Cómo hacer correctamente el nudo del ahorcado
Aunque Aristóteles sostenía que el verdugo era una de las profesiones más notables del Estado, llegando a considerar a los mismos como altos magistrados, no obstante la historia no ha sido tan benevolente ni comprensiva con ellos; teniéndolos por sujetos que ejercían una profesión innoble y odiosa. Tal es así que sus cartas de nombramiento en Francia no eran entregadas en la mano sino lanzadas al suelo, con el fin de significar el desprecio por aquel oficio. Antes de que el verdugo fuera considerado como un trabajador remunerado, los propios familiares de la víctima podían ser los encargados de ajusticiar al reo, tal y como sucedía en Crimea, o incluso, en el actual Irán, donde la ley del ojo por ojo sigue en vigor. En el caso de Turingia, en Alemania, era el vecino más reciente en una comunidad el responsable de ajusticiar al reo; dándose el caso de que también podía ejercer de verdugo el miembro más joven de una comunidad. Hubo ciudades en las que se les otorgaba puntualmente este dudoso privilegio a los varones recién casados. Poco a poco el cargo de verdugo empezó por hacerse hereditario. Al parecer esta costumbre apareció en España, extendiéndose en lo sucesivo por el resto del Continente, por razones fáciles de imaginar debido al excesivo compromiso y la carga emocional que implicaba su desempeño.
William Marwood
William Marwood fue un verdugo puritano que antes de ajusticiar al condenado rezaba por su alma. El verdugo de la Reina Victoria tenía el propósito aliviar los sufrimientos de los condenados a la horca. Ejecutó a 350 personas, pero su método le valió el dudoso título de «Caballero verdugo» Al parecer, e impresionado por los últimos estertores de los ahorcados, desarrolló una técnica para bien matar a la que denominó «long drop», algo así como cuerda larga. Estimó que, para una persona de 50 Kg, se precisaba una cuerda de 3 metros y medio de largo. El objeto de esto es que la cuerda permitiera que el cuerpo tuviera una caída libre similar a su longitud, lo que quebraría el cuello del condenado y de esa manera, ya inconsciente, se produjera la asfixia sin sufrimiento alguno. La técnica de «long drop» tenía un inconveniente; si la cuerda era demasiado larga la fuerza de la caída podía sencillamente decapitar al reo, cosa que sucedió recientemente en Irak con el yerno de Sadam Hussein.
Albert Pierrepoint
Inglés es también Albert Pierrepoint, el ultimo funcionario de la corona inglesa al que se le pagaba por ejecutar a condenados de la justicia. Albert Pierrepoint se muestra en su oficio como un esmerado funcionario inglés, su quehacer diario ha sido llevado al cine en la película The Last Hangman, del año 2005. Pierrepoint era un individuo que ni siquiera se aliviaba el nudo de la corbata cuando accionaba la palanca que abría la trampilla por la que se precipitaban los condenados. Nunca sabremos lo que debemos al genio anglosajón, incluso en el patíbulo, toda vez que Pierrepoint presumía de utilizar una técnica, la llamada del método Marwood
Pierrepoint era el heredero de una saga de verdugos, muchos de ellos alcoholizados, incapaces de convivir a diario con un oficio de esa naturaleza. Ajustició a unas quinientas personas, y no solo en Inglaterra sino también en colonias y protectorados británicos: Egipto, India, etcétera. Se ocupó de 200 criminales de guerra nazis con gran eficacia, y su teoría del nudo, por el nudo de la soga, ocupó lugar destacable en los manuales de la justicia por cuerda. Sostenía que la colocación del nudo no es baladí, y que la forma más adecuada para evitar sufrimientos al condenado requiere que el nudo sea colocado bajo la mandíbula, pero en el lado izquierdo de la cabeza. De esta manera se facilitaba el desplazamiento del nudo hacia la parte posterior del cuello, produciendo el desnucamiento. En cualquier caso, sostenía que cada caso requería un estudio pormenorizado, peso, altura y volumen.
Pierrepoint mantuvo la neutralidad y la asepsia del funcionario incluso en situaciones en los que la administración de la ley comete errores imperdonables. El principio de obediencia debida se impuso cuando la prensa le preguntó acerca de sus sentimientos al descubrirse que una de las personas a las que había ajusticiado era inocente. No manifestó ninguna emoción. Él solo era el último resorte de la Ley, incluso, cuando debió de ajusticiar a un antiguo amigo de la infancia. En efecto, no le pagaban por pensar. La historia le deparó incluso la posibilidad de lavar la mala imagen de los verdugos: las sentencias de los juicios de Nuremberg le ofrecieron la ocasión de ajusticiar a varios criminales de guerra alemanes que estaban directamente implicados en las incursiones aéreas sobre la capital británica. Esto llevó a muchos familiares de las víctimas de dichos bombardeos a jalear sus rápidas intervenciones en el cadalso, responsable como fue de ejecutar a varios jerarcas nazis. Decidido abolicionista, sostuvo que todos los británicos a los que ajustició murieron con dignidad y entereza, lo que demostraba la superioridad de la raza inglesa que, en situaciones límite, es capaz de mantener sus agallas. Una bandera negra y el tañer triste de una campana marcaban el cumplimiento de la pena.
Hermann Lorenz
Hermann Lorenz el ultimo verdugo de la República Democrática Alemana. Su último trabajo data del año 1981, se trataba del capitán de la stasi (Servicio de Inteligencia de la antigua RDA. Llegó a tener 200.000 colaboradores y cien mil agentes). Werner Teski, acusado de traición e intento de fuga, fue ajusticiado por el procedimiento del tiro en la nuca. El proceso y la sentencia fueron llevados con tanta discreción que la mujer de Teski pensaba que su marido estaba en prisión años después de ser ajusticiado.
Los Verdugos. El trabajo sucio de La Ley consta de cuatro entradas