En el mundo se compran todos los días casi 900 millones de chicles. Los americanos, por ejemplo, consumen una media de 300 unidades al año. Con el chicle que consumiéramos en 5.000 años podríamos alfombrar el planeta entero con este material que se comporta como si fuera brea, y que no se degrada con facilidad. Actualmente la mayoría de la goma de mascar es sintética, pero hace cien años se obtenía de resinas naturales. Si hacemos un recorrido por las marcas comerciales de los chicles que hemos consumido a lo largo de nuestra vida, deberíamos darnos cuenta de que hemos tenido entre las manos autenticas piezas de museo. Marcas veteranas con más de 100 años de historia son Cheiw, Bazooka, Dubble boubble, Adams, Bubble Gum. Adams, por ejemplo, tiene mas de 150 años de recorrido comercial y lleva el nombre del inventor de la goma de mascar Thomas Adams. Bueno, del casi inventor, pues fueron los mexicanos. Pero esto es tema para otra entrada.
Ahora os vamos a presentar un curioso homenaje a este producto de alto consumo; El museo del chicle, mas o menos. Se encuentra en San Luis Obispo, en el Estado de California en Estados Unidos y es mas bien un callejón con pretensiones que algunos encuentran un poco repugnante. Las miles de piezas que lo forma se aprovechan de su alta capacidad adhesiva y las primeras piezas datan de después de la II Guerra Mundial. Os emplazamos a la entrada que sobre la Historia del Chicle estamos preparando.