Botox y absenta. Los venenos ( V )
Semillas de ricino. Son muy venenosas |
Siempre hemos observado el cine con precaución. Muchas de sus escenas son absolutamente fantasiosas e imposibles de realizar en un mundo marcado por la fuerza de gravedad. Una de las tomas que más nos han impresionado han sido las de esas películas de espías en las que, antes de ser capturados, se tragaban una cápsula de cianuro y mueren al instante. Hemos pensado que esto no es posible, que sólo por exigencias o delicadezas del guión, se priva al espectador de imágenes morbosas. Pero parece ser que sí lo es; que la muerte por ingestión de cianuro te manda al otro mundo con una sorprendente rapidez, pues bloquea las células a nivel mitocondrial, y al privarlas de oxigeno, la muerte es inmediata. Es un consuelo, porque la muerte por envenenamiento suele ser bastante dolorosa, y en el caso de la estricnina, que no es un veneno en sentido estricto (observen el juego de palabras), y que se utiliza en pesticidas, espantosamente dolorosa. Todos y cada uno de los músculos de tu cuerpo se contraen como en una sinfonía caótica hasta que te matan por agotamiento.
Cianuro |
Si no fuera por la reciente muerte por envenenamiento del ex espía Alexander Litvinenko, las noticias sobre el veneno en los últimos años habrían ocupado escasas páginas. Esto puede significar dos cosas; que la maldad humana ha desplazado sus preferencias hacia otras armas de aniquilación, o que circulan por ahí sustancias letales tan sofisticadas que son imposibles de detectar. Mala señal en ambos casos. El veneno difícilmente se va retirar de esa convivencia que ha mantenido con la especie durante miles de años, se ha emboscado incluso hasta en el oxigeno que respiras y que te va oxidando poco a poco, hasta que te mata.
Nada es veneno y todo es veneno; el amor, por ejemplo, fíjate que fácilmente se corrompe con el desdén. Tengo delante de mi un opúsculo muy breve, que habla de un suceso ocurrido en Sevilla en 1830. Una guapa mujer, Catalina de Viariza, que al saberse despechada por su amante (que se promete en matrimonio con otra) envió un ramo de flores a su pérfido enamorado; Pedro de Balboa, el cual, cayó fulminado al suelo tras aspirar su aroma. No murió, y aunque las sospechas eran fundadas, Catalina no pudo ser condenada. Lo volvió a intentar el día de la boda de Don Pedro, al que agredió con una aguja que previamente había impregnado con vedegambre, un veneno usado por cazadores. Pedro de Balboa estuvo entre la vida y la muerte y sólo se salvó porque la iracunda de Catalina no utilizó suficiente veneno.
El ricino también tiene su historia, menos lírica pero también de “doble filo”. El aceite de ricino, que se utilizaba como purgante hace ya algunos años y que, muchas madres, preocupadas por la salud de sus hijos, lo proporcionaban con gran confianza a sus retoños, es extremadamente peligroso, tanto como el veneno de una víbora. Todo depende de la dosis. A veces, y asumiendo los riesgos, los comedores japoneses de fugu, (el pez globo venenoso), sortean la muerte por saborear las delicias de un pescado que mata aún hoy en Japón a varias personas todos los años. Durante el siglo XIX fue famoso el conocido como “veneno de la salchicha”: la toxina botulínica. Se trata de un tóxico muy activo. En dosis adecuadas sirve para controlar espasmos musculares y entra en la composición del archiconocido Botox (el Botox lleva el tipo A que es la más mortífera) que sirve para rellenar arrugas, más o menos. Es utilizado también en tratamientos clínicos destinados a aliviar procesos migrañosos. En una supuesta escala de toxicidad, la toxina botulínica ocuparía el primer lugar.
La absenta, un veneno en forma de licor que llevaría a la locura a muchos artistas |
Acaso el símbolo de la medicina, que es una vara con un serpiente enroscada, quiera presentar esa dualidad de las sustancias que curan por un lado pero matan por otro. Es el caso de la absenta (puedes ver: La Enfermedad en el Arte: Los malditos. Parte Cuatro), un líquido que es casi alcohol en estado de pureza extrema. Se consumía con una prodigalidad absoluta en la Europa del siglo XIX y XX, era la bebida preferida de pintores, escritores, nihilistas e iluminados: Víctor Hugo, Oscar Wilde, Picasso, Van Gogh, Toulouse-Lautrec... Embriagaba en segundos, pero no dejaba sólo la resaca, uno de sus componentes la tuyona poseía una elevada toxicidad. Su consumo reiterado producía alucinaciones, afectación neurológica , locura y por fin la muerte. Su uso quedó prohibido en muchos lugares de Europa, y eso que en Francia llegó a consumirse más que el vino en determinadas ambientes.
Pez globo. Una exquisitez culinaria en Japón que bien merece el riesgo de perecer envenenado. Todo los años mueren varias personas por probarlo. |
El siglo XX ha hecho del veneno un espectáculo de masas, por activa y por pasiva. La guerras químicas o bacteriológicas no son ni mucho menos nuevas; la usaron los tártaros, los romanos y otros, a veces con una increíble torpeza. Los tártaros, en su asedio de Kaffa, en la Crimea, lanzaron sobre la ciudad cadáveres de apestados y al final todos contrajeron la enfermedad: sitiados y sitiadores.
Rev: 23/03/2022