Venenos hay muchos ( Parte Segunda )

Los sombreros venenosos




El veneno se llevo en Roma, que sepamos, a tres emperadores. Claudio, quizás el paradigma, murió mas bien por el veneno dispuesto en el extremo de las plumas de un ganso con el que pretendían provocarle el vomito de unas supuestas setas venenosas. Augusto, muy precavido y que solo se alimentaba de higos frescos, murió acaso tras tomar uno que había sido  envenenado in situ, en la misma rama. Ni los catadores de comida (praegustator en latín) eran garantía alguna de inmunidad. El veneno podía ser de efectos retardados y causar la muerte al cabo de varios días. Britanico al que su catador había probado la sopa, decidió posponer la ingesta de la misma porque estaba demasiado caliente y este tiempo fue aprovechado por sus asesinos para envenenarlo. También fue muerto Germánico, el padre de Caligula. La enumeración puede hacerse muy larga pero además de los personajes más reseñados, seguro que Roma se lleva la palma en cuanto a nobles muertos en extrañas circunstancias (esta tradición la continuó el imperio Bizantino)     Roma según las crónicas tenía mas de veinte envenenadores conocidos. La más famosa sin duda sería Locusta que preparo el veneno de Claudio y de Britanico. Sirvió con celo al emperador Nerón, aunque más tarde, Galba, ordenó que la despedazaran las fieras después de ser violada por una jirafa domesticada(sic)
    Venenos hay muchos, cualquier sustancia inocua lo puede ser cuando la dosis es la precisa; la sangre de toro por ejemplo es mencionada como un potente tóxico, o el azafrán mismo o el mercurio (Plinio lo llama veneno universal) e incluso el estaño, y hasta se dijo que el tomate. En  efecto, los tomates y el vino  formaron una extraña familia. Por lo visto el uso repetido de alimentos ácidos como el tomate o alcohólicos como el vino, sobre platos y vasos de estaño, producían la oxidación del metal y ello acarreaba frecuentes envenenamientos. Lo curioso del caso es que se pensó que el veneno provenía de los tomates que, durante mucho tiempo, figuraron como alimentos peligrosos. Véase el caso del Reino de Napoles que los consideró proscritos hasta el siglo XVII.
Laocusta ensaya en un esclavo el veneno destinado a Britanico
Locusta ensaya en un esclavo, y en presencia de Nerón el veneno preparado para Britanico. Es un cuadro de Joseph- Nöel Silvestre. Siglo XIX
     Ahora bien, los llamados reyes de los venenos, cuyo uso no admite, salvo excepciones, duda alguna sobre la intencionalidad(el arsénico se utilizaba para curar las sífilis), eran el cianuro y el arsénico, hasta el punto de que a  éste último se le ha llamado polvos de sucesión. Con tal objeto se pergeñaron las más perspicaces y retorcidas formas de presentar el veneno a la victima. Umberto Eco presenta en su libro el nombre de la rosa una mas que ingeniosa forma de envenenar. Trasunto por cierto de un cuento recogido en El libro de las mil y una noches, y en el que un sabio de nombre Ruyan da muerte a su desagradecido señor, el Rey Yuman. Antes de ser ejecutado, Ruyan ofrece al rey un libro que sólo podrá leer cuando él esté muerto y su cabeza colocada sobre una bandeja. Yuman, una vez sacrificado su fiel Ruyan, y frente a la cabeza de su consejero, se dispuso a leer el libro. Observó que las hojas de este estaban pegadas unas a otras, por lo que, para separarlas, utilizó la yema de sus dedos previamente mojados en saliva. El veneno estaba suavemente dispuesto sobre las hojas del libro. De esta forma se vengó Ruyan de su desagradecido señor una vez muerto. Este mismo procedimiento fue utilizado años después por Catalina de Medicis  para envenenar a su yerno, Enrique IV. Utilizando para ello un libro de cetrería que lamentablemente cayó en manos de su propio hijo, el de Catalina, Carlos IX  produciéndole la muerte.
Ladislao rey de Napoles
Ladislao. Rey de Napoles. Murió envenenado en un lecho de amor

     Otro muerto ilustre fue el rey Ladislao de Nápoles, su asesinato recuerda en parte a los métodos utilizados por Chandragupta, aquel que utilizaba a jovencitos ponzoñosos en la India . Pues bien, este hombre era bastante aficionado a las aventuras galantes. Al padre de una de sus amantes se le ocurrió frotar los órganos sexuales de su hija con un producto que resulto ser venenoso, aunque las intenciones del hombre eran mas bien inocentes; esperaba que el compuesto fuera capaz de hechizar al rey, haciendo mas estrecha la relación de su hija con el monarca. Tras un encuentro íntimo el Rey moriría al llegar a Nápoles [1]. Con la intención de evitar cualquier veneno se decía que el Duque de Berry, uno de los hombres más ricos de Francia, poseía una piedra capaz de localizar las sustancias venenosas ya que cambiaba de color. Lo que parecer ser mas bien una patraña con la  que se pretendía desalentar eventuales conspiraciones.
    En Bizancio y la corte otomana el envenenamiento estaba a la orden del día. Al sultán Bayezid I le dieron a elegir; o se envenena o se habría la cabeza a golpes con los barrotes de la celda en la que estaba preso; eligió el veneno que guardaba en su anillo. El consejo de los diez , en Venecia, era el encargado oficial de contabilizar las muertes por ponzoña que el mismo administraba a las victimas. Bien a condenados oficiales de la ciudad de los canales o bien a victimas de las infinitas intrigas. Se utilizaba para ello a un forastero, preferentemente mujer, que debía abandonar la ciudad una vez cometido el crimen. Por cierto, también fue veneciana  la idea de impregnar gorros con un veneno obtenido de las vísceras de infectados por la peste bubónica,  para después vendérselos a los turcos con los que estaban en guerra en la Dalmacia
    Colón, en su segundo viaje ya se hizo acompañar de perros catadores. America es muy prolífica en cuanto a sustancias venenosas se refiere. Cuenta Diego Fernández que en la conquista del Río de la Plata los españoles eran constantemente atacados por indígenas portadores de flechas envenenadas. Este arma producía gran cantidad de bajas, y no sabiendo como encontrar un contraveneno para las flechas que les habían herido, capturaron a un indio al que ex profeso hirieron con las flechas envenenadas. Acto seguido, pidieron al indio que fuera a buscar el antídoto, cosa que éste hizo. Tomando dos hierbas  machaco en un mortero una de ellas y bebió su zumo y puso en la herida el zumo de la otra hierba, así salvaron la vida . Ya se sabe cuando la necesidad aprieta

[1] Otra versión bien distinta del episodio era la mantenida por Montaigne en sus Ensayos. Según este, Ladislao tenía sometida a cerco la ciudad de Florencia. Quiera que decidió mostrarse magnánimo, quiera que estratégicamente el objetivo careciera de valor, el caso es que Ladislao ofreció a la ciudad la paz a cambio de que le fuera entregada una de las doncellas más hermosas. La jóven, hija de un eminente médico de la ciudad se vio obligada a aceptar. Adornada con sus mejores telas y joyas fue presentada al rey, eso sí no se olvidó de un pañuelo perfumado. Esta prenda inocente estaba envenenada, de suerte que entregados el uno al otro, cuando la transpiración se hizo más intensa abriendo de esta manera los poros de la piel, la joven frotó con el pañuelo el cuerpo de su amador y el suyo propio quedando los dos muertos.