno de los millones de chicles que alfombran nuestras ciudades es de un euro por unidad. Se calcula que cada metro cuadrado de terreno urbano se encuentra alfombrado por unos veinte chicles.
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Recipiente para recogida de chicles |
La mayor parte, por no decir la totalidad de la goma de mascar que se utiliza hoy, es sintética, y químicamente está mas cerca de los neumáticos que de la original resina del chicozapote. En contra de lo que se puede pensar son los mexicanos los máximos consumidores per capita de chicle del planeta.
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Ben Wilson, utiliza los chicles para realizar pequeños trabajos sobre el asfalto |
(*) En nuestra modesta opinión sólo el 10 ó 15 por ciento de la información que circula por la web es fiable
(**) Ahí, donde le ven, Santa Anna fue 11 veces expresidente de Mexico. Nada más ni nada menos.